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Grieta científica: los expertos en COVID que se enceguecen con los likes, pierden objetividad, educación y empobrecen el debate público

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18 Abril de 2021 10.52

La pandemia del COVID-19 acentuó una erosión de la civilidad en el discurso académico, lo que provocó profundas divisiones en los medios sociales, de masas y profesionales. Los ataques personales aumentaron sustancialmente, junto con las acusaciones que impugnan la integridad y las motivaciones de otros investigadores y médicos. Esta división es especialmente evidente en vías de comunicación no académicas como declaraciones, cartas, peticiones y opiniones personales. Muchos de los peores ejemplos están ocurriendo en foros públicos.

Esto es potencialmente perjudicial para la confianza del público en los científicos y los profesionales sanitarios. Reprime el intercambio académico desapasionado y constructivo, que socava la libertad académica tan vital para la educación superior. El concepto de libertad académica es impugnado, pero en 2009 la Unión de Universidades y Colegios del Reino Unido definió algunos principios importantes incluida la libertad de las personas para expresar sus intereses en la docencia, la erudición y la investigación y el derecho a contribuir al cambio social mediante la libre expresión de opinión sobre asuntos de interés público. Estos privilegios vienen con la responsabilidad de respetar las libertades de los demás. Algunos científicos destacados fueron objeto de ataques personales tan feroces que detuvieron sus actividades de investigación.

El uso cada vez mayor de las redes sociales y tradicionales por parte de los académicos trajo muchos beneficios. Sin embargo, estas plataformas fomentan puntos de vista extremos por diseño. Algunos, como Twitter, valoran la brevedad por encima de los matices, sin dejar espacio para calificaciones importantes o incertidumbres. Las recompensas emocionales que se centran en el número de seguidores, me gusta o transmisiones posteriores (como re-tweets), se logran mejor con opiniones sólidas, que se repiten con frecuencia. Las vistas medidas, matizadas y sin emociones no se vuelven "virales". Además, el sistema crea grupos de personas con ideas afines que solo se escuchan entre sí.

El año pasado fue una época de gran incertidumbre e inestabilidad. Este entorno genera naturalmente miedo, frustración e ira, todos los cuales permearon el discurso científico. La necesidad de influencia es otro factor que contribuye. Muchos académicos buscan influencia porque se juzga favorablemente en la excelencia de la investigación y las evaluaciones de impacto. Algunos tienen un gran número de seguidores en las redes sociales, lo que puede ayudar a lograr una rápida participación pública en la investigación, un objetivo importante.

Sin embargo, un apetito insaciable por la rápida difusión de la evidencia socavó la publicación tradicional en revistas revisadas por pares. Esto elude los controles y contrapesos normales que aseguran estilos apropiados de comunicación. La información sobre desarrollos importantes a menudo está disponible solo en breves comunicados de prensa y luego se difunde sin un escrutinio adecuado a través de los canales de redes sociales. A pesar de la necesidad de velocidad, la pandemia de COVID-19 es extremadamente compleja. Es esencial un diálogo colegiado, reflexivo y de respeto mutuo que reconozca plenamente la incertidumbre. 

Las soluciones a estos problemas requerirán una discusión amplia e inclusiva entre académicos, líderes universitarios, administradores, oficinas de medios y socios más amplios, incluidas agencias gubernamentales, instituciones y el público.

El debate es un impulsor clave de los avances en la atención médica, y todos debemos reconocer que equivocarse es una parte invaluable del proceso científico. Los comentarios desagradables, agresivos o burlones sobre el trabajo de otros son inaceptables y perjudiciales para las personas y el esfuerzo de investigación más amplio. Etiquetar diferentes interpretaciones de la evidencia como “desinformación” es inapropiado. Cuando se requieren acciones directas y soluciones políticas, es esencial un espíritu de colaboración que reúna perspectivas diferentes pero complementarias.

La comunicación científica, incluido el uso adecuado de las redes sociales, debe formar parte de la formación de posgrado. Aprender de las humanidades también puede ayudar a fomentar una perspectiva más holística sobre el papel de la ciencia en la vida pública y las políticas.

La guía del regulador médico del Reino Unido, el Consejo Médico General, establece: "Los estándares que se esperan de los médicos no cambian porque se comunican a través de las redes sociales en lugar de cara a cara o a través de otros medios tradicionales". La GMC requiere que los médicos traten a sus colegas con respeto y no hostiguen a las personas en línea. Esto también se refleja en la orientación de las instituciones de educación superior. Las pautas de redes sociales de la Universidad de Edimburgo enfatizan la necesidad de evitar material potencialmente discriminatorio o intimidatorio, y agregan que la ira no es una respuesta profesional a las críticas.

Se necesita un código de conducta nacional, quizás internacional, que proporcione un marco para las mejores prácticas. Mientras tanto, las instituciones y agencias reguladoras deben promover las directrices existentes. Se pueden colocar en un sitio web ejemplos ilustrativos y anonimizados de comportamiento apropiado e inapropiado en un sitio web con fines educativos. Además del diálogo y la transparencia, las infracciones graves de la conducta académica, como los comentarios amenazadores o difamatorios que traspasen los límites de la libertad académica, deben estar sujetos a medidas disciplinarias. Del mismo modo, las afirmaciones científicas engañosas deben ser corregidas públicamente por las personas pertinentes o sus instituciones.

El discurso académico debe centrarse en responder a argumentos razonados, junto con la transparencia en torno a posibles conflictos de intereses, en lugar de los motivos o el carácter de los individuos. La crítica mesurada y constructiva limitada al contenido, no a la persona, es la base de la libertad académica.
 

Alasdair Munro es médico pediatra. Nota publicada originalmente en British Medical Journal

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