Victoria Costa Paz convenció a uno de los inversores más influyentes de Silicon Valley de apostar por su proyecto. Tim Draper—el mismo que puso capital temprano en Tesla, SpaceX y Coinbase—lideró una ronda de US$ 2,5 millones para Eywa Biotech. Con una inversión inicial de US$ 200.000, la compañía recaudó US$ 3,5 millones en tres años en total. La promesa: producir psilocibina de grado farmacéutico mediante biosíntesis, un proceso sostenible que reduce costos hasta seis veces frente a los métodos tradicionales.
La historia entre Victoria y Draper comenzó hace tres años en un evento en Estados Unidos. "Me acerqué a hablarle y le pedí un consejo. Le conté que hacía esto con los psicodélicos, la psilocibina. Y me dijo: mantené tu visión, pero al principio mostrá tracción", recuerda la joven en diálogo con Forbes. El problema era evidente: ¿cómo mostrar tracción con drogas cuya prescripción es ilegal en casi todo el mundo?
Eywa comenzó a firmar acuerdos con potenciales clientes: farmacéuticas, universidades que querían hacer ensayos clínicos, centros de investigación. "Cuando llegó Meet the Drapers, en un momento frené el pitch y le dije: 'vos me dijiste que muestre tracción'. Y le mostré las cartas de intención que teníamos firmadas", explica Victoria. Así cerró el pitch que le abrió la puerta al capital de Draper Associates.
La ronda semilla de US$ 2,5 millones, además de Draper Associates, sumó a Draper Cygnus, Panambi Ventures —el primer fondo de Latinoamérica especializado en psicodélicos— y Ganesha Labs, reconocido en biotecnología. También participaron el gobierno de Uruguay y la Agencia de Innovación de ese país. Además, GRiDX —el fondo que conectó a Victoria con su equipo científico inicial— hizo un follow-on de US$ 250.000.
El diferencial de Eywa
Eywa Biotech no cultiva hongos ni los extrae de plantas. La empresa produce psilocibina, DMT, 5-MeO-DMT y bufotenina mediante biosíntesis: modifica microorganismos naturales con herramientas como CRISPR para que produzcan estas sustancias a escala. "Todo el material de descarte podría ser tranquilamente compost", explica Victoria.
El diferencial está en los números. Mientras que el método tradicional —síntesis química— cuesta entre US$ 5.000 y US$ 12.000 por terapia completa, Eywa puede producir psilocibina hasta cinco o seis veces más barata. "Nosotros donde podemos mover la aguja es en el costo de la droga, no en el costo de la terapia general", aclara.
Los ensayos clínicos respaldan el potencial. En un estudio multicéntrico publicado en el New England Journal of Medicine en 2022, el 30% de los pacientes con depresión resistente mejoraron significativamente a las tres semanas de una sola dosis de 25 miligramos. "Es cuatro veces más efectivo que un antidepresivo normal para depresión resistente, tiene la mitad de la tasa de recaída después de un año y no tiene los efectos secundarios que tienen los antidepresivos", resume Victoria.
Cómo funciona una terapia con psilocibina
Una terapia con psilocibina no es tomar una pastilla y esperar. El protocolo que más se utiliza en ensayos clínicos incluye tres meses de preparación con un terapeuta que busca entender el origen de la depresión. Después viene el día de la ingesta: el paciente está en ayunas, acompañado por un terapeuta, durante cuatro a seis horas. "Va a tener efecto alucinógeno, probablemente con los ojos cerrados y una playlist específica y estudiada científicamente", detalla Victoria.
Después de esa sesión viene la integración: otros tres meses en los que el terapeuta acompaña a la persona a hacer los cambios necesarios. "Son como 80 sesiones de terapia en una. Se empiezan a atar los cabos de por qué me pasa esto, por qué siento este miedo", comenta. La dosis recomendada es de una o dos al año. "Además es muy cansador para el cerebro. Estás bajando un montón de información, estás aprendiendo mucho. Hacer eso recurrentemente no es lo que está recomendado", explica.
Según Victoria, la psilocibina no le pega al sistema de recompensa como otras drogas. "Por ende, no es que vas a querer volver a hacerlo", aclara. Bajo el efecto de la psilocibina, cuenta, el cerebro produce conexiones entre neuronas que antes no estaban comunicadas y hasta pueden nacer nuevas neuronas.
La carrera regulatoria
El mercado global de terapias con psicodélicos se proyecta entre US$ 3.800 millones y US$ 7.800 millones para 2030, según estimaciones que dependen de las aprobaciones regulatorias de la FDA y la EMA. Australia y Canadá ya tienen la psilocibina aprobada bajo prescripción psiquiátrica para depresión mayor. En Estados Unidos y Europa, más de 190 ensayos clínicos exploran el potencial de estas terapias.
