En Las Golondrinas, un paraje al pie del cerro Piltriquitrón en Chubut, Lila y Néstor han tejido una historia de innovación, pasión y calidad que ancla sus raíces en el terroir patagónico pero siempre con la mirada puesta en los consumidores de whisky de todo el mundo. "Elegimos este lugar por la calidad del agua, por su suelo y el clima, todos factores ideales para hacer un whisky de excelencia", sostiene Néstor Serenelli, productor agropecuario que junto a su esposa, la Master Distiller Lila Tognetti, puso en marcha La Alazana, la primera destilería de whisky "Single Malt" de Argentina.
El matrimonio, originario de Bariloche, no solo rompe moldes como productores de whisky, sino que son pioneros en el cultivo de cebadas exclusivas para whisky en un ambiente de pureza idílico sobre las alturas de la cordillera de Los Andes.
Innovación desde la Patagonia
La Alazana ha dado pasos audaces: recientemente lanzó una expresión elaborada con levadura salvaje autóctona de la Patagonia, Saccharomyces uvarum CRUB 209, resultado de un convenio con el IPATEC, CONICET y UNComahue. Lila explica: "Queríamos lograr fermentaciones para whisky con levaduras distintas de la tradicional Saccharomyces cerevisiae. Era un enorme desafío técnico y científico".
El whisky, madurado en barricas de roble americano virgen, exhibe un perfil de notable equilibrio, con "notas afrutadas y frutos secos, además de un sutil dejo de madera". La levadura patagónica "aporta una fermentación con notas de durazno maduro y ciruela, algo verdaderamente único", enfatiza Lila.
De la chacra familiar al mundo
La historia comenzó en 2003, cuando la pareja adquirió la chacra en Las Golondrinas (Chubut), a pocos kilómetros de las localidades de El Bolsón (Río Negro) y Lago Puelo (Chubut). "Nos dimos cuenta de que no tenía sentido traer la malta de afuera cuando teníamos estas condiciones de suelo y clima para producirla en Argentina", relatan. Hoy, alquilan 20 hectáreas y cosechan 40 toneladas de cebada, procesando en una nueva maltería con capacidad para 1 tonelada. La atención al detalle es tal que envían sus maltas a laboratorios de análisis en Escocia, aunque ello implique costos elevados. "Los técnicos nos dicen que están a la altura de los whiskys escoceses", comenta Néstor con orgullo.
El proceso de elaboración sigue el método escocés: molienda, macerado de la cebada, fermentación, doble destilado y añejamiento mínimo de tres años en barricas de roble. El equipo familiar se completa con sus hijos: Gonzalo y Martín colaboran en todas las etapas, mientras Tomás profundiza conocimientos en una maltería estadounidense y cursa una maestría en Inglaterra.
Reconocimientos y éxitos internacionales
La Alazana presentó su primer whisky en 2011 y rápidamente ganó reconocimiento local e internacional. En 2015, Lila obtuvo la Maestría en Destilación, la primera argentina en hacerlo, tras cuatro años de estudios en la Universidad Heriot-Watt en Edimburgo (Escocia).
La destilería fabrica anualmente unas 60 barricas, produciendo alrededor de 300 botellas codiciadas por entendidos que solo pueden adquirirlas directamente en Chubut. La fama del "single malt patagónico" creció tanto que debieron organizar catas con turno y limitar los envíos: llegan unos 500 visitantes al mes, desde distintos puntos del país y el exterior, atraídos por el inédito whisky argentino.
En 2018, la destiladora recibió medallas de oro en Bulgaria y Escocia, de la mano de la Scottish Craft Distillers. "Los whiskys que se maduran a clima natural, como los nuestros, son muy respetados en el mundo", afirma Serenelli.
La alianza con Penderyn: Patagonia en la góndola europea
El salto internacional fue protagonizado por la expresión Patagonia Penderyn, producto de un blend de maltas con la prestigiosa destilería galesa Penderyn. La Alazana fue exportada a Gales, mezclada y embotellada allí para lanzarse en Reino Unido y Europa como parte de la serie "Icons of Wales".
Esta edición limitada -de apenas 15.000 botellas y se conseguía por unos U$S 120 en Europa- celebra la llegada de los primeros galeses a la Patagonia en 1865. Las botellas, que incluyen referencias históricas y familiares para los Serenelli, "se vendieron rápido y ya están agotadas", narra Néstor.
Stephen Davies, CEO de Penderyn, destaca: "Sentimos que era una historia que merecía ser contada. Usamos nuestros 'Icons of Wales' para contarla". Penderyn, que desde 2004 ha expandido su negocio con nuevas destilerías en Llandudno y Swansea, apunta a ampliar la distribución en Argentina, Brasil y México.
Hoy exportan entre 25% y 30% de su producción y aspiran a llegar al 40%, impulsados por el mercado sudamericano. "Actualmente vendemos solo unos miles de botellas en la región, pero queremos llegar a 50,000 en los próximos años. No ocurre de un día para el otro", subraya Davies.
Un producto rural, sostenible y de excelencia
La Alazana hace de la sustentabilidad una bandera: todo el bagazo se dona como suplemento animal y mantienen un ciclo virtuoso con los productores rurales de la zona. "Sin agricultura, no hay whisky. Devolvemos al campo lo que el campo nos da", sostiene Néstor. La destilería incluso fabrica sus propias duelas de roble francés de la comarca andina e innova con barricas exbourbon y exchardonnay para ahumar y añejar sus whiskys, logrando perfiles únicos y una maduración que, según Serenelli, "hace la diferencia".
Para los lectores y amantes del whisky, probar la elegancia y complejidad del primer single malt patagónico es una experiencia que trasciende el paladar y cuenta la historia de un territorio y una familia que se atrevió a soñar en grande. "Yo creo que Patagonia es la mejor región del mundo para hacer este whisky y, si uno lo hace bien, se vende solo", concluye Néstor.
La Alazana ya es mucho más que un whisky: es símbolo de visión, trabajo y calidad patagónica que busca su lugar en la élite mundial.