El mar estaba calmo aquella mañana de mayo de 1747. A bordo del HMS Salisbury, el joven médico James Lind observaba cómo la podredumbre humana avanzaba más rápido que el viento. El escorbuto devoraba a los marineros británicos como un espectro silencioso. Pero Lind creyó en la razón y en el método. Reunió a doce enfermos y les dio diferentes remedios: vinagre, agua de mar, nuez moscada... y a dos de ellos, naranjas y limones. Los cítricos no sólo salvaron a los hombres, fundaron la investigación clínica moderna.
Cada 20 de mayo, el calendario recuerda ese gesto a bordo del Salisbury. La fruta, el experimento, la cura. Desde entonces, la medicina avanzó a pasos agigantados. Se erradicó la viruela. La polio está a punto de desaparecer. El VIH y algunos cánceres se volvieron enfermedades crónicas. Y en medio de una pandemia global, la investigación clínica demostró que podía responder en meses lo que antes tomaba años.
En Argentina, 7 de cada 10 personas aseguran que participarían en un estudio clínico. Algo cambió. Para siempre.
Han pasado 278 años y, sin embargo, la esencia es la misma de aquel experimento en altamar. La búsqueda de una cura sigue siendo un acto profundamente humano, movido por la urgencia del sufrimiento y la promesa del alivio. "La investigación clínica es la piedra angular del progreso médico", dice en diálogo con Forbes Argentina el doctor Aria Assefi, director médico de AbbVie para Cluster Sur. "Cada estudio nos brinda nuevos conocimientos sobre las enfermedades, sus causas y posibles soluciones. Lo vemos constantemente en AbbVie: este proceso iterativo impulsa el desarrollo de terapias más eficaces, menos invasivas y más personalizadas".
A diferencia del siglo XVIII, la ciencia actual no opera en soledad. No hay un médico iluminado sino equipos interdisciplinarios, redes de investigación globales y, sobre todo, pacientes dispuestos a participar. "La realización de estudios rigurosos y éticos es la mejor manera de evaluar la seguridad y eficacia de nuevos tratamientos, medicamentos y dispositivos médicos".
Assefi habla con la precisión de quien convive con protocolos, pero también con la pasión de quien entiende el impacto real. "La investigación clínica es un motor de innovación constante. Cada estudio nos brinda nuevos conocimientos sobre las enfermedades, sus causas y posibles soluciones".
El ciclo nunca termina. Cada avance genera preguntas nuevas. Cada hallazgo obliga a reescribir lo aprendido. "Este proceso iterativo impulsa el desarrollo de terapias más eficaces, menos invasivas y más personalizadas, transformando la forma en que abordamos los desafíos de salud y abriendo camino a la medicina del futuro".
La participación de los pacientes no es un detalle operativo, es el corazón del proceso. En países como Argentina, Chile y Uruguay, los ensayos clínicos son una puerta directa al futuro. "La investigación clínica es sinónimo de innovación. Y el espíritu de la innovación es mejorar la salud de la población: que accedan a los nuevos descubrimientos".
En muchos casos, acceder a un ensayo significa recibir un tratamiento antes de que esté disponible en el mercado. Pero también significa entrar en un sistema de seguimiento, cuidado y monitoreo que muchas veces supera al estándar. "La participación en estudios clínicos puede brindar a los pacientes la oportunidad de acceder a tratamientos de vanguardia que aún no están disponibles para el público en general".
Los números no mienten. En el último año, AbbVie condujo 58 estudios clínicos en la región, involucrando a 1170 pacientes y 125 centros de investigación. De ellos, 860 pacientes y 67 centros estuvieron en Argentina. Las áreas: inmunología, oncohematología, oncología de tumores sólidos, oftalmología y neurología.
"Colaboramos estrechamente con investigadores, instituciones académicas y autoridades regulatorias para impulsar la innovación en áreas terapéuticas clave y brindar a los pacientes de la región acceso a tratamientos transformadores".
Ciencia con conciencia: mejorar lo que ya existe
"La ciencia aprende de sí misma constantemente", reflexiona Assefi. "La investigación clínica nos proporciona las herramientas para identificar las mejores prácticas, evaluar la efectividad de las intervenciones y desarrollar guías de práctica clínica basadas en evidencia".
Esa constante revisión reduce la variabilidad, un problema invisible pero profundamente nocivo: el hecho de que una misma patología sea tratada de forma distinta según quién la atienda, dónde y con qué recursos. "Esto asegura que los pacientes reciban la atención más adecuada y eficaz posible, reduciendo la variabilidad en la práctica médica y mejorando la calidad de la atención en general".
Y más allá de la enfermedad, la mirada se expande: al bienestar integral. "Al desarrollar tratamientos más eficaces y seguros, podemos aliviar los síntomas de las enfermedades, mejorar la funcionalidad de los pacientes y aumentar su esperanza de vida. Además, la investigación también se enfoca en el desarrollo de intervenciones que aborden las necesidades psicosociales y emocionales de los pacientes".
En ese sentido, América del Sur se posiciona como semillero de innovación. "En AbbVie, estamos profundamente comprometidos con la investigación clínica en Argentina, Chile y Uruguay. Reconocemos el potencial de estos países para contribuir al avance del conocimiento médico".
No es un discurso vacío. En los últimos cinco años, el número de estudios observacionales en la región creció 400%. "La inversión en investigación ha sido sostenida, contribuyendo al aumento significativo del número de estudios observacionales. Confiamos en continuar invirtiendo en la I+D en este país y en la región".
Cada centro, cada investigador, cada paciente es parte de una red viva. Una red que no depende de laboratorios extranjeros sino que se construye acá, en universidades públicas, hospitales, clínicas privadas, centros académicos.
El impacto de la IA: del dato al diagnóstico
Hablar de futuro es hablar de inteligencia artificial como herramienta concreta. "La integración de tecnologías de vanguardia transformará la forma en que diseñamos, conducimos y analizamos los estudios".
Assefi describe un proceso en marcha. No es ciencia ficción: ya está ocurriendo. "La inteligencia artificial tiene un efecto catalizador y puede acelerar los procesos de la investigación clínica, permitiendo acelerar el descubrimiento de nuevos biomarcadores, optimizar la selección de pacientes para los ensayos clínicos, mejorar la monitorización de la seguridad de los medicamentos y predecir la respuesta a los tratamientos con mayor precisión".
Y agrega algo que cambia todo: la capacidad de trabajar con datos reales, en tiempo real. "La IA facilitará el análisis de grandes volúmenes de datos de salud del mundo real, lo que proporcionará información valiosa sobre la efectividad de las intervenciones en poblaciones diversas y en condiciones de práctica clínica habitual".
Imaginemos, propone, un mundo en el que cada persona sea dueña de su historia clínica electrónica. Que esté guardada en la nube, protegida, y que sólo el paciente pueda dar acceso a un médico o institución. "Esto empoderaría al paciente, pero a la vez permitiría, mediante el consentimiento adecuado, el análisis de datos anonimizados de millones de personas en tiempo real".
Y concluye: "Puede sonar utópico hoy, pero sin dudas sería un avance transformador para la investigación médica y la toma de decisiones clínicas".
En ese sentido, "el Día Internacional de la Investigación Clínica es una oportunidad para reflexionar sobre el papel fundamental de la investigación para el progreso de la medicina y el bienestar de los pacientes", afirma Assefi. "A la comunidad médica, los invito a seguir participando activamente en la investigación, a buscar la excelencia en cada estudio y a traducir los hallazgos en una mejor atención para sus pacientes".
Y cierra: "Juntos, podemos construir un futuro donde la salud sea accesible y equitativa para todos".