A mediados de agosto, el inversor de capital riesgo Jim Breyer dejó su casa en Austin, Texas, y viajó a su complejo privado en Pebble Beach, California, para asistir a algunos de los eventos de la Semana del Automóvil de Monterey, incluido el Concurso de Elegancia, la "exposición de autos más prestigiosa del mundo". Le gusta admirar los modelos más elegantes, aunque no se considera un coleccionista apasionado: en la entrada de su casa hay un BMW relativamente nuevo y un Land Rover. Llegó para jugar al golf y conversar con amigos.
Escuchar y conversar es, probablemente, el superpoder de Jim Breyer. Prefiere hablar sobre ideas, inversiones y, claro, fútbol americano universitario, antes que de casi cualquier otro tema. El hombre que se convirtió en multimillonario en 2011 y ganó fama de superestrella por una apuesta temprana en Facebook, volvió a acertar con otra jugada: la salida a la Bolsa en junio de Circle Internet Group, creadora de una criptomoneda estable llamada USDC. La capitalización de mercado de Circle trepó rápidamente a US$ 55.000 millones, impulsada por el entusiasmo de los fanáticos de las criptomonedas que compraron acciones. Breyer, segundo mayor accionista individual después del CEO y cofundador de la compañía, Jeremy Allaire, duplicó de inmediato su fortuna, que alcanzó los US$ 5.700 millones.
"Quiero que los fundadores se comprometan. Me encanta cuando los inversores tienen una participación significativa", explica.
Desde entonces, el entusiasmo en torno a Circle se desinfló. Las acciones de la empresa, cuyos ingresos provienen sobre todo de inversiones en bonos del Tesoro de Estados Unidos para respaldar su stablecoin, cayeron casi un 50% entre fines de junio y el 29 de septiembre. Aun así, Circle mantiene una capitalización bursátil elevada: US$ 33.000 millones, más de doce veces los US$ 2.500 millones que proyecta facturar este año. Breyer, que retiró cerca de US$ 100 millones a mediados de agosto, todavía conserva un 8% de participación, valuada en más de US$ 1.700 millones. Sumando sus otros activos, su patrimonio ronda los US$ 3.800 millones, el doble de lo que tenía a comienzos del año. Con esa cifra, volvió a entrar en la lista Forbes 400 de los estadounidenses más ricos, algo que no conseguía desde 2021.
La recompensa por su último acierto se gestó durante doce años. Breyer invirtió por primera vez en Circle en 2013, cuatro años después de la aparición de Bitcoin. En aquel momento, Circle funcionaba como una plataforma para guardar y almacenar criptomonedas. Las monedas estables ni siquiera formaban parte del vocabulario. Pero Breyer ya había apoyado a Jeremy Allaire en su startup anterior, la firma de videos online Brightcove. Se conocieron en Harvard Yard, caminaron un buen rato y, como recuerda Breyer, conversaron. Antes de despedirse, se dieron la mano para sellar el acuerdo. Él quería asegurarse un lugar temprano en el proyecto. "Tenía la convicción, basada en toda la debida diligencia, de que estaba desarrollando esa infraestructura de criptomonedas y que la pila brindaría oportunidades fenomenales", recuerda Breyer, que en aquel entonces pagaba 27 centavos por acción.
Breyer, que lideró la lista Midas de Forbes como mejor inversor de capital riesgo en 2011, 2012 y 2013, acumuló varios éxitos destacados. Según cuenta, Circle es una de las cuatro inversiones que le generaron una rentabilidad de al menos 100 veces. Las otras tres son Facebook —que él y su firma de capital riesgo en Silicon Valley, Accel Partners, respaldaron cuando valía apenas 4 centavos por acción (hace poco cotizaba a US$ 743 la acción)—, y dos empresas de hardware de redes de fines de los 90: Foundry Networks y Redback Networks. Ambas salieron a la Bolsa en 1999, antes del derrumbe de las puntocom, y luego fueron adquiridas.
Según Breyer, otras 15 empresas le devolvieron más de 20 veces lo invertido, incluyendo dividendos en efectivo. Entre ellas está Spotify, a la que apoyó en 2011, cuando tenía una valuación de US$ 900 millones. Todavía conserva acciones de la compañía, que hoy tiene una capitalización de mercado de US$ 149.000 millones. Otra inversión exitosa fue su participación multimillonaria en los Boston Celtics de la NBA, junto a su amigo de la primaria Wyc Grousbeck, quien lideró la compra del equipo por US$ 360 millones en 2002. Breyer vendió su parte este año, cuando un grupo encabezado por el financiero de Silicon Valley Bill Chisholm adquirió el 51% de la franquicia en una operación que la valoró en US$ 6.100 millones.
La capacidad de Breyer para poner a las personas en el centro, tanto como a los productos —desde su amigo de la primaria hasta un desertor universitario con capucha, un exsoldado israelí o un aspirante a fotógrafo— lo llevó a cosechar otros grandes aciertos: Marvel, que fue vendida a Disney por US$ 4.000 millones en 2009; Etsy, que salió a la Bolsa en 2015; y Legendary Pictures, adquirida por el Grupo Wanda de China por US$ 3.500 millones en 2016. A lo largo de su carrera, también integró los consejos de administración de Walmart, Dell, News Corp. y Harvard. Actualmente, ocupa un lugar en el directorio de Blackstone. "Vi su franqueza", dice Jon Gray, presidente de Blackstone. "Creo que es una cualidad única que posee", agrega.
