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Mi vida en la red

Natalia Notar Directora Académica de la Lic. en Medios de la UAI

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18 Mayo de 2022 17.59

Todos los 17 de mayo, desde 2005 y por iniciativa de la Asociación de Usuarios de Internet, se celebra el Día Internacional de Internet. Efeméride que resultó avalada globalmente por las Organización de las Naciones Unidas y renombrada oficialmente como “Día Mundial de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información”.

A diferencia del día de la ciberseguridad que busca alertar y concientizar sobre los riesgos que existen en la red, esta fecha tiene como fin destacar las oportunidades que las nuevas tecnologías ofrecen, así como, promover su uso y accesibilidad igualitaria de la población mundial. Por eso, invito a darnos el tiempo de pensar qué rol ocupa en nuestras vidas esta herramienta que ha cambiado profundamente la forma en la que vemos y nos relacionamos con el mundo.

Así como celebramos tradicionalmente el clásico día de la madre, padre o maestro; en distintos países van surgiendo cada vez más conmemoraciones para causas no habituales como, por ejemplo, en China que cada año celebra el “Single Day” que homenajea a los solteros ofreciéndoles descuentos especiales, al estilo “cyber day”. Estos fenómenos responden a parte de aquello que trae consigo la modernidad: empezar a poner en valor cuestiones diferentes al status quo, reivindicando y celebrando la diversidad; en lo que considero que Internet obtuvo casi un papel protagónico para permitirlo. Y así es como, inevitablemente, sumó un motivo más para ganarse un lugar en este momento histórico y su propio día festivo. 

En los años 90, desde que Internet deja de ser meramente de uso privado para empresas y  se convierte en una herramienta de fácil acceso masivo, paradigmáticamente se mete por los poros de todas las sociedades para revolucionar la forma en la que nos informamos, relacionamos, compramos  entretenemos y educamos. Y en este último es donde particularmente quiero detenerme: a mi parecer, lo más interesante de esta herramienta tiene que ver con cómo reconfiguramos constantemente nuestros procesos cognitivos. El único antecedente significativo, en la historia de la humanidad, de “un lugar” como conglomerado de información en el que pudiésemos depositar o revisar datos importantes es en la gran enciclopedia del iluminismo; en la actualidad lo es Internet. Entonces, hoy en un mundo 3.0, cuando diseñamos procesos pedagógicos o pensamos en secuencias didácticas en los colegios y/o universidades, entendemos que hay un espacio donde todo está guardado y puede ser consultado, en cualquier momento y desde cualquier lugar del mundo, tan sólo con un dispositivo móvil. Acostumbrados a una modalidad tan contrapuesta, como lo era asistir a la biblioteca pública y revisar entre millones de libros y enciclopedias para recabar algo, durante mucho tiempo -como todo lo novedoso- nos asustó. Y es que la educación, con su tradición memorista y de repetición, creía que esto podría resultar negativo. Hoy, habiéndolo integrado en el quehacer de nuestra vida diaria, empezamos a valorar esas facilidades y potencialidades que nos brindó para posicionarnos en este momento socio histórico como colectivo de usuarios.

Es así, como empezamos a entender que todos los dispositivos y aplicaciones que funcionan a través de Internet, y los procesos para llevar adelante nuestras actividades - como acceder a tesis globales para construir nuevo conocimiento- nos hacen y constituyen a cada uno de nosotros en nuestro SER del 2022 y de los años venideros. Aquí quiero destacar también que así como el dispositivo nos hace a nosotros, nosotros también hacemos al dispositivo; y es que, se trata de un diálogo constante que -afortunadamente- depende 100% de nuestra responsabilidad para que este vínculo resulte constructivo. 

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Partiendo de la premisa de que Internet tiene un lugar central en nuestras vidas, nos trajo muchas soluciones -y como todo cambio en la sociedad- también nuevas problemáticas y desafíos. Internet aún es joven, adolescente, centennial; por lo cual hay cuestiones que ocurren allí que aún no están legisladas. Estamos en un momento de moldear y ver cuáles son los aspectos de Internet para que sus funcionamientos no sean solamente perjudiciales, tal como lo detectamos al ver que todo está diseñado para que nos quedemos en red el mayor tiempo posible sirviendo de nuestra atención, como el nuevo capital, al modelo de negocios de las compañías más relevantes.

Es inminente reflexionar sobre los asuntos esenciales de este nuevo Dios que vanagloriamos para que en la próxima etapa que viene, en su faceta más adulta, empecemos a pensarla como un espacio más ético, saludable y diverso para encontrarnos en un lugar más positivo como sociedad. Para eso, estoy convencida que esto es y sólo puede ser teniendo un lugar a mano como internet. 

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