Arribeños es una fiesta. Un fin de semana cualquiera, esta calle de Belgrano se convierte en un epicentro burbujeante de gastronomía, entretenimiento y cultura. Miles de personas se acercan para disfrutar de su street food, comprar muñequitos de sus animés preferidos, explorar sus bazares y recorrer las góndolas de sus supermercados, repletas de delicias provenientes de todo Asia, aunque no exclusivamente, con una gran selección de productos importados a un precio justo.
Es el corazón del Barrio Chino, que desde su preludio en los 70 hasta la actualidad fue expandiéndose lentamente durante décadas, y post pandemia a un ritmo desenfrenado: primero con los primeros locales en la calle Arribeños, que se fue extendiendo hasta Mendoza y Blanco Encalada; para continuar progresivamente hasta Montañeses y Juramento. Actualmente, con la incorporación del proyecto Viaviva (a la que le allanó el camino el corredor gastronómico independiente de Pasaje Echeverría), empezó a tener una presencia fuerte desde la calle Sucre hasta Montañeses.
Todo comenzó medio siglo atrás. Al inicio de la década del 70 se inauguró -con otro nombre- lo que es hoy la Asociación Civil de los Taiwaneses en Argentina, que se encuentra en la calle Arribeños 2275. "Este salón fue un espacio donado por algunos inmigrantes de la colectividad taiwanesa. Durante los días sábados se usaba como la primera escuela china, con espacios divididos con biombos como aulas para el aprendizaje del idioma chino mandarín para los hijos de taiwaneses, para así conservar el idioma", cuenta a Forbes Argentina Ana Kuo, presidenta de la Asociación Cultural Chino-Argentina, nacida en Taiwán y habitante de suelo porteño desde los 13 años. "Ya cerca de la segunda mitad de la década del 80 para adelante, se hacían proyecciones de películas en chino mandarín de origen hongkonés, un gran suceso de entretenimiento, porque no había internet y había muy poca comunicación con la tierra de origen. Entonces, cada vez que había películas, se nucleaba gente de todas las edades para disfrutar de los films que justamente les hablaban en su idioma. Y gracias a la existencia de este espacio y sus actividades sociales y culturales, empezaron a abrirse locales alrededor".
El primer restaurante se llamaba Todos contentos; el primer supermercado, Casa China. "En la década del 90 y del 2000 en adelante, cocineros renombrados comenzaron a visitar las dos callecitas del barrio chino para explorar aromas y sabores exóticos e incorporarlos en sus platos y en sus relatos", explica Kuo. Esto, junto con la visibilidad de los festejos del Año Nuevo chino y el acercamiento de los jóvenes amantes de la cultura asiática, especialmente los otakus con la japonesa, y más tarde los fanáticos del K-pop, el Barrio Chino se consolidó como un referente de la cultura asiática para todas las edades y gustos. Como describe Kuo, el Barrio Chino es para los porteños "un hub cultural y turístico, un imán en cuanto a la integración multiétnica, de culturas, de fusión de conceptos principalmente asiáticos".
La gastronomía, en ese sentido, es una parte fundamental de este acercamiento de Buenos Aires a la cultura de diferentes partes de Asia. "En un inicio, los sabores estaban más centrados en la región sudeste de China y en los sabores de Fujian y de Taiwán", recuerda Kuo. "Pero de a poco también de toda China. Están los hot pots, que son unas ollas calientes, también hay malatang, que es una olla bien picante, que ya es propiamente de China. También comida hongkonesa y cantonesa (en Royal Mansion). Y ya hace años están asentados los restaurantes japoneses", como un clásico del barrio, Fujisan. También hay nuevas ofertas de comida coreana como bibimbap en Mr Ho, o incluso korean corndogs en Puppo KDog. La parte de Viaviva aportó aún más comida japonesa, árabe y también comida argentina, además de cervecerías, librerías, casas de moda y joyerías.
