Juan Farinati hoy es el el CEO de Bayer para el Cono Sur pero ya suma una larga trayectoria dentro de la empresa. Luego de trabajar varios años en Monsanto, pasó a formar parte del gigante alemán cuando en 2016 compró la firma especializada en agro, y el año que viene sumará ya una década en la compañía.
En 1999 terminó las carreras de Ingeniería en Producción Agropecuaria y Magister en Agronegocios en la Universidad del CEMA, dos caminos que parecen inevitables si se tiene en cuenta que Farinati es un hombre de campo, con una infancia donde la localidad de 25 de Mayo -donde nació su padre- estuvo muy presente, y lugar en el que además dio sus primeros pasos en el mundo agropecuario. A partir de allí arrancó un largo camino que incluso lo llevó a vivir en Chile y Singapur.
Fanático del running, las maratones y del Ironman -con las mismas disciplinas que un triatlón, pero con mayores distancias por recorrer, de la que ya realizó 10 ediciones aunque en la modalidad "medio Ironman"-, hoy también se atreve a otras competencias: tiene a su cargo la operación regional de Bayer y está al frente de los negocios de farma, consumo y agro, con realidades bastantes dispares.
"Veníamos de unos años donde el foco no era la productividad y la competitividad, sino administrar una situación macroeconómica. Muchos negocios y sectores en Argentina estaban preparados para ese esquema de hacer negocios en esa situación. Hoy, eso cambió drásticamente y muy rápido hacia un lugar donde tenemos que ser competitivos, productivos y producir con calidad. Debemos ser más efectivos y eficientes", apuntó el ejecutivo durante una entrevista con Forbes.
"Tenemos la planta de producción de semillas de maíz más grande de toda la industria a nivel mundial en Rojas, donde producimos el 50% de la semilla de maíz de Argentina. Esto es una muestra de cómo, como compañía, nos enfocamos en invertir en el país, produciendo para nuestros clientes y también exportando a otras regiones", dice.
- Hoy estás al frente de una empresa que tiene distintas áreas de interés, y obviamente cada una tiene distintas complejidades y escenarios. ¿Cómo manejás eso?
- Tener la oportunidad de trabajar en una compañía con varias plataformas es, primero, muy interesante por la relevancia de las plataformas donde estamos presentes como Bayer. Al mismo tiempo, es un proceso de aprendizaje diario, porque son plataformas o divisiones complementarias y bastante diferentes. En la Argentina, como región, somos relevantes para la compañía en innovación, en crecimiento del negocio y en producción, porque hacemos mucha producción local para otros países del mundo. Tenemos tres unidades de negocio: una vinculada directamente a la salud (Pharma), otra a consumo masivo con foco en autocuidado (multivitamínicos y analgésicos, por ejemplo), y una tercera vinculada al agro, que es una división muy importante en esta región, dado el peso relevante que tiene el agro en la economía argentina. La complementariedad de las tres divisiones nos hace aprender continuamente de mercados diferentes. En el negocio de autocuidado y consumo masivo, Argentina es el país número dos en América latina. Tenemos, por ejemplo, la segunda marca de analgésicos más importante del país. Contamos con dos plantas muy importantes en Pilar, y el 30% de esa producción se exporta a América latina y Asia. En cuanto al negocio de Pharma, enfocado en salud, Argentina es un país muy importante no solo para proveer medicamentos a pacientes, sino también para estudios clínicos. Argentina es muy fuerte en innovación y ciencia. Estamos llevando adelante 18 estudios clínicos en 120 locaciones diferentes. Esto es interesante para el país, porque no solo genera fuentes de trabajo y potencia el talento, sino que también son ingresos para el país a través del conocimiento. Y después está el agro, un sector realmente muy importante para la Argentina, que representa el 60% de las exportaciones y el 20% del PBI, y generando más de cuatro millones de empleos directos e indirectos. Para Bayer, Argentina es el tercer país a nivel mundial en agro. Contamos con dos plantas de producción de fitosanitarios acá, una planta de investigación y la planta de semillas más grande del mundo de toda la industria, ubicada en Rojas, que procesa el 50% de las semillas de maíz que se utilizan en Argentina.
- ¿A nivel inversiones, cómo están manejando los tres sectores?
