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Traicionado por su familia, creó el Museo de la Moda más grande del mundo y trajo la Ferrari de Maradona a Buenos Aires

15 Noviembre de 2025 07.00

Antonella Ambrosini

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Jorge Yarur es director del Museo de la Moda en Chile y trajo por primera vez a Buenos Aires la Ferrari negra de Maradona. Detrás de su colección de 18.000 piezas históricas hay traiciones familiares, años de adicción a las drogas y una obsesión: preservar lo que otros olvidan. Ahora escribe la historia de la moda argentina que nadie contó.

En el sweater más famoso de Lady Diana hay una oveja negra entre decenas de ovejas blancas. Jorge Yarur lo compró en una subasta londinense y hoy lo exhibe junto al Ford Escort que el Príncipe Carlos le regaló a la princesa en 1981. "Siento que ese sweater me representa", dice a Forbes. Mientras sus parientes construyen imperios financieros en Chile, él eligió un legado diferente.

Hace unos días inauguró en Buenos Aires una exposición con autos que nunca antes se mostraron juntos: la Ferrari Testarossa negra que Maradona pidió especialmente en ese color, el Thunderbird de Marilyn Monroe, el Rolls Royce que Fernando Lamas le regaló a Esther Williams. "Para mí lo importante es que veas a la persona detrás de los autos", explica. El de Diego nunca pisó suelo argentino hasta ahora. Se lo llevó a España cuando jugó en el Sevilla y quedó perdido durante años. "Me contactaron por Instagram y pensé que era chamuyo", admite.

Jorge Yarur
La Ferrari Testarossa negra de Maradona es una de las tres que se fabricaron en ese color. Las otras dos fueron para Sylvester Stallone y Michael Jordan. El auto salió en subasta por 50.000 dólares. | Foto: Marcos Rodolosi

La Ferrari negra que apareció por Instagram

"Yo dije: esto no puede ser real", cuenta Yarur a Forbes sobre cómo encontró el auto de Maradona. Lo pasó a su equipo, que trabaja con especialistas de Argomedo en restauración de autos clásicos. Enviaron a alguien desde Italia hasta España para revisar números de motor y documentos. "Es un auto misterio que estuvo perdido mucho tiempo. Trajimos todos los papeles porque nadie nos creía".

La Ferrari Testarossa solo se fabricaba en rojo. Maradona la quería negra y la marca accedió. También pidió que e instalaran una radio Pioneer especial. El auto salió en subasta por US$ 50.000.

"Yo fui creciendo junto con Diego y con Diana también, somos todos de la misma generación", reflexiona. 

jorge yarur
El Ford Escort fue el primer regalo que el Príncipe Carlos le dio a Lady Diana en 1981, cuando se casaron. Yarur lo compró en subasta junto con el sweater de la oveja negra que ella usó con ese auto.

Las traiciones que no se olvidan

Su abuelo fundó una textil en Chile en los años 40 que construyó estadios, salas cuna y un ala de hospital para sus empleados. Su padre creó en 1958 el Banco de Crédito enfocado en la pequeña y mediana empresa. "La idea de mi papá era levantar el país desde los cimientos", cuenta a Forbes.

Cuando su padre murió en 1991, Jorge y su madre heredaron la mayoría del banco. Él tenía claro que no seguiría el camino empresarial. "Mi papá se dio cuenta de que yo no iba a seguir lo de él y tomó a mi primo para formarlo", explica. Ese primo era hijo de Carlos Yarur, quien se había casado en secreto y a quien la familia apartó por eso. "Mi papá siempre ayudó al papá de él, a los niños, a toda esa rama".

La primera traición llegó cuando vendieron parte de las acciones. "Bajo algunas presiones (yo estaba muy mal, mi mamá estaba enferma) vendimos parte de las acciones. Pero ahí nos engañaron", dice sin rodeos. No les pagaron el control del banco, usaron los mismos dividendos para la compra. "Yo sentí que la traición fue más a mi papá que a mí, porque él era la cabeza de la familia y ayudó mucho a toda esa gente".

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Jorge Yarur con sus padres,  Jorge Yarur Banna y Raquel Bascuñán Cugnoni. | Foto: Museo de la Moda

Años después confió en otro primo de segundo grado para salir de las empresas Juan Yarur. "Entre los dos se pusieron de acuerdo y me robaron otro tanto más", revela a Forbes. Hubo otro juicio. "Después me pagaron parte como una especie de indemnización, pero fue muy feo todo".

La lección que sacó es clara: "Hay que estar muy bien asesorado. Yo me confié de esta persona creyendo en buenas intenciones y la relación que tenía con mi papá". Hoy su familia sigue en el negocio bancario. Ningún hombre de esa rama estudió otra cosa. Las mujeres sí: arquitectura, arte, escritura. "Yo creo que rompí esa tradición familiar. Y aparte por como me vestía, como me comportaba", dice con cierto orgullo.

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La exposición en Buenos Aires reunió 15 autos legendarios, entre ellos una réplica autorizada del DeLorean 1982 de Volver al Futuro. | Foto: Marcos Rodolosi

El camino de salida

"Empecé en el colegio con la marihuana, la cocaína", admite. Lo que comenzó como rebeldía se transformó en prisión. "Creo que era un tema más de escape. Hay gente que lo pasaba muy bien, yo no. Me venían depresiones, me quedaba encerrado".

