La nueva amenaza a Silicon Valley: la fuga de fundadores que pone en jaque al capital de riesgo
Dileep Rao Colaborador
Dileep Rao Colaborador
¿Qué habría pasado si Gates, Bezos y Zuckerberg hubieran sido contratados a mitad de camino por IBM, Borders o MySpace? Decisiones así podrían haber sacudido los cimientos del modelo más rentable del capital de riesgo.
En las últimas semanas, dos fundadores multimillonarios tomaron decisiones que pueden cambiar la forma en que funciona Silicon Valley. Ambos dejaron sus empresas, donde ejercían como directores ejecutivos, en pleno desarrollo.
No son casos de directores que se desprenden de sus acciones tras una salida a bolsa o una venta estratégica. Se trata de emprendedores en su mejor momento que deciden irse a mitad de camino para unirse a los mismos gigantes tecnológicos que, en teoría, buscaban desafiar.
Un comentarista online lo describió como "una ruptura del contrato social de Silicon Valley". Para los inversores de capital de riesgo, significa algo más: una amenaza directa al modelo que sostiene sus ganancias y una señal de que las viejas reglas podrían estar cambiando.
El capital de riesgo se alimenta de casos excepcionales. De cada 100.000 startups, apenas unas 100 reciben financiamiento de este tipo. De ellas, cerca de 80 fracasan, 19 prosperan y solo una llega a convertirse en unicornio, generando una rentabilidad tan alta que puede sostener todo un fondo de inversión.
Ese unicornio, casi siempre, está atado al fundador. En un estudio sobre 87 emprendedores multimillonarios, el 94% tuvo éxito gracias a la visión y el liderazgo del propio creador de la empresa, y no a un director ejecutivo contratado después. Figuras como Bill Gates, Jeff Bezos o Mark Zuckerberg atrajeron a los mejores capitalistas de riesgo porque ya habían probado que podían dominar mercados nuevos.
Sin estos excepcionales "unicornios emprendedores", el modelo de capital de riesgo pierde fuerza. Las 20 o 30 compañías con mejor rendimiento, que generan cerca del 95% de las ganancias del sector en Estados Unidos, dependen de un puñado de unicornios y de sus fundadores. Pero, ¿qué pasa con esas probabilidades cuando los fundadores se van antes de una venta o una salida a bolsa con valuaciones millonarias?
Hoy, los fondos de capital de riesgo reemplazan al fundador en casi 4 de cada 5 empresas, sobre todo cuando se necesitan varias rondas de financiamiento. Sin embargo, esas decisiones suelen quedar en manos de los propios inversores y responden a su análisis sobre lo que la compañía necesita.
La novedad es que ahora son los fundadores experimentados, y no los inversores, quienes eligen irse a mitad de camino. El desafío para los capitalistas de riesgo es cómo compensar ese nuevo riesgo, especialmente cuando invierten atraídos por la capacidad estratégica y el potencial de liderazgo de esos emprendedores que crearon un unicornio.
Estos son tres posibles impactos si el patrón se repite:
Los inversores de capital de riesgo suelen pagar una prima por los unicornios liderados por sus fundadores, porque su permanencia al frente es clave para sostener el crecimiento. Si la caza de fundadores se vuelve una tendencia, es probable que las valuaciones se reduzcan para compensar el riesgo de perder esa ventaja.
Podrían aparecer más cláusulas para retener a los fundadores: desde cronogramas de adquisición de derechos más largos hasta "esposas de oro" ligadas a objetivos y salidas rentables.
El capital por sí solo tal vez no alcance. Las startups podrían verse obligadas a ofrecer mayor autonomía estratégica, más peso en las decisiones del directorio o un compromiso sólido con una misión clara para evitar la partida de fundadores con visión propia.
Mi opinión: La captación de fundadores no es solo una competencia por talento, es un riesgo sistémico. Si se logra atraer a líderes como Wang y Mohan antes de una salida rentable, el capital de riesgo enfrenta un escenario mucho más incierto. En Silicon Valley, ideas sobran; la capacidad de ejecutarlas para crear unicornios es lo realmente escaso. Perder a esos fundadores es perder parte de la ventaja que sostiene al ecosistema.
Con información de Forbes US