El dilema de la ecuación espacio-tiempo del mundo laboral híbrido destapa nuevas preguntas imprescindibles
Tras la pandemia el mundo laboral sufrió un cambio disruptivo. Los conceptos de espacio y tiempo laborales se trastocaron y las empresas se encuentran con el desafío de entender un nuevo mundo para así poder mantener la motivación de sus colaboradores.

Pasada la pandemia, luego de abandonar masivamente las oficinas y dejar las ciudades vacías y llenas de fantasmas, flota en el aire una pregunta: ¿Qué haremos de aquí en más con los espacios? ¿Podemos prescindir de ellos? ¿Qué haremos con los horarios? ¿Podemos prescindir de ellos?

La pandemia - siempre una causa externa dispara debates procrastinados - nos obligó a trabajar de modo remoto y potenció tecnologías latentes que esperaban su aplicación masiva (Zoom, Webex y Microsoft Teams ya existían). La pandemia nos hizo especialistas en Home-Office, convirtió el Wifi en oxígeno y puso en jaque a la oficina tal como la conocíamos.

Cuando le llegó el turno a la Postpandemia tuvimos que repensar las oficinas, las reuniones, las visitas a los clientes y los largos, improductivos y tediosos traslados de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Nos invitó a recalcular como medimos la eficiencia del trabajo y como la provocamos. La Postpandemia nos invitó a algo mucho más profundo: A repensar la ecuación del Tiempo-Espacio laboral.

¿Hacemos historia?

Hace decenas de miles de años el hombre no tenía un lugar fijo de residencia, se movía en función de los recursos, la disponibilidad de agua y alimento, su seguridad o el clima. La vida y el trabajo eran una misma cosa, no existían los espacios y los tiempos como hoy los conocemos.

Hace unos 10.000 años comenzamos un proceso de asentamiento para dejar de ser cazadores/recolectores. El hecho de poseer un espacio propio comenzó a ser importante. Al habitar lugares, aparecen las pertenencias y el hombre comienza su relación con las posesiones y los territorios. 

En el siglo 21, en tiempos donde las nuevas generaciones priorizan el usar la propiedad al hecho de ser sus dueños, por primera vez en milenios, el valor del espacio propio vuelve a estar en el foco del debate. Es una nueva revolución: no solo cambia muestra mirada sobre el espacio de vivienda sino también sobre el lugar de trabajo.

Hasta la aparición del celular, la separación de trabajo/hogar era potenciada por la separación física entre estos dos lugares: donde vivo y donde trabajo eran generalmente espacios diferentes y diferenciados. Las tareas y las responsabilidades quedaban separadas por una pared física, la separación era material. Los horarios de trabajo y los horarios de no trabajo estaban temporalmente discriminados y físicamente distanciados.

Espacio y tiempos se correlacionaban para marcar un ritmo socialmente aceptado entre trabajo, ocio, descanso, privacidad y estudio. Cada cosa tenía su tiempo y su lugar…

El virus del COVID nos dejó sacó violentamente de este orden, de esta separación y de esta ecuación donde el tiempo y el espacio estaban perfectamente definidos. Nos aisló, mezcló hogar y trabajo y desarticuló la separación horaria.  La historia siempre avanza, no retrocede. No podemos volver atrás porque ya somos diferentes. El desafío de redefinir tiempos y espacios significativos y conducentes es prioritario. 

Filosofía

Byung Chul Han, este provocador y a veces molesto filósofo coreano, nos habla de las No-Cosas. Nos provoca al proponer que cuando ya nada es sólido y tangible y ya no vivimos en la tierra y el cielo, sino que habitamos Google Earth y la Nube, es cuando se desnaturaliza nuestro entorno estable tan necesario para la vida humana. 

El orden digital sustituye el orden terreno y desnaturaliza las cosas convirtiéndolas en información.  Y como la información cambia todo el tiempo, perdemos la calma y la paz que da lo estable y conocido.  Lo que no cambia - los espacios, lo constante - nos da solidez y relax y nos quitan la ansiedad.  Cabe preguntarnos: ¿Podremos vivir sin los espacios sólidos sin redefinirnos? ¿Será que perder los espacios es lo que nos llena de ansiedad?

Mas aún, Zygmunt Bauman en su libro “La Modernidad Líquida” nos habla de los No-Lugares, como espacios sin pertenencia, lugares genéricos. Son lugares de paso. El autor incluye aeropuertos y shoppings en esta categoría. Son lugares donde cuesta distinguir en qué lugar del mundo estoy, donde se busca la uniformidad, donde lunes o domingo, mañana o noche son lo mismo. 

Podemos agregar a esta lista de No-Lugares bancos, taxis, supermercados, cines y hoteles. Son lugares donde nos sentimos “cómodos” porque nos son fáciles de navegar, pero que no generan pertenencia, identidad, relacionamiento ni vínculos sólidos entre las personas. Aquí quienes nos rodean - al igual que nosotros mismos - están de paso: son extraños. Estos No-Lugares no generan afecto y mucho menos compromiso.