Eywa ya firmó cartas de intención con farmacéuticas y centros de investigación de América Latina y Norteamérica. En seis meses, la empresa planea tener un producto de grado no farmacéutico listo para ensayos preclínicos. Entre nueve y doce meses, el producto de grado farmacéutico estaría disponible para ensayos clínicos en humanos.
"El equipo científico con el que trabajamos estuvo siempre en Uruguay. Pero más allá de eso hay un polo tecnológico muy interesante. Los costos son mucho más competitivos que hacerlo en Estados Unidos", explica Victoria sobre la decisión de tener laboratorios en Uruguay. La startup también tiene su oficina en Argentina. La decisión también responde a una lección: empresas estadounidenses similares levantaron US$ 20 millones hace años pero el mercado no estaba listo. "Cuando uno está en Latinoamérica y levanta el capital justo el que necesita, podés ir de a poco, gastando, validando y mantenerte vivo hasta que el mercado está listo".
De Coca-Cola a la biotecnología
Victoria estudió Comunicación en la Universidad de San Andrés. Trabajó en Coca-Cola, después pasó por Santander, luego estuvo en varias startups hasta fundar la suya. "Al principio me sentí un poco subestimada. La industria del emprendimiento y la industria farmacéutica no tienen tantas mujeres. Me gustaría ver más", comenta a Forbes.
"Yo tenía un montón de síndrome del impostor por estar emprendiendo en ciencia sin ser científica. Y después me enteré que hay miles como yo y que es necesaria la pata del negocio", reflexiona. "La ciencia sin capital y sin negocio no funciona. Queda en la academia, en un cajón, en una patente o en un paper. La cantidad de cosas increíbles que hay en la academia que podrían ver la luz y les falta el negocio, les falta capital. Necesitan alguien que sepa vender y atraer inversión".
Si bien nunca se imaginó que terminaría fundando una startup de salud mental, la depresión de su madre—desde los cinco hasta los dieciséis años de Victoria—la motivó a buscar alternativas. "Mi mamá al principio se curó más por la religión, por empezar a pertenecer a una comunidad y sentirse parte. Pero hace un año hizo una macrodosis de psilocibina. Y los efectos fueron increíbles", relata. "Se sintió mucho más en paz consigo misma, más agradecida. Y dejó de fumar, algo que no esperaba ni había manifestado como objetivo. Simplemente un día decidió que ya no le interesaba".
La visión en la próxima década
"Nosotros nos queremos convertir en la nueva pharma", declara Victoria sin rodeos. No quieren ser solo proveedores de farmacéuticas grandes. Quieren competir con ellas. En cinco años, se ven como líderes en la industria de los psicodélicos bajo prescripción.
En un repaso por su camino, la experiencia que más le rompió el corazón en estos tres años vino de un fondo de biotecnología de Estados Unidos. "Fui como ochenta veces a decirles: ¿puedo entrar en aceleración? Y no, no, no. No se animaron a los psicodélicos", cuenta. Lo superó yendo a otros fondos. "Y cuando te das cuenta que hay otro tipo de inversores que ven valor en vos, ahí decís: no es personal, es solo negocios. Hay un fondo para cada uno. Simplemente hay que buscarlo".
La conversación más incómoda con Draper llegó cuando el multimillonario le cuestionó si vendería la empresa. Victoria describe esta pregunta como "tremendamente desafiante", y explica que "hubo varias adquisiciones de empresas psicodélicas por firmas farmacéuticas". Sin embargo, expresa sus inquietudes: "Todavía me queda la duda de si una empresa de psicodélicos y de salud mental operaría bien dentro de una farmacéutica tradicional. El modelo farmacéutico separa la droga de la terapia. En el caso de los psicodélicos no es así".
Por ahora, Eywa se enfoca en hacer bien las drogas. Y en desarrollar un software para psicólogos y psiquiatras que puedan hacer mejores prácticas y tener mejor trazabilidad de sus terapias con psicodélicos. La empresa también sumó a Pablo Salaverría, que viene de otra empresa biotecnológica invertida por Tim Draper llamada Etam. "Todo lo que antes tardaba tres semanas en hacerse ahora tarda un día", comenta Victoria sobre la llegada de Pablo.
Tres años atrás, Victoria le pidió un consejo a Draper en un evento. Hoy, el inversor lidera la ronda más grande que levantó la empresa. En algunos meses, las primeras dosis de Eywa estarán listas para ensayos preclínicos. En algunos años, quizás un psiquiatra en Buenos Aires, México o Toronto pueda recetar una terapia con psilocibina producida en Uruguay. Y quizás, como le pasó a la madre de Victoria, el cambio llegue de donde menos se espera.