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28 Marzo de 2020 09.00

La presidente y CEO de Fidelity Investments tiene una fortuna personal de US$ 16.400 millones. Su estrategia para transformar a la compañía y su plan para cobrar la deuda argentina.

El día que anunció que pagaría  al  contado la totalidad del bono BP21, Axel Kicillof estaba irritado. Un fondo había “bloqueado” la negociación, y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires denunció su “actitud” y lo nombró con nombre y apellido: Fidelity Investments. Un actor que no es nuevo para la Argentina:  en  2005 fue uno de los acreedores que acordaron con Guillermo Nielsen la reestructuración de la deuda defaulteada en 2001. Y en 2011 se sumó al BP21 que emitió el gobierno de Daniel Scioli por un total de US$ 750 millones,.

Fundado en 1946 por Edward Johnson II, este fondo con sede en Boston hoy administra US$ 7,8 billones (trillions, en inglés) de 30 millones de clientes individuales, con ganancias de hasta US$ 20.000 millones anuales. Fidelity es la número 16 en el ranking Forbes de las compañías privadas más grandes de Estados Unidos y uno de los principales fondos de inversión del mundo. Aunque los montos no se conocen en detalle, es uno de los cinco mayores tenedores de deuda soberana argentina y, aunque no califica como “holdout” (o “buitre”), demostró una dura posición para negociar con el gobernador Kicillof.

Desde   2014,   la  compañía es manejada por Abigail Johnson, nieta de su fundador. Esta mujer de 57 años está entre las 70 personas más ricas del mundo y, como prueba el caso argentino, es también una de las más poderosas. Ingresó a la empresa como analista en 1988 y avanzó en la escalera corporativa codeándose con las estrellas del asset management que conducía su padre, Edward Johnson III. El mercado hoy es otro.

Y el talento de los traders, luego de la crisis de 2008 y la sofisticación tecnológica, fue perdiendo terreno. Abigail Johnson así lo entendió, y en 2018 sacudió el mercado con dos index funds “zero-fee”. En castellano: dos f ondos basados  en índices sin costo de administración. El lanzamiento de estos “fondos gratis” fue un modo de hacer una entrada ruidosa en un mercado ajeno a la tradición de Fidelity, pero además siguió la estrategia de atraer nuevos clientes para luego seducirlos con inversiones más riesgosas. Por ejemplo, por qué no, un bono soberano de la República Argentina.

La heredera de la dinastía Johnson quiere modernizar Fidelity. Pero la principal incógnita para Argentina es qué tan dura seguirá siendo su posición para negociar. Por lo pronto, se asoció con el fondo BlackRock para crear un comité. Están juntando fuerzas.

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