¿Por qué tomamos tantas malas decisiones? Esto dice la ciencia y la psicología
A veces, lo que parece irracional tiene explicación. Distintos factores emocionales influyen más de lo que creemos a la hora de elegir, incluso cuando eso nos perjudica.

Mark Travers Psicólogo estadounidense egresado de la Universidad de Cornell y la Universidad de Colorado Boulder.

¿Alguna vez sentiste un impulso fuerte de hacer algo imprudente? Como gastar en algo caro que no necesitás, coquetear con alguien que no deberías o incluso ponerte en riesgo solo por la adrenalina. A veces parece irracional, incluso autodestructivo. Pero igual lo hacés. Y después te preguntás por qué. Si te pasa, no sos el único. Lo que pocos saben es que, muchas veces, esos impulsos nacen de una emoción tan poderosa como ignorada: el aburrimiento.

El aburrimiento no es solo una sensación pasajera ni algo leve. Es una señal del cerebro. Un aviso de que lo que estás viviendo no alcanza para estimularte. Y esa falta de estímulo puede empujarte a buscar algo distinto, lo que sea, con tal de salir de la rutina.

Para muchos, esa novedad no siempre tiene que ser placentera ni segura. El aburrimiento puede llevar a algunas personas a buscar experiencias riesgosas o incluso un poco negativas, solo porque representan un cambio respecto al estado emocional en el que están. Esto lo confirmó una investigación publicada en 2019 en la revista Emotion.

Los investigadores analizaron cómo influye el aburrimiento en las decisiones que toman las personas, a partir de una serie de estudios. Primero, les pidieron a los participantes que se aburrieran a propósito, con tareas neutras o repetitivas. Después, les ofrecieron la posibilidad de elegir nuevas experiencias: algunas eran placenteras, otras neutras y otras directamente desagradables.

Lo llamativo fue que quienes dijeron sentirse más aburridos mostraron una tendencia mucho mayor a elegir las opciones desagradables. No se trataba de que quisieran pasarlo mal. Lo que ocurría era que cualquier cosa, incluso algo incómodo, les resultaba más estimulante que el aburrimiento del que querían salir.

En un segundo estudio, los investigadores manipularon el nivel de aburrimiento de manera deliberada. A algunos participantes les generaron un aburrimiento leve, mientras que a otros les indujeron un nivel mucho más alto.

 

Los que estaban más aburridos dijeron sentir un deseo más fuerte de vivir algo nuevo. Ese impulso los volvió más propensos a elegir experiencias novedosas, aunque fueran negativas, por encima de opciones seguras y conocidas. En el fondo, la necesidad de sentir algo distinto pesó más que el deseo de sentirse bien.

El tercer estudio introdujo un giro inesperado: los participantes se aburrían a partir de estímulos positivos o negativos. Por ejemplo, veían algo alegre que se volvía repetitivo o algo desagradable que, con el tiempo, perdía intensidad.

Los resultados mostraron que el aburrimiento empuja a las personas a buscar contrastes. Quienes se aburrían de lo positivo tendían a elegir experiencias negativas, mientras que quienes se aburrían de lo negativo buscaban algo positivo. No importaba si la experiencia era buena o mala, lo que pesaba era el deseo de vivir algo distinto.

Estos hallazgos dejan algo claro: el aburrimiento no es un estado pasivo. Es una emoción activa que nos lleva a explorar y a salir de lo de siempre.

Cuando el aburrimiento juega a tu favor

Aunque muchas veces puede llevarte a tomar decisiones impulsivas o incluso perjudiciales, el aburrimiento no siempre es negativo. De hecho, cumple un rol psicológico importante. Puede ayudarte a darte cuenta de que algo en tu vida perdió sentido, variedad o desafío. Y si enfrentás esa incomodidad de forma consciente, puede abrir la puerta a la creatividad y al crecimiento personal.

