En 2015, mientras trabajaba en Pirelli Neumáticos, Christian Faraoni enfrentaba un problema tan simple como cotidiano: conseguir cápsulas reutilizables para las cafeteras Nespresso. Se trataba de una tarea complicada y, al mismo tiempo, no existía un método real de reciclaje más allá de la logística inversa que pocos usuarios utilizaban. Lo que en principio parecía solo una incomodidad terminó convirtiéndose en la semilla de un negocio que hoy factura $ 1.600 millones, con ventas proyectadas en $ 2.500 millones para 2026.
La idea se gestó, literalmente, en la cocina de Faraoni. Con un conocimiento del manejo de plásticos heredado de su familia y un fuerte deseo de emprender, comenzó a experimentar de noche, mientras su esposa e hijos dormían y solo quedaban encendidas cuatro máquinas Nespresso que usaba como laboratorio. Después de varios intentos fallidos —y de haber estado al borde de abandonar su sueño— el CEO de la empresa logró diseñar una cápsula recargable capaz de ofrecer la misma cremosidad que una tradicional y que podía ser reutilizada hasta 100 veces. Así nació Caffettino, creadora de las primeras cápsulas recargables diseñadas y fabricadas en la Argentina, y que están registradas como modelo industrial.
Desde 2016, el proyecto creció como un emprendimiento en solitario, con todos los desafíos propios de montar un negocio sin socios ni estructura. Pero todo cambió tres años después, cuando Fernando Vidal (cuñado de Faraoni y recientemente desvinculado de una multinacional) se sumó al proyecto. Ese fue el punto de quiebre: Caffettino dejó de ser una empresa de cápsulas recargables para transformarse en una compañía integral de café de especialidad, donde las cápsulas pasaron a ser un vehículo y no el corazón del negocio.
De la cocina a la planta propia
La reconversión implicó inversión, colaboradores y, sobre todo, infraestructura. Caffettino pasó de tercerizar la producción a abrir su propia planta en Villa Lynch, con un área de inyección de plástico, un sector de ensamble y otro dedicado exclusivamente al procesamiento del café. Todo equipado con tecnología de punta: una tostadora italiana IMF, equipos automáticos de envasado y la primera envasadora automática de drip coffee del país. Hoy, la empresa cuenta con un equipo de 20 personas entre su planta y las oficinas. @@FIGURE@@
La sinergia fue clave desde el principio. A la hora de instalar su primer tostadero, los socios buscaron trabajar con referentes del sector y lo hicieron junto a La Motofeca, uno de los tostadores más prestigiosos del país. Hasta el nombre de la marca nació de una anécdota corporativa, que tenía que ver con un gerente italiano que visitaba Buenos Aires y repetía constantemente "andiamo dal capo a prendere un caffettino" (vamos a lo del jefe a tomar un cafecito). Ese guiño cultural quedó inmortalizado en la identidad de la compañía.
La inversión inicial fue de US$ 40.000 y, aunque el camino no estuvo libre de obstáculos, el contexto mundial jugó a favor en un momento clave: la pandemia aceleró el consumo hogareño de café y disparó el crecimiento de la firma. Entre 2019 y 2020, el aumento fue del 450%, un salto que obligó a profesionalizar procesos y estructura. "Pasamos de un crecimiento abrupto a uno más moderado pero sustentable. Para fines de este año esperamos cerrar con un incremento del 45%, en comparación con 2024", afirma Faraoni.
El desafío de la sustentabilidad
Caffettino lanzó recientemente las primeras cápsulas compostables producidas en la Argentina, un hito para la industria local. El producto es el resultado de más de tres años de investigación, desarrollo y pruebas junto a proveedores y expertos del rubro. Las cápsulas están hechas con biopolímeros de fuente renovable (almidón de papa) y selladas herméticamente con filtros también compostables, lo que garantiza frescura y una extracción de calidad.
"Estas cápsulas representan el equilibrio entre sostenibilidad, funcionalidad y experiencia. Logramos un producto compostable sin resignar calidad, algo fundamental para nosotros desde el primer día", explica el CEO. Mientras que las cápsulas tradicionales de aluminio o plástico pueden tardar entre 150 y 500 años en degradarse, las de Caffettino se descomponen de 6 a 12 meses en composteras hogareñas, impulsadas incluso por el residuo orgánico del café.
La planta puede producir actualmente hasta 300.000 cápsulas mensuales —más de 12.000 por día— con una inyectora y un molde especialmente diseñados para este desarrollo. Y la expectativa es duplicar la capacidad en los próximos meses, ampliar el sistema hacia Dolce Gusto y producir para terceros bajo marca blanca. "Nuestro objetivo es que esta innovación trascienda a Caffettino y tenga impacto en toda la industria", destaca el fundador.
La empresa ofrece café tostado, cápsulas recargables, cápsulas compostables, drip coffee y, desde diciembre, su nueva línea Caffettino Home, con cafeteras y accesorios seleccionados en un viaje estratégico a China. "No buscamos reemplazar la producción local, pero sí complementar el portfolio con productos difíciles de desarrollar en la Argentina", subraya Faraoni. @@FIGURE@@
Con una base de más de 50.000 consumidores digitales, la empresa abarca tanto al público que recién se inicia en el café de especialidad como a los buscadores de microlotes y perfiles más exóticos. La experiencia del usuario es central: desde sus primeras cápsulas recargables hasta su pack de café con una cuchara dosificadora incluida, cada producto apunta a simplificar el ritual sin perder calidad.
Tras ensayos sin éxito en España y Perú, la compañía comprendió que la expansión internacional requería aliados estratégicos. En la actualidad, trabaja con una empresa alemana para adaptar su packaging y llegar a Europa. Además, Faraoni insiste en que el diferencial de la marca no es solo el producto, sino la visión: "Tostar café es un arte. Cada estilo requiere un tueste ideal y cada método un molido específico. Nuestro trabajo es llevar esa experiencia sensorial al hogar y convertir algo cotidiano en algo inspirador". Mientras completan su portfolio hogareño y refuerzan la distribución, la misión de Caffettino continúa siendo la misma que nació en una cocina hace casi una década: innovar, elevar la experiencia y transformar cada taza en un momento que valga la pena.