La presión familiar era evidente. "Tenía que seguir los pasos de mi papá y yo no quería hacerlo. Veía esta responsabilidad como un buque que se venía encima", explica a Forbes. Cuando era niño, su padre manejaba tres textiles y el banco. "La capacidad que tenía ese hombre era impresionante. Yo lo admiro mucho, pero a mí para los números soy nulo. Me sé toda la colección de memoria, pero no puedo con las finanzas".

Lleva más de 20 años limpio. "Me encanta estar lúcido, sobrio", dice. La muerte de su padre en 1991 y de su madre en 1996 marcaron el quiebre. En 1999 convirtió la casa familiar en museo. Lo que empezó como catarsis personal es hoy el museo privado más grande del mundo dedicado a la moda.

"El museo fue creciendo sin querer queriendo", explica. Empezó a viajar a subastas en Europa y encontró vestuario del siglo XVIII que nunca imaginó tener. La colección de camisetas de Maradona llegó completa desde Londres: más de 100 piezas, desde que Diego era chico. Salió más de un millón de dólares. Para poner en perspectiva: una sola camiseta de Maradona (la de la Mano de Dios, que él no tiene) se vendió en casi US$ 10 millones.

Los guardianes de la memoria

Jorge rechaza la etiqueta de coleccionista. "Todos los que estamos acá somos los guardianes de la historia", aclara a Forbes. "Después nosotros nos vamos a ir y estas cosas tienen que seguir. No las puedo considerar mías, son parte de la historia".

Esa filosofía lo llevó a documentar la historia argentina de la moda. Está escribiendo un libro sobre la industria del calzado en Argentina que sale en Nueva York en 2027. "En los años 40 había solo en Buenos Aires como 1.500 zapaterías", revela. El libro cuenta la historia del país a través de los inmigrantes: los españoles con las fábricas de zapatos masivos, los italianos con la zapatería fina, la comunidad judía con las carteras.

También prepara libros sobre los años 60, los 80 y uno dedicado a Mar del Plata. "Tenía mucha influencia europea. Escasany, Harrods, Gath y Chaves, todos tenían sucursal ahí. Lo ves en las etiquetas: París, Buenos Aires, Mar del Plata", explica. El Museo del Traje en Buenos Aires lo decepcionó. "Fuimos y está a la deriva. Ustedes tienen una tradición de alta costura enorme y no la cuidan".

Jorge Yarur
Jorge Yarur pasa horas ajustando cada detalle antes de abrir sus exposiciones al público. El museo privado más grande del mundo dedicado a la moda está en la casa que fue de sus padres en Santiago de Chile. | Foto: Marcos Rodolosi

Tres batallas paralelas

El dinero que heredó del banco lo usa para tres cosas: el museo, un refugio de perros y la defensa de las dunas de Reñaca. Son 500 perros rescatados de la calle en Chile. "Llegan perros que se les ven todos los huesos y ahí los rehabilitan", explica a Forbes. La idea es darlos en adopción, pero cuesta. 

Las dunas de Reñaca son su otra batalla. "Son dunas colgantes que tienen más de mil años y las están rompiendo enteras para construir un edificio", cuenta. Es un paisaje único: dunas milenarias junto al océano, a solo 10 minutos del centro de Viña del Mar. "Me metí en eso pero el Municipio no nos apoyó. Eran acuerdos: a ellos les pasan dinero y construye la empresa constructora".

El gobierno chileno nunca lo ayudó con nada: ni museo, ni perros, ni dunas. "Por eso también me quise venir a Argentina", confiesa. "Acá hay más público, hay más cultura también".

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Yarur colecciona desde hace 25 años. Tiene la colección privada más grande del mundo de camisetas de Maradona: más de 100 piezas. "Salió más de un millón de dólares, pero ahora eso multiplícalo", dice. | Foto: Marcos Rodolosi

El peso de la historia

A los 64 años, Yarur piensa en el legado. "A mi edad la salud es lo que más me preocupa", admite a Forbes. Tiene claro que no quiere hacer más exhibiciones grandes. "Me quiero dedicar a lo editorial, llevar el libro por todos lados. Las exhibiciones son efímeras".

No tiene hijos. Su ahijado ya creció, pero el papá del chico trabaja con él en el museo. La pregunta inevitable: ¿vendería este museo? "Depende de las condiciones", responde con cautela. "Me preocupa que caiga en manos que valoren más el dinero que la historia". Opina que la camiseta de la Mano de Dios (que fue a Qatar) debería haber quedado en Argentina.

Su familia sigue en los bancos, en los negocios, en los números. Él sigue en las subastas nocturnas de eBay buscando zapatos franceses de los años 80. "Después empezás a mirar el mercado y te das cuenta de que hay personas con muchísimo dinero", dice. Los billonarios chinos e indios compran lo que antes era de coleccionistas. "Ahí no puedo competir".

El día antes de la inauguración en Buenos Aires, Jorge daba los últimos retoques antes de abrir las puertas al público. Sacaba cosas que no correspondían de los autos, ajustaba detalles. Después se sentó frente a una de las pantallas que proyectaban videos de archivo. En la imagen, Esther Williams nadaba bajo el agua como una sirena durante la época dorada de Hollywood. Jorge la miraba en silencio, sentado en soledad, pero rodeado de autos que alguna vez manejaron leyendas.

La oveja negra del sweater de Diana lo mira desde la vitrina. Afuera, las ovejas blancas siguen su camino corporativo. Jorge eligió otra ruta hace décadas: la de guardar la memoria de un mundo que ya no existe.

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