Cuántos millones de dólares invirtió Eduardo Costantini en pandemia
En el último año, invirtió USD 25 millones de dólares en un conjunto de veintiún obras centrales para el arte de la región. La mayoría de las piezas pertenecían a colecciones privadas y volverán a exhibirse públicamente después de treinta años.

En el marco de la primera subasta “livestream” de Sothebys, que se organizó en  junio 2020 y en simultáneo desde New York, Londres y Hong Kong, Eduardo F.  Costantini, fundador del Malba, logró incorporar a su colección dos obras maestras  del arte latinoamericano: Omi Obini (1943) de Wifredo Lam por USD $9.6 millones  de dólares y Armonía (Autorretrato sugerente) (1956) de Remedios Varo por USD  $6.2 millones de dólares. Ambas piezas marcaron el precio máximo para cada artista. 

En la misma subasta, también compró Autorretrato (1951) de la poeta y pintora  surrealista Alice Rahon y Paisaje cubano (1943) de Mario Carreño, figura de la  vanguardia cubana junto a Lam, dos artistas que reimaginaron las innovaciones  pictóricas modernas para representar la cultura de su propia tierra.  

Bajo el lema “El espíritu de vanguardia”, la subasta presentó un conjunto único de  obras de arte moderno y del surrealismo latinoamericano, que excepcionalmente  aparecen en venta.  

Es muy difícil que aparezcan en el mercado este tipo de obras superlativas y  cuando lo hacen, intento comprarlas porque pueden pasar cincuenta años hasta  volver a verlas”, explica Eduardo Costantini, que sostiene una política consistente de  coleccionismo desde hace cincuenta años. “Con foco en el arte moderno  latinoamericano, mi objetivo siempre fue reunir las mejores piezas del mejor período  de los artistas centrales de la región”, sintetiza. Las obras surgen de una búsqueda y  estudio sistemático, y de múltiples procedencias: subastas, galerías, colecciones  privadas y de los propios artistas y sus familiares. 



Otro conjunto de las adquisiciones recientes está integrado por dos obras centrales  de la modernidad brasileña: la pintura Urso (1925) de Vicente do Rego Monteiro y la  escultura Tocadora de banjo (1925), de Victor Brecheret. Ambos artistas participaron  en la Semana de Arte Moderno, realizada en el Teatro Municipal de São Paulo en  febrero de 1922, un momento clave en la renovación del arte de Brasil. De formas  sintéticas, Urso de Rego Monteiro muestra tanto el “estado de espíritu nacional”  como el impulso hacia el “arte nuevo” que, según el mítico crítico Mário de Andrade,  caracterizó al modernismo brasileño.  

Armonia (autorretrato sugerente) (1956), de la española exiliada en México, Remedios Varo



También de Brasil se destacan entre las últimas adquisiciones piezas de Rubens  Gerchman, Elevador Social (1966), y de Antonio Dias, Maquete para o meu espelho (1964), que proponen una mirada a los años sesenta en perspectiva  latinoamericana, y tres obras del poeta concreto Augusto de Campos: Ojo por ojo,  SS y El anti-ruido creadas en 1964 y parte de la serie de los popcretos (1964-65). En  este último caso, las obras provienen del acervo del artista. 

Alejandro Otero es otra de las figuras que se suma a la Colección Costantini con dos  obras de su serie Coloritmos, realizada entre 1955 y 1966. Obras visualmente  impactantes que muestran el modo en el que Otero experimentó con el espacio y la  percepción a través de la luz y el color.  


 



En la misma subasta, el empresario y fundador de Nordelta también compró "Autorretrato" (1951) de la poeta y pintora surrealista Alice Rahon y "Paisaje cubano" (1943) de Mario Carreño, figura de la vanguardia cubana junto a Lam, dos artistas que reimaginaron las innovaciones pictóricas modernas para representar la cultura de su propia tierra.

Omi Obini (1943), del artista cubano Wifredo Iam



La mayoría de estas adquisiciones estaban en colecciones privadas, fuera del  circuito y no se exhibían públicamente desde hace más de treinta años. Por ejemplo,  Omi Obini de Lam se mostró por última vez en 1992/93 en el Reina Sofía en Madrid  y en la Fundación Miró de Barcelona. En el caso de la obra Armonía de Remedios  Varo se presentó por última vez en la Academia Nacional de Ciencias de NY y  Washington en 1986.  

De esta manera, se abre la posibilidad de exhibir estas obras en Buenos Aires y de  concretar préstamos a otras instituciones internacionales, permitiendo así su acceso  y disfrute al público general y colaborando con la investigación y difusión de los  artistas y sus producciones.  

Esta activa política de coleccionismo por parte de Eduardo Costantini está alineada  a un proyecto de inversión social como es el Malba, que a la fecha demandó un  presupuesto de más de USS 300 millones de dólares. Un compromiso a largo plazo  que transformó la vida cultural de Buenos Aires y el próximo 21 de septiembre  celebra sus veinte años.


 

autorretrato (1951) de la poeta y pintora surrealista Alice Rahon


Estas obras se suman a grandes adquisiciones que Eduardo Costantini realizó en  los últimos años. En mayo de 2016, marcó otro récord para el arte latinoamericano  en una compra privada (por intermedio de Philips) valuada en USD 17.5 de dólares  por la pintura Baile en Tehuantepec (1928) de Diego Rivera, uno de los lienzos más  grandes que el gran muralista mexicano pintó durante su vida. La obra fue exhibida  en diferentes instituciones en Europa y Estados Unidos y desde 2017 se presenta en  la exposición de la Colección Malba. En 2020 se presentó en la exhibición Vida  americana del Whitney Museum. 

En mayo de 2019, compró la obra Simpatía (La rabia del gato) de Remedios Varo  por USD 3.13 millones de dólares en la subasta de Christie's en Nueva York. La  pieza se encontraba en una colección privada desde 1971 y en 2020 y 2021 integró  la exposición de Remedios Varo, Constelaciones, en Malba. 



 

El empresario creador del famoso barrio cerrado de la zona norte del Conurbano también se metió de lleno en la polémica por los carpinchos en el lugar.

A través de su cuenta de Instagram, Costantini sentó su posición a favor de los roedores que fueron tendencia en las redes sociales: "¡¡Los Carpinchos son seres indefensos y divinos que necesitan el cuidado y el amor de todos nosotros!!". 


 


 

Con un breve mensaje, en medio de idas y vueltas de vecinos disconformes por la convivencia con parte de la fauna del lugar, el impulsor del barrio Nordelta marcó el terreno y defendió a los roedores.