Los influencers no son una moda, son una expresión de la Cultura de la Influencia, una expresión de la comunicación de hoy. Las plataformas sociales trajeron una ruptura con la concentración de audiencias que llegó para quedarse y se intensificó este año con el contexto de pandemia global, que impactó a nivel local.  

Es cierto que cada red social acumula millones de usuarios, pero esos usuarios consumen contenidos muy dispares y cada generación trae consigo una nueva red y una nueva forma de generar contenidos.

Hoy, cada mensaje que llega está intervenido por distintas personas: se acabó la época de los mass media; hoy, esas intervenciones se dan por los influencers, volviendo al “boca a boca”, con contenido customizado para cada público, segmento o target.

En Argentina, se cree que hay 1 millón de cuentas de instagramers con más de 5.000 seguidores que aumentaron en gran parte por la pandemia así como también aumentó la inversión de las marcas en Influencers en un 60% aproximadamente.  

A medida que pasa el tiempo, vemos cada vez más influencers de nicho, con saberes muy específicos que son clave en la generación de contenido que muchas veces es amplificado por otros de mayor alcance, más generalistas.

Viendo ese crecimiento, el Gobierno Nacional está tratando La Ley de Influencers, que puede sumar si es bien tratada ya que la transparencia va a beneficiar al mercado. Es clave en este sentido no meterse con la libertad de expresión y no olvidar que esto se hace para cuidar al consumidor. Las plataformas tienen que brindar herramientas para ayudar a implementar las autoregulaciones para que la relación entre influencers y clientes sea 100 por ciento transparente.

El influencer dejó de ser una moda, es un ingrediente más en la comunicación de una  marca y es el último eslabón de la cadena que construye contenidos orgánicos, lo que juega un rol muy importante es todas las comunicaciones que las empresas generan hacia sus públicos externos.