En el Ártico noruego, hay un archipiélago llamado Svalbard, probablemente el lugar de Europa donde es más fácil instalarse sin necesidad de visado. Te contamos dónde queda, cómo se vive y por qué podrías considerar mudarte.
Svalbard gana terreno en el turismo del Ártico
Ubicado entre Noruega y el Polo Norte, aproximadamente entre los paralelos 74° y 81° norte, en pleno océano Ártico. Longyearbyen, su ciudad principal, queda a mitad de camino entre Tromsø y el Polo, y es una de las más australes del planeta. En invierno, no sale el sol durante semanas; en verano, no se pone.
El archipiélago es famoso por sus osos polares, morsas, zorros árticos, renos y aves marinas. Durante el verano, los cruceros se enfocan en el avistaje de ballenas; en invierno, el principal atractivo es la aurora boreal.
Como en otras zonas accesibles del Ártico, el turismo crece, pero una nueva legislación ambiental busca limitar el ingreso a áreas y puertos frágiles, y evitar el contacto entre humanos y la fauna salvaje, en especial los osos polares. Aunque más estrictas, estas reglas podrían mejorar la experiencia para quienes visitan Svalbard: permitirían observaciones más valiosas y sostenidas de animales en su hábitat.
Un dato curioso: en Longyearbyen está prohibido tener gatos, para proteger a las aves locales.
¿Por qué se puede vivir en Svalbard casi sin visado?
Las reglas de acceso abierto en Svalbard se explican por un tratado firmado en París el 8 de febrero de 1920. Durante las dos décadas previas, el archipiélago funcionó como una especie de tierra de nadie, cada vez más codiciada por motivos científicos y comerciales.
La Primera Guerra Mundial interrumpió cualquier intento de definir su soberanía, pero el proceso de paz posterior ofreció la oportunidad ideal. En ese contexto, Noruega recibió el control del territorio con una condición: que todas las personas tuvieran el mismo derecho de acceso.
El Tratado de Svalbard estableció que los ciudadanos de los países firmantes podían vivir, trabajar y hacer negocios en igualdad de condiciones. Ese derecho está por encima de los requisitos migratorios que pueda imponer Noruega. Aun así, quienes deciden instalarse deben demostrar que tienen medios para mantenerse, incluyendo cobertura médica y gastos básicos, además de respetar la ley.
El Tratado de Svalbard fue firmado inicialmente por nueve países: Noruega, Estados Unidos, Dinamarca, Francia, Italia, Japón, Países Bajos, Suecia y el Reino Unido. Con el tiempo, se sumaron alrededor de 40 estados, entre ellos Rusia, China, Alemania, España y varios miembros de la Unión Europea.
La paradoja del acceso sin visado en Svalbard
Una de las curiosidades más destacadas de Svalbard es que el archipiélago no tiene controles de visado ni pasaporte, lo que convierte a esta zona en una de las pocas en Europa con acceso libre para todos.
Sin embargo, viajar a Svalbard de forma independiente no es tan sencillo. Dado que Noruega forma parte del espacio Schengen, la mayoría de los viajeros necesitan un visado o pasaporte Schengen válido para ingresar, lo que complica el acceso directo al archipiélago.
En teoría, no se requiere visado para vivir en Svalbard, pero en la práctica, cualquier persona que tenga derecho a ingresar en Noruega puede residir allí, independientemente de su nacionalidad o estado de visado o permiso de residencia.
No hay ferrocarril ni vías férreas en Svalbard, por lo que el acceso debe realizarse por mar o aire. La mayoría de los vuelos parten desde Oslo (OSL) o Tromsø (TOS) y llegan al Aeropuerto de Longyearbyen (LYR). Longyearbyen, la ciudad principal, tiene unos 3.000 residentes permanentes y se encuentra en la isla de Spitsbergen, la más grande del archipiélago.
Otra manera de llegar a Svalbard es tomar un crucero durante el verano, cuando el hielo ártico se derrite lo suficiente como para permitir la navegación. También existen empresas de expediciones que ofrecen tours organizados hacia la región.
Las dificultades para acceder al archipiélago exponen el impacto ambiental que implica instalarse allí. Las importaciones y el transporte son protagonistas del paisaje, por razones evidentes. Volar desde Europa continental o desde destinos más lejanos, o bien llegar en crucero, genera emisiones por persona extraordinariamente altas.
Nota publicada por Forbes US
