Día de la Salud Mental: reconocer nuestra vulnerabilidad no es debilidad

La mayor parte de la población adulta actual se ha criado en familias donde el concepto de “aguanta” y “vos podés con todo” forjó la tenacidad por tener que lidiar con las situaciones difíciles con cierto grado de estoicismo. Es decir, que frente a un momento difícil en el cual pudieran surgir naturalmente emociones displacenteras, la capacidad por controlar dichas emociones debía primar ante la mirada ajena y mantenerse firme emocionalmente ante la adversidad, erróneamente se consideraba como fortaleza mental.

Lamentablemente todavía se escuchan frases como “no hables de tus emociones que te van a considerar débil” o “no llores que es signo de debilidad”; sin embargo, también son cada vez más las personas que reconocen la importancia de acompañar al otro frente a un momento difícil y, ante todo, comprenden que aceptar lo que sentimos frente a aquello que sucede es el punto de partida más compasivo que podemos tener hacia los demás y, ante todo, hacia nosotros mismos.

Estos nuevos comportamientos conllevan sin dudas a que hablar de nuestras emociones y que concientizar sobre el cuidado de la salud mental sea prioritario, sin embargo, debemos hacer más énfasis en que aceptar nuestra emocionalidad es reconocer nuestra vulnerabilidad y al hacerlo, reconocemos también sin juicio nuestra condición de ser humano y es que el dolor, la adversidad y los infortunios cotidianos son también parte de la vida y nos hacen ser quienes somos.

 

Cuando hablamos de vulnerabilidad emocional, erróneamente se lo confunde con debilidad y tenemos que dejar en claro que reconocer nuestra propia vulnerabilidad es una habilidad psicológica que llena de recursos a quien se permite desarrollarla. Estos nuevos conceptos rompen con todo paradigma donde “esconder lo que nos pasa”, “seguir riendo”, o “hacer como si no pasara nada” lejos de ser un signo de fortaleza, es algo de poco dominio emocional, por lo tanto, será más valioso quien en un momento difícil, se atreve a renunciar a su aparente perfección para mostrar su condición humana de ser vulnerable. 

Brené Brown es una investigadora de la Universidad de Houston que ha desarrollado mucho el concepto y expresa que la vulnerabilidad suena a verdad y se siente como coraje, enfatizando que la verdad y el coraje no siempre son cómodos, pero nunca son una debilidad.

Adhiriendo a lo que expresa la autora, se necesita mucha fortaleza para abrirnos emocionalmente y compartir un mal momento de nuestra historia de vida, que un padre frente a un hijo pueda hablar de sus miedos, que un jefe pueda expresarle a su equipo estar inseguro frente a alguna decisión o incluso, llegar hablar abiertamente de un padecimiento psíquico, tema que al día de hoy es tabú para tantas personas.

 

Puede que para muchos abrazar la propia vulnerabilidad pueda seguir sintiéndose exposición emocional, por lo tanto, pensemos a continuación algunas razones por las cuales sería asertivo hacerlo en pos de nuestra salud mental.

En primer lugar, reconocer nuestra vulnerabilidad es una de las mayores fuentes de autoconocimiento que podemos tener, nos habla de lo que es valioso para nosotros e incluso de lo que necesitamos procesar. Como veníamos mencionando, solemos retroceder casi de forma instintiva frente a lo que nos duele, queremos evitarlo y como decíamos, a veces hay personas que se esfuerzan mucho por esconderlo. Las armaduras, el perfeccionismo, el control, no podrán nunca luchar contra nuestra naturaleza que es ser seres emocionales. Las emociones son reacciones fisiológicas que eclosionan de forma súbita y aparecen siempre para comunicarnos algo, si por ejemplo no existiera el miedo, no tendríamos nada en nuestro cuerpo que nos avise que hay algo importante en juego y nos prepararía para afrontarlo.

Los hábitos de evasión emocional están muchas veces están tan arraigados que ni los vemos; el consumo de alcohol, la comida, el insomnio, el juego, encerrarse en el trabajo para evadir cuestiones personales o alejarnos de seres significativos, son tantas veces patrones que aparecen en las personas que creen la vieja idea de “no mostrarse mal”, y así el dolor queda por dentro sin darse cuenta que cuanto más traten de alejarlo, más fuerte se vuelve y la lucha se hace más intensa. Tomar un momento para reconocer un mal momento, obsérvalo, estar dispuesto a ser más vulnerable emocionalmente será la puerta para poder destrabar aquello con lo que lidiamos.

Esto nos lleva a un segundo punto de beneficio y es que cuando compartimos la vulnerabilidad mejoran nuestros vínculos significativos, creamos confianza e intimidad en las relaciones. Pensemos en esas personas que ponen un muro afectivo diciendo constantemente “todo está bien” cuando sabemos que están pasando un mal momento, nos hacen sentir que no confían en nosotros; no es que queremos que la gente de nuestro alrededor sufra, por lo contrario, con aquellos que apreciamos, deseamos que estén bien y tener lugar a dialogar, generar conexión, relaciones profundas y de mayor calidad, compartiendo “las buenas y las no tanto” es que afianzamos los vínculos.

 

 Aprender a conectarnos con nuestra vulnerabilidad y compartirla con nuestros seres cercanos es una excelente manera de mejorar los niveles de intimidad con ellos, porque quienes nos quieren, desean sentirnos cerca y si nos encerramos emocionalmente, probablemente los haremos sentir distantes y poco valorados. Compartir la vulnerabilidad emocional, potencia los vínculos de intimidad.

Por último, el mayor beneficio se encuentra en que cuando reconocemos el dolor como parte inherente de la vida, podemos desarrollar comportamientos mucho más adaptativos frente al mismo. Si aprendemos que las emociones dolorosas no son peligrosas y que, al fin y al cabo, todos las sentimos, frente a una situación de displacer emocional vamos a poder pedir ayuda ya sea para resolverlo o transitarlo de forma más sana. Si aceptamos que todos somos vulnerables vamos a poder incluso, reducir mucho más el estigma de la salud mental, ya que un padecimiento psíquico no es una debilidad y quien se encuentra en un tratamiento psicológico o psiquiátrico es simplemente una persona que reconoció la importancia de abordar su salud, su bienestar y trabajar de manera activa por su estabilidad emocional y calidad de vida.
 

*La columna fue escrita por Melisa Mirabet, psicóloga especialista en gestión emocional y alto rendimiento. MN. 65.390, Instagram: @melisamirabet