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Editorial
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29 Septiembre de 2019 23.40

Con un mensaje centrado más en el orden macroeconómico que en la promesa de consumo, sus economistas calculan el verdadero margen de maniobra fiscal. 

Los últimos días de septiembre marcaron un punto de inflexión -o tal vez de partida- en el contexto económico  en el que se enmarcará el tramo final de la campaña. 

La primera movida corrió por cuenta del Fondo Monetario, que decidió poner a la Argentina en el freezer, según lo comunicó en el idioma propio de la institución una de sus máximas autoridades, David Lipton -“la relación va a tener que esperar”- lo que implica que los esperados U$S 5400 millones previstos en el programa financiero de este año no llegarán. Al menos no hasta que en el organismo tengan una idea más aproximada de los planes económicos del próximo presidente.

La respuesta de quien hoy tiene más chances de serlo, Alberto Fernández, no se hizo esperar: apenas veinticuatro horas después, desde Córdoba, en un almuerzo con empresarios de la Fundación Mediterránea cuyo think tank supo dar soporte hace décadas a Domingo Cavallo, el candidato sorprendió con precisiones concretas. Definiciones market friendly y alejadas de aquellos embates contra “las multinacionales que se llevan el petróleo” y de la propuesta de bajar “la tasa de las Leliq para aumentar las jubilaciones” de semanas anteriores. El siempre vigente teorema Baglini. 

Resumidamente, Fernández planteó una negociación amistosa y voluntaria de la deuda “a la uruguaya”, la necesidad de aumentar exportaciones, incluyendo el petróleo y, el dato central, la vocación de superávit fiscal. Casi en duplex, desde San Juan, su asesor económico más cercano, Matías Kulfas, sobre quien se asume tendría un rol relevante en una gestión del Frente de Todos, desgranaba ante industriales los ejes del eventual plan aún con más detalles: objetivo de una inflación de 2% mensual, nuevo acuerdo con el FMI, reforma laboral y, otra vez, superávit fiscal (N. de la R.: cualquier diferencia en el enunciado con el menú del oficialismo es pura coincidencia). 

El foco del mensaje, claramente más centrado en el orden la macroeconomía y menos en la entrega de medicamentos gratuitos o en la promesa de más consumo, es una pieza clave de información para propios y ajenos. Hacia afuera, sobre todo hacia al FMI, actor indispensable en cualquier gestión por el “reperfilamiento de la deuda”, pero también hacia el resto de los acreedores e inversores, es una señal contundente de moderación de las que se le pedirán mayores muestras. Hacia adentro, un mensaje público de que no está en los planes una emisión monetaria desbocada para financiar mayores gastos del Estado. 

Claro que suponer que el apostolado de resultado fiscal positivo es una convicción íntima e irrenunciable de Fernández sería un error.  Por el contrario, desde el ala más moderada del amplio entorno de economistas que lo acompañan, hubo una seguidilla de consultas a expertos de la city y ex funcionarios respecto del posible margen de desequilibrio a cubrir con emisión monetaria.  ¿Tal vez 1%, 1,5%?, se preguntaban. Los llamados y encuentros incluyeron, a principios de septiembre, al ex secretario de Finanzas Daniel Marx. Igual que la mayoría de sus colegas, Marx fue tajante: no hay margen emitir un sólo peso. Su posición no es nueva: hace meses que el especialista asegura que “el déficit cero no alcanza” y en la la  presentación de más de 30 slides que les compartió calcula la necesidad de un superávit mayor a 2 puntos del PBI. 

La ronda de indagación, que arrojó en cada instancia la misma conclusión, se desarrolló prácticamente al mismo tiempo que desde el ala más radicalizada del amplio entorno de economistas que también acompañan a Alberto, se recogía el guante de la Teoría Monetaria Moderna, según la cual no existe ninguna imposibilidad ni consecuencia de emitir dinero para financiar gasto público y  cuyo exponente local vendría a ser la diputada kirchnerista Fernanda Vallejos, quien dio voz a la propuesta.

Kulfas, quien sí considera que la emisión monetaria “es una herramienta del Banco Central que existe para financiar al Tesoro", negó que vaya a utilizarla. Y también Alberto Fernández parece haberse pronunciado en esa discusión. Aún así, no está claro -y he aquí los temores de quienes avizoran fantasmas hiperinflacionarios-, si será suficiente para darla por terminada.

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