- Estamos en el tercer año de un programa de inversiones que anunciamos de US$ 150 millones para los últimos tres años, y estamos concluyendo esa etapa. Nos enfocamos prácticamente un 65% en agro y un 35% en salud. Dentro del agro, hicimos muchísimo foco en nuestra planta de la localidad de María Eugenia, de producción de semillas, y estamos culminando todo el proceso de inversión en la planta y en los centros de inteligencia. Desde allí monitoreamos no solo lo que pasa en la planta, sino también en todo el país. Para producir semillas, la planta procesa maíz de Salta hasta Balcarce. Todo el monitoreo y la inversión en centros de inteligencia nos permite optimizar la operación a través de datos. Argentina es un país relevante para la compañía y el foco en inversiones en las tres divisiones se mantiene.
- ¿En el segmento del agro en particular dónde está hoy el foco?
- El agro en la Argentina es, en primer lugar, un sector innovador, caracterizado por una notable adopción de tecnología, tanto en productos como en procesos. Resalta que, a diferencia de la media mundial, donde la siembra directa ocupa menos del 20% del área, en Argentina esta práctica alcanza casi el 90% de la superficie cultivada. Esta vanguardia en los procesos se complementa con una creciente digitalización, donde los agricultores toman decisiones cada vez más basadas en datos, un área en la que Bayer está intensificando su foco a través de plataformas de información. En cuanto a la sustentabilidad, la agricultura bien hecha es un gran secuestrador de carbono de la atmósfera, por lo que el agro no es parte del problema, sino parte de la solución. Desmentimos la dicotomía entre productividad y sustentabilidad, afirmando que ambas van de la mano. Como ejemplo, el programa Pro Carbono Commodities certificó 1 millón de hectáreas de soja el año pasado, libres de deforestación y con la huella de carbono medida, permitiendo a los productores acceder a mercados que pagan por ello. Este año aspiramos a certificar 2.5 millones de hectáreas, entre el 10% y el 15% de la superficie de soja de Argentina. El gran desafío es lograr más agricultura sustentable que se pueda trazar y por la cual se reciba un beneficio, pues debe haber un modelo de negocio detrás para acelerar este proceso.
- ¿Cómo piensan que va a ser el cierre del año en cuanto a inversión y producción en los distintos sectores?
- Estamos en un proceso general en la Argentina de transformación hacia todo lo que es competitividad y productividad. Puede haber matices entre sectores, pero el foco es cómo somos más competitivos y productivos. Es un cambio sumamente positivo, para el cual no todos estábamos tan preparados porque veníamos de otro modelo, con otros incentivos. Lo veo como un cambio desafiante y muy rápido. El foco debe estar en cómo cada industria, cada sector, cada negocio, realiza ese cambio lo más rápido posible para tener un negocio positivo y sostenible en el tiempo. Esto apalanca una lógica de inversión. Nuestros clientes hoy lo ven. Hace unos años, el negocio, con la disparidad cambiaria, se había vuelto más financiero que productivo. Podías tener baja eficiencia productiva, pero la parte financiera lo resolvía. Hoy, cualquier productor agropecuario con el que hablamos está pensando en cómo producir más, mejor y con más valor. Es el camino, y creo que es sano que eso suceda.
- ¿Esa estabilidad pudo poner el foco en una cuestión básica que es la producción y no en otra cosa? ¿Se nota la diferencia?
- Veníamos tan acostumbrados a un escenario macroeconómico totalmente desbalanceado, que de pronto nos encontramos con esto que es lo normal. Sí, creo que esa estabilidad, esa normalidad y esa previsibilidad cambian sustancialmente cómo hacen negocio tanto clientes como nosotros, y cómo nos ven desde afuera a la hora de decidir si invertir en un país con una macroeconomía desordenada o en uno ordenado y previsible. Creo que es una oportunidad donde todos nos tenemos que acomodar rápido.
- Hiciste referencia los incentivos. ¿Cómo analizás el tema retenciones?
- El sector agropecuario es un sector que históricamente tuvo una presión impositiva muy alta. Obviamente, la Argentina tiene una situación de exceso de gasto que siempre se trató de compensar por diferentes mecanismos. Uno de esos mecanismos fueron las retenciones al sector agropecuario, que limitaron claramente su crecimiento. La presión impositiva que tuvo el sector fue muy elevada, y siempre digo que eso hizo que el sector haya estado más a la defensiva que a la ofensiva, siendo un sector vital para la Argentina. A medida que se vaya reduciendo la presión impositiva, eso significará más inversión, más innovación, más producción, y ese tiene que ser el camino. Los países que lo hicieron bien, como Brasil, que en los 80 importaba trigo, maíz y carne, y hoy tiene cinco veces más cabezas de ganado que nosotros y es el principal jugador de soja a nivel global, lo lograron con políticas de largo plazo, incentivos impositivos adecuados y fomento a la innovación. Tenemos que ver cómo lo hicieron los países que lo hicieron bien, y claramente el camino es un esquema de presión impositiva que sea lógica y que apueste a que el sector crezca.
