Así es el camino que quizás sin querer, abrió Lionel Messi
¿Cómo es posible que la frustración, de la gente no se tradujo en un estallido de rabia y violencia como tantas otras veces en la historia del país? La respuesta es, probablemente, Lionel Messi.

Imaginemos esto: sos un adolescente, tus padres se van de viaje y te dejan al cuidado de la casa. Hay jardín, pileta y mucho espacio. Decidís invitar a todos, a todo aquel que se te cruce y que vea el post en Instagram. ¿Cuál es el resultado? Ahí puede pasar de todo: desde destrozos a muertos. 

Traslademos esa fiesta a una autogestionada que termina convocando a cuatro o cinco millones de personas, con los poderes políticos ausentes y una suerte de acuerdo tácito entre una selección de fútbol y sus hinchas. 

 

El acuerdo no se cumple, casi nadie puede verlos a ellos y al trofeo de campeones del mundo. Pero, en términos comparativos, no pasa demasiado: dos delirantes saltando desde un puente al micro, disturbios y destrozos en el final de la noche, el Obelisco vandalizado, toneladas de basura y un par de docenas de detenidos.

¿Cómo es posible, cómo es que la frustración, muy comprensible, de la gente no se tradujo en un estallido de rabia y violencia como tantas otras veces en la historia del país? Otra vez: con que el uno por ciento de cuatro millones de personas perdiera el control alcanzaba para que se desatara una tragedia.

La respuesta es, probablemente, Lionel Messi.

El estilo del capitán de la selección nacional, tan diferente al de Diego Maradona, implica una nueva era para el país.

El domingo y el martes, los dos días de festejos masivos en Buenos Aires, el ambiente era de pura alegría, de alegría sin límites, de gente que se alegraba de estar alegre, en una especie de "loop" autosustentable que se explica fácilmente en un país harto de crisis y de malas noticias. 

 

Messi no le dijo a nadie que la tenía adentro, Messi no se cebó con el color de piel del hombre que le metió tres goles a Argentina y casi le quita el trofeo, Messi no tomó la capa que le regaló el emir de Qatar para hacerla un bollo y tirarla al costado del escenario.

Lo único que hizo Messi fue lanzar un "bobo, andá payá". Enternecedor. Pretender que eso lo "maradoniza" es solo comprensible desde la intensidad del deseo por sobre la realidad.

bobo

Ese Messi tranquilo, que se abraza a sus hijos y juega con ellos, ese Messi que adora a su esposa caló en el corazón y la psiquis de los argentinos: se puede ser un ídolo planetario en el deporte más popular del mundo y ser así. No hace falta pelearse con el Papa, George Bush y la FIFA, no hace falta idolatrar a Fidel Castro y Hugo Chávez. Alcanza con ser un buen chico que juega al fútbol.

Antonella Roccuzzo


 

Sí, hubiera sido deseable que, desde su categoría de ídolo sin límites, Messi moviera algo públicamente en favor del futbolista iraní Amir Nasr-Azadani. Pero eso es, otra vez, probablemente pretender mucho de él

Alejado de la idea de Argentina potencia que por décadas nos impregnó, y de la que Maradona era tributario, Messi es un hijo de la crisis del 2001 que intenta hacer lo que hace lo mejor posible. Y no mucho más.

Ese Messi tranquilo tuvo un efecto positivo en la fiesta de inexistente organización del martes. Él no había prometido nada, no había arengado y encendido a las masas. Solo se subió al micro con el "viajero" (una botella plástica cortada por la mitad y con alcohol) en las manos y mostró reflejos rápidos en dos ocasiones para impedir que cables que cruzaban de lado a lado se le clavaran en el cuello.

La Scaloneta en la Argentina


 

El "pueblo argentino", tantas veces mentado, optó por comportarse como ciudadanos razonables y entender que la fiesta, de tan grande, era imposible. Muchos niños lloraron y muchos padres se desesperan, pero la conclusión, al final, fue que lo importante, más que ver al trofeo y los jugadores, era estar ahí. Todos juntos siendo parte de una fiesta que reunía a diferentes con la camiseta argentina como prenda de unión.

 

Todo un aprendizaje para un pueblo que lleva décadas subido a la soberbia de creerse especial, reflejo de aquellos años dorados que se esfumaron. Por algo la Argentina no es, en América Latina, precisamente el pueblo más querido. Los aires de superioridad de su gente lo han impedido históricamente.

Festejos por la Argentina campeón del mundo


Pero claro que el argentino tiene algo especial. Pueblo afectuoso y apasionado, sacó adelante una fiesta que no entra en la historia de Argentina, sino del mundo: nunca antes un país celebró con tanta masividad, alegría y pasión un título de la Copa del Mundo. La FIFA, maravillada, hará buen uso de las imágenes de estos días, que le suman valor y relevancia a su producto.

 


 

Sin embargo, Qatar 2022 dejó un fenómeno sorprendente: brasileños, chilenos, uruguayos y muchos otros pueblos de la región mayoritariamente a favor de Argentina y felices con el triunfo ante Francia. Aquellas palabras de Kylian Mbappé diciendo que el fútbol sudamericano es inferior catalizaron un sentimiento de unión en la región, pero todo hubiera sido más difícil de haberse tratado de la Argentina de Maradona, que como buen argentino hijo de su tiempo, crecía desde la mordacidad, la ironía y el enfrentamiento.

El barrio de Rosario donde nació Messi

Messi crece desde un puñado de palabras y poco más. Lo saben también en el Morro do Dendé, una zona humilde de Salvador de Bahía, Brasil, donde antes de la final sus habitantes pintaron sus calles de celeste y blanco.