Forbes Argentina
28 Noviembre de 2022 21.00

Sebastián Fest

De Haití a Bangladesh, el soft power de Messi y la Selección que la Argentina no termina de aprovechar

"Es algo curioso, ¿verdad? Desafía la lógica, ¿verdad? ¿Por qué este país en medio de Asia, tan lejos de Sudamérica, está tan obsesionado con esta rivalidad futbolística? Es difícil de explicar", dice Nofel Wahid es un bangladeshí fanático de la Selección.

Nofel Wahid es un bangladeshí fanático de la selección argentina de fútbol. En 2014, cuando Brasil perdió 7-1 con Alemania, él y otros compatriotas enamorados de Lionel Messi compraban botellas o latas de 7Up y se paraban a beberlas delante de otros bangladeshíes. Hinchas de Brasil, en este caso.

"Bangladesh es un país grande en términos de población, 170 millones, y se puede dividir prácticamente por la mitad en términos de aficionados a Argentina y a Brasil (...). Es algo curioso, ¿verdad? Desafía la lógica, ¿verdad? ¿Por qué este país en medio de Asia, tan lejos de Sudamérica, está tan obsesionado con esta rivalidad futbolística? Es difícil de explicar", dijo Wahid en estos días al "Washington Post".

Artistas de Bangladesh trabajan en un mural en una calle de Dhaka, Bangladesh
Artistas de Bangladesh trabajan en un mural en una calle de Dhaka, Bangladesh

El fanatismo de incontables de bangladeshíes por la Argentina y Messi volvió a hacerse patente tras el 2-0 sobre México, cuando decenas de miles de personas salieron a festejar por las calles de Daca, la capital, y otras ciudades del octavo país más poblado del mundo.

Lo mismo se vivió en esas horas en Haití, el país más pobre de América y uno de los más desiguales del mundo: miles y miles de haitianos, muchos de ellos vistiendo camisetas de la selección, sufriendo el partido y gritando los goles en fiestas callejeras en las que la vista se clavaba no en una pantalla gigante, sino en un televisor que mostraba las acciones en el Mundial de fútbol de Qatar 2022.

"La de los haitianos y la selección argentina de fútbol es una historia de amor que se remonta a mucho antes de que apareciera Messi", explicó a Forbes Argentina el jefe de redacción del perióico "Le Nouvelliste", Frantz Duval.

Frantz Duval.
Frantz Duval.


"Y aunque es cierto que la mayoría de los haitianos apoyan a Brasil, los que no lo hacen son de Argentina. A fines de los '70 hubo argentinos jugando en el campeonato haitiano, y luego llegó el Mundial 78. Muchos haitianos se enamoraron de Argentina. Y luego llegó Diego Maradona, y luego Messi".


En el caso de Bangladesh, la pasión por el fútbol en un país que ama el cricket comenzó a crecer en los '80. Tanto fue así, que Argentina y Brasil se repartían los fans. El hecho de que la Argentina de Maradona derrotara a Inglaterra en México 86 hizo que muchos en el país asiático se volcaran a la albiceleste: estaba muy fresco aún el recuerdo de la independencia y del Reino Unido como potencia colonial. 

Y así como sucede en Bangladesh y Haití, también se da en Pakistán y, en menor medida, en la India: países pobres y muy poblados que disfrutan y sufren en sintonía con argentinos a miles de kilómetros a los que no conocen ni probablemente conocerán. 

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"El valor del poder blando argentino es, como otras cosas, bastante más potencial que real Es difícil trasladar atributos positivos de un país, como prestigio, admiración deportiva o talento, a, por ejemplo, más comercio. Pero sí es una excelente base, porque genera conocimiento del país, curiosidad, y predisposición positiva", explicó a Forbes Argentina Tomás Kroyer, Subsecretario de Relaciones Institucionales y Diplomacia Pública de la Cancillería durante el gobierno de Mauricio Macri

 

"Que yo sepa - aunque tal vez sí ocurre - no hay coordinación entre la AFA y el gobierno nacional para usar a la selección como herramienta de soft power y que ayude a abrir mercados. Lo de Bangladesh es claro: es un país relativamente pobre, pero con una población de más de 166 millones y que crece. Nos aman por el fútbol, y estoy seguro que con una banderita en el paquete preferirían galletitas de Arcor que de otra marca".
 

Cuando se habla de "soft power" en el Palacio San Martín, la lista va más allá del fútbol, de la selección, de Messi. Aparecen el tango y el malbec, por ejemplo, el Teatro Colón, el juicio a las Juntas Militares, las Cataratas del Iguazú o la carne. No hay potencia económica ni militar en el sur del sur, pero hay poderes blandos que aprovechar.

Argentinos, Messi, Qatar 2022
 

"Argentina tiene mucho de eso, y no sólo fútbol en cuanto a deportes. Somos referentes en rugby, polo, tenis y bastante admirados en el basquet. Cada uno de esos deportes tiene fanáticos detrás en todo el mundo, que conocen a Argentina por eso".

 



Pero el fútbol, es cierto, tiene un alcance incomparable. Se ve en el nordeste de Brasil, con niños que visten la camiseta de Messi, y no precisamente la del Barcelona o Paris Saint Germain. O en Santiago de Chile, donde Benjamín, un niño de ocho años., repite orgulloso el nombre completo -"Lionel Andrés Messi"- mientras pergeña estrategias para hacerse con la figurita que le falta en su álbum Panini, la del ídolo argentino.

 

El valor del fútbol como "abrepuertas" e igualador es bien conocido por el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. La primera vez que expuso ante una Cumbre del G20 fue por invitación del entonces presidente Mauricio Macri, otro muy buen conocedor de lo que el fútbol permite.

Infantino
Infantino

Infantino, que llevaba solo un año y medio en el cargo, dio un discurso acerca de cómo el fútbol une a los pueblos y del papel que el G20 podría jugar en eso. Los escucharon con amabilidad, pero sin excesivas pasiones.

 

Tras el discurso, Infantino entregó, uno por uno, una pelota a cada uno de los asistentes. El cambio fue rotundo. "Eran como niños", recuerda el presidente de la FIFA. Era el "soft power" de la pelota. Lo tiene la FIFA, pero lo tiene Argentina, también. Y no solo por tener a Messi, hoy, o a Diego Maradona antes y por siempre.


 

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