Luego del pico emocional del logro, muchos profesionales vuelven a su estado habitual de ánimo, o incluso expresan una profunda sensación de vacío y desorientación.
¿Cuántos líderes operan con radares activos? ¿Y cuántos siguen guiando a ciegas por intuición o por mera repetición de patrones antiguos? De esta tensión nace el modelo VIGÍA 360: un sistema de escaneo continuo para el liderazgo de alta precisión, que lo he ajustado junto con cientos de ejecutivos en los últimos cinco años. El nombre es el acrónimo de Vigilancia, Inteligencia, Gestión, Ímpetu y Atención.
El término refleja la idea central: el estilo de liderazgo más efectivo depende de la situación concreta. No existe un modo único de dirigir que sirva para todas las personas y contextos.
Como escribió Lao Tzu, maestro chino del siglo VI antes de Cristo: "El mejor líder es aquel cuya existencia apenas se percibe". Tanto la piedra como la persona comparten una verdad: su valor no nace de un momento, sino de un largo camino de presión, transformación y pulido.
Este fenómeno va más allá de una simple cuestión de edades. Se trata de mentalidades formadas en contextos históricos, sociales y tecnológicos distintos, que modelan actitudes frente al trabajo, la autoridad, la innovación y el sentido de propósito.
En el actual ecosistema social, ético y digital, hay cinco conceptos fundamentales que marcan la diferencia entre un liderazgo sostenido y una caída estrepitosa.
La responsabilidad afectiva empresarial es un cambio de paradigma que redefine la interacción de las empresas con su gente y sus resultados. Claves de una tendencia que va más allá de la Inteligencia Emocional.
Esto se da en medio de una era en la que la palabra "liderazgo" es tan usada como vaciada de contenido, porque actualmente se multiplican los expertos que disertan sobre cómo dirigir personas, construir cultura, inspirar a otros o resolver crisis... sin haber atravesado jamás esas experiencias en carne propia.
La primera reacción de muchos líderes es justificarlo: "Era cuestión de tiempo", "le hicieron una oferta imposible de igualar", "no encajaba en la cultura". Aunque detrás de estas frases hechas hay una realidad incómoda: muchas veces, la salida de un talento clave tiene más que ver con el liderazgo que con la empresa o la oferta externa.
La indolencia laboral revela una desconexión emocional en el equipo. Por qué ocurre este fenómeno y de qué manera los líderes pueden transformarlo para revitalizar el compromiso y la innovación.
El 73% de las empresas fracasan en responder rápidamente a los cambios de mercado debido a estructuras internas rígidas o descoordinadas, síntomas equivalentes a un sistema nervioso sobrecargado o mal calibrado
Esta transición, lejos de ser sencilla, se asemeja muchas veces a un salto al vacío donde los desafíos pueden ser tan o más intensos que los que enfrentaban en sus roles anteriores.
En el viaje metafórico que propone "El Alquimista", encontramos enseñanzas profundas que pueden transformar la forma de liderar, de relacionarnos, y de llevar adelante lo personal y profesional, con propósito, coraje y autenticidad.
Así como cuidamos el medio ambiente eliminando elementos contaminantes, en la comunicación podemos depurar nuestro lenguaje de expresiones restrictivas, automáticas o limitantes que bloquean el diálogo, generan barreras o producen emociones negativas.
Más allá de indagar sobre habilidades técnicas y experiencia, los buenos reclutadores generalmente combinan con tácticas sutiles e inesperadas para observar comportamientos, detectar patrones y, en última instancia, revelar la verdadera naturaleza de los candidatos.
Un informe reciente de McKinsey advierte que los líderes egocéntricos, aunque eficaces en contextos de crisis donde el control centralizado parece crucial, erosionan la moral del equipo y desincentivan la creatividad en entornos más dinámicos.