Las publicaciones de Breyer en Instagram reflejan esa apertura y su variedad de intereses. Puede estar en el Abierto de Francia de tenis, compartiendo un momento con el exguitarrista de Led Zeppelin, Jimmy Page, o en la gala del American Film Institute —del que forma parte del directorio desde hace años— en homenaje a Francis Ford Coppola en Los Ángeles. Poco después aparece en la inauguración de una nueva exposición de Picasso en la Galería Gagosian. En agosto, fotografió al actor Matthew McConaughey durante la presentación del evento de música country "Band Together Texas", organizado para recaudar fondos destinados a las víctimas de las inundaciones. También abundan las fotos en partidos de fútbol americano de los UT Longhorn, a lo largo y ancho del país. Breyer se mudó de Silicon Valley a Austin hace cinco años y ya adoptó por completo la identidad texana. Hoy tiene más de 20 pares de botas vaqueras y asiste al 90% de los partidos de fútbol americano de su equipo adoptivo. "Mis hijos decían: 'Papá, te interesan demasiadas cosas'", se ríe. "¡Y tienen razón!", completa.
Su curiosidad por distintos temas empezó en la infancia. Como muchos integrantes de la lista Forbes 400, Breyer fue el primer miembro de su familia nacido en Estados Unidos. Sus padres escaparon de Hungría durante la revolución de 1956 y pasaron un año en Viena, hasta que su padre obtuvo una beca para estudiar en Yale. La familia llegó a EE.UU. con US$ 500 y, al principio, vivió en una funeraria de New Haven. Luego se mudaron a Boston, donde ambos padres trabajaron en Honeywell. En 1979, Breyer ingresó a la Universidad de Stanford. Se especializó en estudios interdisciplinarios —una combinación de informática y economía— y en su tercer año estudió un semestre en Florencia, Italia. Tras graduarse, trabajó durante dos años en McKinsey y después hizo un MBA en Harvard. Al terminar, aceptó una oferta para sumarse a Accel Partners en 1987, que en ese momento era una firma de capital riesgo integrada apenas por dos personas: los veteranos de Citicorp Arthur Patterson y Jim Swartz. Su objetivo, dice hoy, era convertirse en emprendedor. "Tenía la idea, muy equivocada, de que si dedicaba un par de años al capital riesgo, conocería a muchos emprendedores, vería muchos planes de negocio y eso me permitiría fundar mi propia empresa", cuenta. Unos años después, se dio cuenta de que no tenía el perfil para liderar una compañía. "Siempre me ha gustado invertir", señala.
La apuesta por Facebook no pudo haber llegado en un momento más oportuno para Accel. La firma había dejado pasar la chance de invertir en Google y había perdido a algunos grandes inversores institucionales, como Harvard y Princeton. Fue un joven director, Kevin Efrusy, quien impulsó la operación, después de una presentación de Mark Zuckerberg en una reunión de socios un lunes de 2005. Para cerrar el acuerdo —y ganarle de mano a Don Graham, del Washington Post—, Breyer invitó al equipo de Facebook a cenar y les ofreció una buena botella de vino (Zuckerberg, que todavía no había cumplido 21 años, tomó un Sprite), según cuenta el libro El efecto Facebook de David Kirkpatrick. Logró convencerlos y puso US$ 1,1 millones de su propio bolsillo, además de los US$ 11,7 millones que invirtió Accel. Seis años más tarde, ya era multimillonario.
Un año después de invertir en Facebook, Breyer —hoy con 64 años— empezó a trazar un camino propio en el mundo del capital riesgo. En 2006, fundó una especie de negocio paralelo llamado Breyer Capital, con el que apostó por compañías como Marvel, la editorial líder en cómics, y el gigante de medios 21st Century Fox. Accel aceptó ese movimiento porque esas inversiones quedaban fuera de su foco: tecnología y capital riesgo en etapas tempranas.
Breyer dejó Accel en 2014, casi treinta años después de haberse sumado, y apenas un año después de haber invertido en Circle. Desde entonces, canaliza su capital personal a través de Breyer Capital.
En 2020, él y su segunda esposa, Angela Chao —CEO de la naviera Foremost Group y hermana de la exsecretaria de Transporte de EE.UU., Elaine Chao— se mudaron a Austin, impulsados por sus amigos Michael y Susan Dell. Ese mismo año incorporó a sus hijos del primer matrimonio, Daniel (hoy con 30 años) y Ted (28), como socios en Breyer Capital. Así, convirtió a la firma en una oficina familiar activa, con la participación directa de su familia.