¿Habremos también convertido los lugares de trabajo en No-Lugares? ¿Qué pasa cuando mi oficina es igual de atractiva e impersonal que un espacio de co-working?  ¿Cuánto más fácil es renunciar a un lugar de trabajo del que no extrañaré mi espacio y del que no debo llevarme nada cuando me voy porque no hay nada mío allí? ¿Qué pasa cuando todos los espacios para trabajar están disponibles para mí, pero ninguno lo siento mío? 
 

Somos animales de costumbres, somos seres naturalmente nostálgicos. Sin recuerdos y sin nostalgia, dejar un lugar nos cuesta menos y lo meditamos menos. Es solo un sueldo. No son mis rutinas, mis lugares de encuentro ni mi lugar de pertenencia… Despegarme y desapegarme es muy sencillo. Las crecientes dificultades para retener talento y el aumento de la rotación son multifactoriales, pero no deberíamos dejar de prestar atención a la pertenencia que pueden generar los espacios.

¿Estamos en un punto de inflexión?

¿Cuál es el nuevo equilibrio? ¿Cómo avanzar sin perder lo ganado? ¿Cómo seguir aprendiendo sin sucumbir lo que ya sabemos? ¿Cómo navegar lo híbrido del tiempo y lo híbrido de los espacios?

¿Qué debemos hacer virtual y qué es mejor presencial? ¿Qué debe ser sincrónico y que se optimiza de modo asincrónico?

¿Cómo recuperar el encuentro con el otro como una oportunidad de debate e intercambio y no como un lugar donde se transmite la información de uno a muchos? ¿Cómo rediseñar la oficina para que genere pertenencia y motive al compromiso? ¿Cómo ofrecer experiencias que nos inviten a volver al lugar de trabajo y a revalorizar el imperio del tiempo? 

Durante muchos años la ubicación de mi oficina, en que piso estaba y qué tamaño tenía definía a mi estatus y se correlacionaba directamente con mis ingresos. Durante muchos años el tiempo de trabajo transcurría en el lugar de trabajo y la mejor manera de verificar que cumplíamos con nuestra función era lo que llamábamos fichar o marcar el reloj. Hablaba de nuestro compromiso con la empresa a qué hora llegábamos y a qué hora nos retirábamos. 

Siempre recuerdo esa anécdota del director que ponía menos espacios de estacionamiento que el número de gerentes que tenía, para garantizarse de que todos quisieran llegar temprano para tener donde dejar el coche.
 

El trabajo remoto, el mundo Phygital, los espacios de coworking, el Zoom y el metaverso nos invitan a repensar la ecuación tiempo-espacio. Nos invitan a buscar nuevos balances entre la vida y el trabajo, lo individual y lo colectivo, la oficina y el hogar, el Yo y el Nosotros.

“No habitamos espacios, habitamos costumbres” dijo el filósofo Peter Sloterdijk. Lo que hacemos en cada lugar forja nuestros hábitos y construye nuestro hábitat.  Hay mucho para reescribir. Es una gran oportunidad. Vivimos un tiempo bisagra. 

Hay tareas de equipo y hay tareas solitarias. Hay trabajos que exigen sincronía y otros que florecen asincrónicos. Hay productividad a la mañana y hay creatividad a la noche. Yin y Yang. Fuerzas opuestas y a la vez complementarias. Finalmente, esto tampoco es nuevo. Tiene miles de años. 

 

El desafío de resignificar el tiempo y el espacio

Algunas preguntas imprescindibles: 

En qué lugar deben realizarse las tareas y cuál es el espacio óptimo?

En qué tiempos deben realizarse las tareas y cuál es el momento óptimo?

Qué haremos con las oficinas?

Qué haremos con las reuniones?

Qué haremos con las visitas a los clientes?

Qué haremos con las exposiciones y los congresos?

Qué importancia tendrá el espacio?

Qué prioridad tendrá el tiempo?

Qué valor tendrá el espacio?

Qué valor tendrá el tiempo?

¿Cómo separaremos los espacios públicos, los privados, los laborales, los lúdicos y los de aprendizaje? ¿Los separaremos?

Algunas guías para esbozar respuestas:

Tal vez el valor más absoluto se logra cuando se conjugan espacio y tiempo: cuando y donde hacer y estar. Las experiencias dependen del timing, del lugar y de la compañía.

La relación con los espacios está en plena evolución y ya nada será como antes. No puedo volver al ayer, porque hoy yo ya soy diferente nos grita Alicia, este inolvidable personaje de Lewis Carroll 

Es necesario convertir la oficina en lugar de pertenencia, de encuentro y de compromiso. Debe tener personalidad, dejar de ser un No-Lugar.

Es necesario optimizar el uso del tiempo. Mejorar la calidad del tiempo. Una mejor calidad de vida y un mejor balance ofrecerán mayor eficiencia, motivación, retención, bienestar y productividad. 

Es necesario resignificar el tiempo y el espacio. El pensamiento binario está muerto. No es una cosa o la otra. No es oficina o remoto. No es de 9 a 18 horas para todos. No es solo de lunes a viernes. No hay jaque mate a la oficina sino al statu quo. Bienvenidos a un mundo más adaptable, motivador y sobre todo personalizado. Ese es el ingrediente secreto de la nueva ecuación del espacio-tiempo laboral.