- No solo este Gobierno sino también los anteriores, pero da la sensación de que se ataca más la cuestión recaudatoria que la productiva.
- Sí. En este caso creo que estamos en un momento de transición. Vamos de una situación A a una situación B, y ese camino de llegar de A a B, donde B es muchísimo mejor, es desafiante y requiere muchas correcciones. La manera, los tiempos y la aceleración de esos cambios presentan diferentes desafíos. Pero está claro que hay que ir a una lógica de cómo hacemos que la Argentina produzca mucho más. Con la tecnología disponible hoy la Argentina podría producir fácilmente 40% más de lo que produce hoy, simplemente aplicando los incentivos que se requieren. Y eso no significa que no estemos trabajando para lanzar cosas nuevas, lo estamos haciendo. Pero si colocamos los incentivos de manera correcta, pensando que el país pueda producir más y mejor, el sector agropecuario explota. Además, es importante la cooperación entre sectores, como el de energía y el agro. Obviamente, el sector de energía tiene una curva de crecimiento muy empinada, pero parte de una base más baja. El sector agropecuario tiene una curva de crecimiento potencial quizá no tan empinada y agresiva, pero ya parte de un peso muy importante. El sector tiene muchísimo para dar y creo que están dadas las condiciones.
- ¿La apertura de importaciones, que se viene dando fuerte, les cambia en algo la política de inversión para producir localmente o directamente importar?
- Cuanto más desregulemos los mercados y tengamos una apertura de la Argentina en general, más positivo será. Después, obviamente, tenemos que ser cada vez más productivos y eficientes para competir en ese nuevo contexto. Es importante no solo trabajar en la apertura, sino también en nivelar la cancha, porque hay muchos costos argentinos que no existen para los importados. Es importante poder nivelar eso. Al mismo tiempo se debe trabajar en infraestructura o la logística, que en la Argentina es un tema que encarece muchísimo. Hay que avanzar en estos dos frentes y lo más rápido posible: apertura y reducción de costos argentinos. Ahí tenemos que competir, y creo que la Argentina está a la altura para dar esa batalla. Luego el mercado dirá si yo soy más productivo o un producto importado es más competitivo; ese es el desafío de una economía abierta. Después, puede que en alguna línea de productos no seamos competitivos acá, y tendremos que analizarlo. Pero no puedo penalizar a mis consumidores porque yo no soy competitivo.
- También deben ver diferencias en cuanto al comportamiento del consumo, que en algunos segmentos se ve bastante afectado.
- Hay disparidad entre los sectores e incluso dentro de cada sector. En consumo masivo viene bastante ralentizados, pero vemos algunos segmentos donde las ventas tienen un buen desempeño, así que es muy puntual dentro de cada mercado y línea de productos. Algo que veíamos en analgésicos es que había una evolución mucho mejor que el año pasado. Es bastante disímil. En lo que es agro, algo interesante es que veníamos de dos o tres años donde, vinculado a la situación económica, el productor veía el insumo como algo para fijar su dólar. La lógica era: "Tengo pesos, quiero comprar todo, no quiero quedarme con ningún peso". Eso era un poco la lógica de 2023. En 2024 el productor decía "no estoy apurado para nada, voy a comprar cuando tenga que usar". Hay un mercado un poco más lento de lo que se veía antes debido a otros estímulos. Por otro lado, en semillas, el año pasado, con el tema de la chicharrita, el mercado de maíz en Argentina cayó un 20%. Este año, estamos viendo que ese mercado vuelve a lo que era antes, con una aceleración de la demanda. Todo depende del mercado, el segmento y los diferentes factores que afectan cada negocio.
- ¿Creés que esos niveles de consumo, hoy desparejos, se pueden llegar a consolidar de acá a fin de año?
- Estamos en un año de transición. Nosotros estamos viendo que en el mediano plazo, es decir el cierre de 2025 o principios de 2026, ya se va a empezar a ver un poco el crecimiento de manera más pareja.