Un estudio publicado en 2022 en el International Journal of Environmental Research and Public Health analizó cómo influye el aburrimiento en el sentido de la vida de una persona. Durante tres meses, los investigadores hicieron un seguimiento a más de 700 participantes. Primero midieron sus niveles de aburrimiento. Al final del período, evaluaron su flexibilidad cognitiva —es decir, la capacidad para adaptar el pensamiento—, además del apoyo social y el sentido que le daban a su vida.

Los resultados fueron bastante reveladores. El aburrimiento, por sí solo, se asoció con una menor sensación de sentido en la vida. Pero esa relación dependía, en gran medida, de la flexibilidad mental de cada persona. Quienes lograron replantear las situaciones y mirar las cosas desde otra perspectiva pudieron transformar el aburrimiento en una oportunidad para reflexionar y cambiar. Con el tiempo, eso les permitió sentir más sentido en sus vidas.

En cambio, las personas con menor flexibilidad cognitiva tendían a quedarse atrapadas. Para ellas, el aburrimiento amplificaba la sensación de vacío o de estar perdidas.

Entonces, no es el aburrimiento lo que quita sentido. Lo que importa es cómo respondés cuando aparece. Cuando la mente se estanca y el aburrimiento se vuelve constante, suele ser una señal sutil pero potente de que algo en tu interior está listo para cambiar. Quienes logran correrse de lugar, reinterpretar lo que les pasa o encontrar pequeñas maneras de crear algo nuevo suelen usar el aburrimiento como trampolín, no como un pozo.

Transformar la inquietud en renovación

El aburrimiento puede llevarte a provocar situaciones innecesarias: armar dramas, revivir historias del pasado o buscar emociones solo por sentir algo. En esos momentos, lo que buscás es volver a sentirte vivo, tener algo que esperar o experimentar una chispa, aunque eso no te ayude a avanzar de verdad. La mente necesita tanta estimulación que, a veces, confunde el caos con el cambio.

 El aburrimiento, por sí solo, se asoció con una menor sensación de sentido en la vida. 

 

La clave está en darte cuenta de ese impulso. Reconocer que, aunque puede aliviar el vacío por un rato, rara vez te acerca a una sensación de plenitud duradera. Un cambio real empieza cuando lográs sostener esa inquietud el tiempo suficiente como para elegir un camino en lugar de caer en la distracción.

El mismo aburrimiento puede convertirse en una base sólida para encontrar claridad y estimular la creatividad. Te da el espacio necesario para frenar y dejar que la mente divague, algo que muchas veces resulta muy útil. En ese estado, es más fácil conectar ideas que, con el ritmo constante de estímulos, pasarían desapercibidas.

Lo que muchos interpretan como estancamiento, en realidad, suele ser un "período de incubación": una etapa tranquila en la que la mente se reordena, procesa lo que vive y se prepara para incorporar algo nuevo.

Un estudio publicado en 2025 sobre escritura creativa mostró que los participantes que dejaban que su mente divagara durante pausas breves, en lugar de pensar activamente en la tarea, mejoraban notablemente su creatividad al volver a la misma historia.

Por eso, aunque tu cabeza quiera distraerse con algo más interesante para escapar del aburrimiento, vale la pena recordar que ese momento puede ayudarte a resolver problemas y a encontrar ideas nuevas. Así, podés retomar los desafíos con otra mirada y más frescura.

Cuando aprendés a aceptar esos momentos sin rumbo, en vez de huir de ellos, abrís la puerta a una forma distinta de ver las cosas. Muchas veces, eso también te enseña a enfrentar la vida de otra manera, con más creatividad y una mayor capacidad para adaptarte.

Al hacerlo, aprendés a incorporar la novedad en tu vida de forma más intencional, no como una reacción al caos o al impulso. En lugar de buscar emociones en momentos de euforia fugaz, empezás a generarlas desde la curiosidad y los cambios que realmente importan. Esa clase de novedad te permite evolucionar todos los días y le da más sentido a lo que hacés.

Al final, el aburrimiento puede cambiar tu forma de vivir. Si aprendés a responder de otra manera, también podés encontrar alegría en lo cotidiano.

 

*Con información de Forbes US.