Los hermanos no podrían ser más distintos. Ted se interesó por el dinero desde chico. Según cuenta, abrió una cuenta de inversión junto a su padre cuando tenía unos seis años. Mientras estudiaba en Harvard, empezó a invertir en criptomonedas con el dinero que había ahorrado a lo largo de los años con regalos de cumpleaños y trabajos ocasionales. Daniel, en cambio, estudió historia en Brown y de chico estaba obsesionado con Stephen King. En abril publicó su primera novela, Smokebirds, un relato oscuro y desbordado sobre una familia multimillonaria profundamente disfuncional. En la historia, el hijo del magnate es un inversor de capital riesgo adicto a los videojuegos, que tuvo suerte una vez con una apuesta en una empresa de realidad virtual y juegos.
"Es una novela muy introspectiva. Si me hubieran criado de manera diferente, si fuera la peor versión de mí mismo, los peores pensamientos, ¿quiénes serían estas personas?", reflexiona Daniel, quien aclara que su padre no se parece en nada al personaje multimillonario del libro. Sobre la experiencia de trabajar con su padre, su hermano y fundadores brillantes, resume: "Somos las personas más afortunadas del planeta".
Pero incluso Jim Breyer atravesó una tragedia. En febrero de 2024, su esposa, Angela Chao, estaba en el rancho que compartían en Texas, disfrutando un fin de semana con amigas de la Escuela de Negocios de Harvard. En un momento, se subió a su auto para ir desde la casa de huéspedes, donde se alojaban sus invitadas, hasta la casa principal. Según publicó el Wall Street Journal, por error puso reversa y, sin darse cuenta, su Tesla cayó a un estanque. Murió ahogada.
Breyer nunca habló públicamente sobre el accidente, pero sí contó que su familia fue un gran sostén en este momento difícil. Está criando al hijo de cinco años que tuvo con Chao, con la ayuda de dos niñeras. "Gran parte de esto se debe a que persevero por ese pequeño de cinco años, asegurándome de ser el mejor padre posible y el mejor padre y compañero para el resto de la familia", dice. Daniel agrega: "Él simplemente nos ama y le encanta trabajar con nosotros".
Involucrar a sus hijos en esta nueva etapa fue una decisión revitalizante que lo ayudó a mantener la mirada puesta en el futuro. Un año después de mudarse a Texas e incorporar a Daniel y Ted a Breyer Capital, adoptó una nueva estrategia de inversión. Empezó a explorar cómo combinar inteligencia artificial con ciencias de la vida y salud. "Observamos dónde la inteligencia artificial y las tecnologías de inteligencia artificial pueden y generarán resultados profundos", explica. En abril sumó a un nuevo socio a Breyer Capital: Morgan Cheatham, un joven capitalista de riesgo con proyección, amigo cercano de su hijo Daniel desde la universidad. Se conocieron en una clase sobre emprendimiento en Brown, donde Breyer fue invitado como orador. Cheatham, que integró la lista Forbes Under 30 de 2023, trabajó durante ocho años como inversor en la firma Bessemer Partners, al mismo tiempo que estudiaba medicina en la Universidad de Brown, donde también se graduó en su carrera de grado. Hoy sigue ese camino: realiza una residencia combinada con una especialización en genética, mientras busca nuevas oportunidades de inversión para Breyer Capital.
Una de las apuestas más exitosas hasta ahora en la intersección entre inteligencia artificial y salud es OpenEvidence, una aplicación gratuita similar a ChatGPT que permite a los médicos consultar las investigaciones médicas más recientes. Breyer ya había respaldado al cofundador y CEO de la compañía, Daniel Nadler, en su primera startup: la firma de análisis financiero Kensho, que S&P Global compró por US$ 550 millones en 2018. El 40% de los médicos en Estados Unidos ya se registró en OpenEvidence, que hoy procesa 8,5 millones de consultas al mes. En julio, la empresa recaudó US$ 210 millones con una valuación de US$ 3.500 millones, lo que convirtió a Nadler, de 42 años, en multimillonario.
Nadler elogia a Breyer sin reservas. "Es realmente diferente a casi cualquier otro inversor con el que he tratado. Y he tratado con los mejores inversores", afirma. "Le interesa mucho más el fundador y por qué o qué lo convierte en alguien excepcional. La mayoría de estas personas de gran éxito son bastante peculiares, y él quiere profundizar en eso", añade. Cuenta que Breyer —junto con inversores de la firma Sequoia— le hizo preguntas como: "¿Por qué tenés esa actitud resentida? ¿Qué te motiva? ¿Por qué sos tan competitivo? ¿Y qué te va a mantener competitivo incluso después de alcanzar una seguridad financiera básica?".
Una vez que Breyer decidió invertir en las empresas de Nadler, se volvió realmente útil. "Le enviaba decenas y decenas de correos con una o tres palabras, y él respondía con una o dos frases, y directo al grano. No hacía falta tanta ceremonia", cuenta Nadler. "Es como hablar con un amigo", precisa.
Y ahí está, quizás, la verdadera habilidad de Breyer: su capacidad para generar confianza con los emprendedores, lo justo y necesario no solo para cerrar un acuerdo, sino también para ayudarlos a superar los momentos más difíciles.
*Con información de Forbes US