Y mucha de la movida se da al aire libre. "Cuando pasen por los quioscos están los snacks asiáticos, que, aunque quizás no son restaurantes para sentarse, forman parte justamente de los tentempiés", recomienda Kuo. "Es una buena forma de ir acercando los aromas y la culinaria china".
Roy Asato fue uno de los pioneros de la reciente transformación culinaria y demográfica del Barrio Chino. El chef argentino, de ascendencia japonesa y española, ha sido clave en el desarrollo y expansión del concepto de street food asiático en Buenos Aires gracias a Orei, local que fundó en el Pasaje Echeverría, a tan sólo unos pasos del gran Arco que da inicio al barrio. Es tan sólo una ventanita en esta cuadra gastronómica ubicada debajo de las vías del Ferrocarril Mitre, específicamente de la estación de Belgrano C, pero se llena a diario de jóvenes que se acercan para pedir un ramen y comerlo en la calle peatonal o llevárselo al trabajo o a la casa.
Con la vía se da una dinámica que genera más el consumo en la calle, "no de sanguchitos o hamburguesas, sino que estés comiendo una sopa en la calle. Y ni siquiera bajo un techo, un toldo o dentro de un local. La verdad es que se dio algo espectacular: focalizar en la comida y que el espacio físico no nos limite; que pueda venir toda la gente que quiera, siempre y cuando nosotros tengamos comida para darle", le cuenta a Forbes Argentina.
"Cuando nosotros fuimos a Barrio Chino, la zona estaba media venida abajo por la pandemia, que hizo que sea más difícil de sostener para muchos locales. Cuando nosotros abrimos, también a los dos años se dio la apertura de Viaviva, que la verdad es que impulsó un montón la zona; hoy es un destino turístico", dice Asato.
"El pasaje de Echeverría potenció lo que era el proyecto de Viaviva, que ya estaba ahí en carpeta, pero todavía no avanzaba tanto. Entonces, nuestro trabajo hizo que para ellos fuera muchísimo más fácil todavía. Para nosotros creo que fue mucho más difícil porque tuvimos que avanzar con todas las dificultades que tenía el barrio. Un montón de lugares no estaban preparados para tanto crecimiento. Para nosotros fue una apuesta de cero".
El proyecto de Viaviva nació en 2019, abarca 4 kilómetros de largo y está dividido en tres etapas (Barrio Chino, Libertador e Hipódromo), con una finalización estimada para principios de 2026.
"Desde el inicio, nuestro objetivo fue expandir y revitalizar el Barrio Chino de Belgrano, respetando y enriqueciendo su identidad cultural", aseguró Tomás Garzón Maceda, director comercial de Viaviva en diálogo con Forbes Argentina. "En lugar de crear un nuevo espacio, decidimos ampliar y consolidar lo existente, dando forma a lo que denominamos el 'Gran Barrio Chino'. Para ello, comenzamos el proyecto en esta área específica, reconociendo la importancia de preservar su esencia cultural y trabajando de manera colaborativa con la comunidad china".
Para asegurar un equilibrio entre desarrollo comercial y preservación cultural, aseguran haber mantenido "un contacto cercano con la comunidad local, implementando además un Centro de Información Turística con personal multilingüe y facilitando la integración del bus turístico de la ciudad. Todo esto con el objetivo de consolidar el Gran Barrio Chino como un destino turístico destacado".
Para Kuo, Viaviva tiene un rol muy importante en la transformación del barrio. La fase inicial de este desarrollo era precisamente expandir el Barrio Chino, aprovechando el área surgida alrededor de la estación Belgrano C tras la elevación de las vías del tren y la eliminación de las barreras en los cruces a nivel, como parte de las obras de remodelación. El proyecto fue anunciado en noviembre de 2021, requirió una inversión inicial de 45 millones de dólares y comenzó a operar en abril de 2023. Hoy hay 62 locales abiertos dentro de Viaviva y muy pronto van a ser 95.
