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Debate: ¿se está perdiendo la fe en el sistema financiero de EE.UU.?

Mike O'Sullivan

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Las señales de desconfianza se acumulan y el pasado ofrece una advertencia clara: cuando las malas prácticas dominan, el capital y el talento tienden a huir.

2 Mayo de 2025 08.00

Había planeado escribir sobre universidades esta semana. Sin embargo, mientras paseaba por la City de Londres, me sorprendí —o, mejor dicho, casi me escandalicé— al encontrarme con Trump Street. Unos pasos más adelante, me divertí aún más al ver que está justo al lado de Russia Row.

Mi primer pensamiento fue que esto debía formar parte de algún plan de la clase dirigente británica, organizado de cara a la visita del presidente estadounidense Donald Trump a Londres en septiembre. Imaginé que la intención era hacer un acto en el cercano Guildhall y, como gesto, anunciarle al mandatario que una calle cercana llevaba su nombre.

Ahora bien, en realidad, la calle Trump recibió su nombre porque, en el siglo XVIII, varios fabricantes de trompetas —"trumpets" en inglés— vivieron en esa zona. Pero dejemos ese dato histórico de lado por un momento.

Más allá de esa explicación, lo que realmente me llamó la atención fue una coincidencia mucho más significativa: la cercanía de Trump Street con Gresham Street.

Sir Thomas Gresham fue un comerciante y financiero en el Londres del siglo XVI, en una época en la que los cafés de las calles que rodeaban la Bolsa Real de Londres eran la base de lo que hoy conocemos como la City. Gresham tuvo un rol clave en la economía de la reina Isabel I, y su emblema, un saltamontes, todavía se puede ver en varios rincones de la City. De hecho, hay un saltamontes dorado gigante en el techo de la Bolsa Real. Si te animás a subir, podés verlo de cerca.

Thomas Gresham Royal Exchange
 

Aunque la huella de Gresham todavía se puede ver por toda la ciudad, se lo recuerda sobre todo por la Ley de Gresham, que lleva su nombre y sostiene que "el dinero malo expulsa al bueno". 

Esta ley, que retoma observaciones similares hechas por Copérnico y otros científicos a lo largo de la historia, se basa en la idea de que, en una economía donde las monedas tienen el mismo valor nominal, pero están hechas con diferentes metales base —por ejemplo, níquel y cobre—, los comerciantes tienden a acumular las monedas fabricadas con el metal más valioso y a dejar en circulación las de menor calidad. 

Así, las monedas malas siguen circulando, mientras que las buenas se guardan o se remonetizan. Desde el punto de vista económico, esta dinámica se da únicamente cuando todas las monedas, más allá de su calidad, tienen el mismo valor nominal.

Sir Thomas Gresham
 

A diferencia de lo que pasaba en el siglo XVI, hoy las monedas tienen la misma consistencia física y, en general, existen pocos incentivos para que la gente raspe pedazos de ellas. (Históricamente, las monedas tienen bordes dentados justamente para evitarlo). Sin embargo, en términos generales, la Ley de Gresham todavía se puede aplicar a distintos ámbitos.

Pensemos, por ejemplo, en cómo los productos baratos —fabricados en condiciones laborales cuestionables— terminaron expulsando del mercado a actores de mejor calidad. O en cómo, en los años previos a la crisis financiera mundial, las instituciones financieras de baja calidad, que ofrecían condiciones crediticias demasiado generosas, hicieron que los bancos más sólidos dejaran de prestar. En ambos casos, la regulación y la vigilancia de los mercados son necesarias para evitar que los actores "malos" saquen ventaja sobre los buenos.

Las redes sociales ofrecen otro ejemplo claro: muchas veces, las tonterías prosperan a costa de la información valiosa.

Además, la idea detrás de la Ley de Gresham también se puede aplicar a la política. En muchos países, parece que los actores políticos con opiniones extremas y modos de actuar cuestionables están desplazando a los "buenos", en el sentido de que la mayoría de la gente común se horrorizaría ante la idea de lanzarse a una carrera política.

Donald Trump
 

Imagino que los lectores ya habrán adivinado que mi argumento apunta a Washington. El mal comportamiento, las malas ideas y las malas políticas se están expandiendo en la vida pública, en la economía y en los mercados, para sorpresa de muchos fervientes partidarios de Trump.

Lo que todavía no está claro es si esto va a provocar una fuga de capital y talento desde Estados Unidos, o si habrá una reacción en contra.

Cuando Gresham describió cómo el dinero malo expulsa al bueno, su objetivo era evitar la devaluación de la moneda —el chelín—, que, cuando Isabel I asumió el poder, ya estaba muy deteriorado. En 1560, la reina nombró a Gresham como una especie de ministro de finanzas. En menos de un año, logró retirar las monedas "malas" de circulación y las reemplazó por dinero hecho con metales preciosos. Ese cambio representó una mejora drástica en la posición de Gran Bretaña como potencia comercial y económica.

La lección de todo esto debería ser muy clara hoy. Como cierre, resulta interesante observar —si lo miramos desde la lógica de las monedas y el dinero— que la relación entre el oro (un metal precioso) y una materia prima cíclica como el cobre es la más ajustada desde, por lo menos, la década de 1980. Eso sugiere que, al menos en los mercados, la Ley de Gresham todavía está presente.

 

 

Nota publicada en Forbes US. 

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