Usura: ¿donde están las trampas?
A continuación, la segunda de una serie de columnas que Martín Guerra, socio fundador de InCapital, Handy y Paigo escribió para Forbes Uruguay.

Martín Guerra Socio fundador de InCapital, Paigo y Handy

Hay un mito que cada tanto reaparece: "el crédito a los sectores con menores recursos es usura". "¡Bajemos la tasa y así se resuelve el acceso al crédito!", suena popular, supuestamente seduce a los oídos de muchos votantes, y arrastra a políticos que, buscando soluciones rápidas, caen en ese facilismo. 

Pero todo eso es falso. 

Un crédito bien diseñado es una herramienta de inclusión y crecimiento, cualquiera sea el sector al que apunte.

Lo que sí es cierto es que no entender cómo funciona el crédito puede llevar a tomar decisiones que perjudiquen a quienes se busca proteger (al condenarlos a pagar más caro por lo mismo o empujarlos hacia prestamistas informales). 

Hay que tener claro que las tasas reflejan riesgos, costos operativos y condiciones de mercado. Si financiar un vehículo a un ejecutivo de una empresa cuesta menos que financiar uno a un cajero de supermercado, es porque hay menos incertidumbre sobre el pago del primero. Pero eso no significa que el crédito al segundo sea inviable. Significa que el riesgo es distinto.

Trampa 1 

Una de las trampas está en hablar de "usura" como si todo fuera lo mismo, cuando la diferencia es bien clara. Un usurero gana cuando el cliente no puede pagar; una empresa financiera gana cuando el cliente paga.

Si el negocio es que el cliente entre en mora para seguirle cobrando intereses impagables o quedarse con sus bienes, eso no es financiamiento: es una emboscada.

¿Cómo saber cuándo un crédito es abusivo? No hace falta filosofar. Hay indicadores concretos que permiten ver si una empresa opera con lógica legítima o si está explotando a sus clientes:  ¿Cuánto de sus ingresos provienen de la mora y de intereses por atrasos?  ¿Cuántos de sus clientes terminan en juicios o en situación de impago crónico?  ¿Cuál es la relación entre lo que el cliente percibe como ingreso y lo que debe pagar mes a mes? ¿Es lógica la utilidad (o la pérdida) de la empresa en relación al capital que está arriesgando? 

En las empresas transparentes estos datos están disponibles. El problema es que muy poca gente se toma el trabajo de mirar los balances y opinar a partir de ellos. 

Trampa 2

Otra de las trampas está en creer que todo se resuelve bajando la tasa. En la práctica, la mayoría de los préstamos que se otorgan son por montos pequeños. En estos casos, los costos de evaluación y operación son relativamente altos en proporción, y el riesgo es mayor, lo que hace que el costo por prestar también lo sea.

El problema no es que haya crédito con tasas que recogen ese costo o que se visualizan como altas por indicadores engañosos como la TEA (como compartí en la columna anterior). El problema está en que una restricción artificial o sobreregulación deje fuera a las alternativas de crédito formales. 

En Uruguay, hay 1.400.000 personas mayores de 18 años que no tienen tarjeta de crédito. Para muchas de ellas, el acceso al crédito es una necesidad, una forma de resolver lo inmediato: si no existe una oferta formal, lo van a tomar igual, desde donde puedan. Pensar que alguien con ingresos de $ 50.000 puede prescindir del crédito es, simplemente, utópico.

Y ahí entra a jugar el mercado negro, donde no solo le cobran más caro, sino que lo hacen sin ninguna garantía ni transparencia.

 El crédito formal no es el enemigo. Es lo que permite que alguien que no tiene respaldo financiero pueda acceder a una herramienta de trabajo, mejorar su casa o afrontar una emergencia.

La industria financiera también debe asumir su rol. No alcanza con reclamar menor riesgo regulatorio o mejores condiciones macroeconómicas, hay que construir productos que integren la lógica financiera de las personas y las familias. Es cuestión de entender los riesgos, asumirlos de manera inteligente, y acompañar con innovación financiera genuina.

Sin una mirada profunda, sistémica y ética, seguiremos atrapados en la ilusión de los mitos falsos y las soluciones facilistas. Y la exclusión -que hoy ya existe- persistirá, disfrazada de buenas intenciones.