"Son todos locales modernos, nuevos, de las nuevas tendencias también multiétnicas que propone Viaviva. Mejoró realmente el impacto de los locales dentro del Barrio Chino. ¿Y por qué lo digo? Porque hizo que el Barrio Chino tenga el toque de marketing y de modernidad y el atractivo que busca el público del día de hoy. Y eso fue maravilloso porque fue como una varita mágica que hizo que quedara espléndido frente a los ojos de la gente porteña, de todos los argentinos y también de los turistas".
Para Asato, las propuestas gastronómicas de Viaviva y del Pasaje Echeverría donde está emplazado Orei (a la vuelta se encuentra su más reciente apertura, Noodles by Orei, que ofrece una fusión japonesa e italiana) son bien diferenciadas. "Ellos tienen otro tipo de equipamiento, de mobiliarios, de locales, de accesibilidad. La nuestra era una apuesta media hipster, con lo que se podía. Me parece que ahí está el cambio, hay más empresas o franquicias. Y en el Pasaje Echeverría capaz que era más de una apuesta de emprendedores a generar una zona, un ambiente".
Todos estos contrastes hacen que este polo sea un imán de atracciones para la gente que viene de lo largo y ancho del país, además de los turistas extranjeros. "Yo me acuerdo que antes era un lugar donde se visitaba por la gente que le gustaba la cultura china", dice Kuo. "Pero hoy lo visita cualquier persona. Llegan micros y micros, especialmente los fines de semana durante las vacaciones, de gente del interior cuyo destino es el Barrio Chino. Se estacionan ahí por la Avenida del Libertador y bajan aluviones de gente que vienen especialmente para conocer el barrio. No hay una estadística certera, pero se estima que lo visitan entre 50 y 60.000 personas por semana".
Según Viaviva, este sector del Barrio Chino recibe alrededor de 750 mil visitantes mensuales, una cifra que constataron con un "sistema de seguridad biométrico".
¿Hay un miedo a que la esencia del barrio cambie? La llegada de las nuevas propuestas al Barrio Chino obliga a la comunidad preexistente a tener una mente más abierta y a aceptar la convivencia con otras culturas asiáticas, afirma Kuo. "En algunos grupos de personas hay cierto miedo a los cambios y hay otros que los abrazan con pasión. Pero indudablemente, todos los que trabajan en el Barrio Chino y los que somos de la colectividad china nos enorgullecemos de pertenecer a esta cultura que tanto les gusta a los argentinos. Esa inclusión por parte de los argentinos nos ayuda a los chinos a reafirmar nuestra identidad y a valorar aún más nuestra cultura".
"Todos estos cambios favorecen a que nuestra colectividad y nuestros jóvenes quieran indagar más sobre nuestra cultura, estudiar el idioma y conocer los valores; ayudan a preservar la herencia cultural. Un desafío quizás es una convivencia armónica entre partidarios de la apertura y de la aceptación de otras culturas asiáticas dentro del Barrio Chino con los que se sienten amenazados por estos cambios".
Según Asato, "hay muchos chicos haciendo cosas muy buenas, por lo que la gastronomía asiática va a seguir creciendo. Y el Barrio Chino acompaña. Si bien quizás todos los locales de Barrio Chino clásicos se modernizaron porque el barrio se modernizó, la gran mayoría de los locales ahora tienen ventanitas de venta al paso porque la circulación es gigante. Entonces cambió también el formato de restaurante. Eso ayuda a ese crecimiento".
¿El desafío para el futuro? "No hay que dormirse en los laureles", advierte el chef. "Uno tiene que estar siempre a la vanguardia, siempre mantener la calidad, la calidez de la atención, el producto y seguir adelante. El barrio es una variable, todo va modificándose. El tema es que esas modificaciones que sufra el barrio no te perjudiquen a vos".