Hace poco, un cliente me preguntó cómo impacta la inteligencia artificial en la fuerza laboral. Quería entender qué opinan los ejecutivos en comparación con sus empleados sobre esta tecnología que ya cambió la manera de trabajar en muchas empresas.
Al profundizar en el tema, encontré una diferencia clara en cómo se perciben los efectos de la IA en la economía y en el empleo. Hay una brecha importante entre quienes impulsan su adopción y quienes viven sus consecuencias.
Los datos lo muestran con claridad. Al menos el 98 % de los ejecutivos se muestra entusiasmado con la tecnología. Creen que va a mejorar la productividad de los trabajadores. Ese número es apenas menor al de los inversores, que alcanza el 94 %. Sin embargo, solo el 47 % de los trabajadores estadounidenses comparte esa visión.
Hace poco, un cliente me preguntó cómo impacta la inteligencia artificial en la fuerza laboral. Quería entender qué opinan los ejecutivos en comparación con sus empleados sobre esta tecnología que ya cambió la manera de trabajar en muchas empresas. Al profundizar en el tema, encontré una diferencia clara en cómo se perciben los efectos de la IA en la economía y en el empleo. Hay una brecha importante entre quienes impulsan su adopción y quienes viven sus consecuencias.
Los datos lo muestran con claridad. Al menos el 98 % de los ejecutivos se muestra entusiasmado con la tecnología. Creen que va a mejorar la productividad de los trabajadores. Ese número es apenas menor al de los inversores, que alcanza el 94 %. Sin embargo, solo el 47 % de los trabajadores estadounidenses comparte esa visión.
Más que una diferencia de opinión, se trata de un verdadero abismo en la forma de ver el rumbo que está tomando la tecnología. Mientras el 93 % de los ejecutivos cree que la IA va a generar un impacto positivo y beneficioso para la sociedad en un plazo de cinco años o menos, apenas el 58 % del público está de acuerdo. Esa diferencia de 35 puntos porcentuales es contundente.
Y las consecuencias de esa distancia se notan especialmente en el trabajo. El 49 % de los estadounidenses piensa que la IA podría eliminar ciertos empleos por completo, pero solo el 20 % de los ejecutivos lo considera posible. De hecho, cerca del 64 % de quienes dirigen empresas cree que esta tecnología puede ayudar a que sus empleados sean más productivos en sus puestos actuales. Esa idea, sin embargo, solo convence al 23 % del público.
Esto no es un dato menor, sobre todo porque se trata de una inversión que está transformando industrias. Las proyecciones indican que la inversión global en inteligencia artificial podría llegar a billones de dólares hacia fines de la década. Una fiebre del oro que se disparó tras el lanzamiento de ChatGPT por parte de OpenAI, hace tres años.
¿Qué alimenta esta brecha de percepción? En parte, la perspectiva. Los ejecutivos ven la IA como un potenciador de la productividad y una necesidad para seguir siendo competitivos. En cambio, los trabajadores —y el público en general— se hacen preguntas mucho más urgentes: ¿Voy a seguir teniendo trabajo? ¿Cómo cambia esto mi día a día? ¿Puedo confiar en estos sistemas?
De todos modos, hay coincidencias importantes en algunas preocupaciones. Ejecutivos y ciudadanos comparten inquietudes sobre la seguridad, la protección de los datos y el riesgo de desinformación. Pero hay dos temas que preocupan especialmente al público y que suelen quedar fuera del radar de las empresas: el temor a perder el control o la influencia sobre estos sistemas, y el impacto ambiental que podrían generar.
Este punto resulta especialmente relevante desde el costado ambiental. Menos del 40 % de los ejecutivos de empresas cree que se están desatendiendo los aspectos ecológicos al implementar inteligencia artificial, pese a que los centros de datos y el entrenamiento de modelos consumen enormes cantidades de energía.
Tampoco hay acuerdo en torno a la inversión en seguridad. Una amplia mayoría de los inversores, al igual que el 50 % del público, considera que más del 5 % del total destinado a IA debería orientarse a cuestiones de seguridad. ¿Y los ejecutivos? Casi el 60 % cree que alcanza con asignar hasta ese 5 %.
Después de haber seguido de cerca el desarrollo tecnológico durante buena parte de las últimas cuatro décadas, ya vi esta misma tensión muchas veces: la euforia de las élites frente a la desconfianza de los trabajadores. La pregunta, ahora, es si los líderes empresariales están dispuestos a achicar esa brecha con una comunicación clara, honesta y directa. O si el crecimiento de la IA va a profundizar aún más esa distancia. La manera en que el mundo tecnológico encare esta división puede definir su credibilidad frente a la sociedad.
