Por qué Alemania cierra sus últimas centrales nucleares pese a la crisis energética por la guerra en Ucrania
A 62 años de la entrada en funcionamiento de la primera planta nuclear comercial, la principal economía del continente desconecta de la red eléctrica los rectores en Isar 2, Neckarswestheim y Emsland, en una medida que generó reacciones encontradas.

Alemania abandona este sábado definitivamente la energía nuclear al desconectar sus últimas tres centrales activas, en una decisión tomada por una combinación de factores históricos y medioambientales que no fue revertida pese a la crisis que generó en Europa el veto a las importaciones de gas ruso por la guerra en Ucrania.

En la icónica Puerta de Brandeburgo en Berlín coincidieron hoy activistas de Greenpeace, que instalaron la figura de un sol con una espada en mano sobre una réplica de un dinosaurio derrotado, y de la asociación Nuklearia, a favor de la energía nuclear a la que defienden como "barata, limpia y al servicio de los ciudadanos".

Dentro de la coalición de Gobierno también hay choques: la ministra de Medio Ambiente, Steffi Lemke, del partido Los Verdes, dijo que "el abandono de la energía nuclear hace que el país sea más seguro", mientras que el titular de la cartera de Finanzas, el liberal Christian Lindner, consideró que "es un error estratégico" desmantelar las plantas, ya que anula la posibilidad de "ponerlas en marcha en los próximos años" de ser necesaria esa fuente de electricidad.

"Hay varias razones históricas que explican la reticencia de Alemania hacia la energía nuclear. Una es que se vio directamente afectada por la lluvia radiactiva del accidente de Chernobil debido a la dirección en que soplaban los vientos. Una segunda es que se convirtió en un país fuertemente pacifista como consecuencia de su responsabilidad durante la Primera y, sobre todo, la Segunda Guerra Mundial", explicó a Télam Miranda Schreurs, docente de Medio Ambiente y Política Climática en la Universidad Técnica de Múnich.

Otro factor que indicó la académica está vinculado al fuerte sentimiento antinuclear que surgió del temor a un conflicto de este tipo durante la Guerra Fría, en un país que por esa época estuvo partido en dos: "A muchos ciudadanos les preocupaba que una guerra nueva y realmente catastrófica pudiera desarrollarse en Europa y que Alemania fuera la zona cero".

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Los Verdes y los socialdemócratas que hoy forman parte del gobierno de coalición (junto a los liberales del Partido Democrático Libre) ya fueron socios en 2002, cuando el entonces canciller Gerhard Schröder firmó la ley para abandonar progresivamente la energía nuclear (desde entonces se cerraron 16 de los 19 reactores que estaban activos) y que su sucesora, Angela Merkel, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), decidió acelerar en 2011 tras la catástrofe de Fukushima en Japón.

"Luego de Chernobil se nos aseguró que ese tipo de accidente solamente ocurrió porque era en una central de la era soviética, pero se produjo Fukushima. Y con cada nuevo accidente, la sociedad pierde confianza", Indicó Schreurs, que formó parte del equipo designado por Merkel para avanzar con una energía más segura.

El corte al suministro de gas ruso como consecuencia de la guerra en Ucrania postergó levemente los planes sobre el fin de las centrales nucleares, previsto originalmente para el 31 de diciembre pasado, y obligó a tener que esperar los resultados de la prueba piloto del primer invierno boreal sin ese hidrocarburo del cual Alemania era muy dependiente para calefaccionar las casas y mover la maquinaría de sus poderosas industrias.

Pese a este nuevo contexto, según Schreurs no existen riesgos de cortes masivos por la desconexión de los reactores: "Alemania produce más electricidad de la que consume, por lo que puede haber una pequeña reducción de las exportaciones, pero en los últimos meses la energía nuclear sólo representó cerca del 3% de la generación de electricidad (frente a casi el 30% en los años 80)".

 

"El sistema energético europeo podrá hacer frente al próximo invierno, pero sin las centrales alemanas el colchón es más pequeño", comentó a esta agencia Georg Zachmann, experto en política energética, al analizar el impacto que podrá tener la decisión de Berlín en reducir la venta de excedente eléctrico a sus socios de la región.

Aunque las organizaciones medioambientales respaldan el abandono a la energía nuclear, el país todavía está lejos de rectificar su rumbo de cara a lograr sus ambiciosos objetivos climáticos: el carbón representa aún un tercio de la producción eléctrica, con un alza de 8% el año pasado para compensar la ausencia de gas ruso.

Existe una previsión de detener todas las centrales del país que funcionan con carbón en 2038 a más tardar, con una primera ola de cierres en 2030, pero para lograr esto necesita acelerar el incentivo de la energía renovable.

"Alemania tiene planes para su sistema eléctrico que permitirían deshacerse de las centrales eléctricas de carbón, sustituyéndolas por enormes inversiones en generación eólica y solar integradas en una infraestructura de almacenamiento y transmisión masivamente mejoradas", explicó Zachmann, analista de Brugel, un think tank con sede en Bruselas que se especializa en economía europea.

Esta política va contra la corriente respecto al de otras potencias que todavía apuestan a la energía nuclear bajo los argumentos de no producir emisiones de carbono (aunque sí desechos radioactivos) y de su bajo costo una vez realizada la inversión inicial: Estados Unidos con 92 reactores y China con 57 encabezan la lista de los 32 países (entre los que está la Argentina) que tienen centrales activas.

Dentro de Europa, Francia tiene 56 reactores, lo que lo convierte en el país con más energía de origen nuclear por habitante en el mundo, y el presidente Emmanuel Macron anunció la construcción de al menos seis más en las próximas décadas.

Reino Unido, en tanto, tiene nueve reactores en funcionamiento, la mayoría en ciclo final, y hasta 2050 planea construir ocho.

"Mientras Alemania desconecta centrales existentes que podrían seguir suministrando energía a un costo relativamente bajo, otros países están construyendo nuevas centrales nucleares extremadamente caras, cuando parece haber alternativas más baratas como la energía eólica marina", apuntó Zachmann.

"Por tanto, tanto los países europeos más favorables a la energía nuclear como los más contrarios a ella no parecen guiarse por una racionalidad puramente económica", concluyó.

  • Por Camil Straschnoy para Télam