Una de las mayores sorpresas en Hollywood el 8 de diciembre, al menos entre las noticias que no involucraron la batalla por Warner Bros. Discovery, fue que Avatar: Fuego y Ceniza no recibió ninguna nominación en las categorías principales de los Globos de Oro de este año. Aunque todavía no llegó a los cines —su estreno está previsto para este viernes—, la película fue nominada en la categoría de “Logro cinematográfico y de taquilla", lo que revela el nivel de expectativa que genera una nueva entrega de una saga que ya colocó dos de sus títulos entre las tres películas más taquilleras de todos los tiempos. Se espera que supere los US$ 2.000 millones en recaudación y termine el año como la más vista del mundo.
La confianza en James Cameron, director de Avatar, sigue intacta. A lo largo de sus 40 años de carrera, el cineasta, que hoy tiene 71 años, apostó cada vez más fuerte por sus proyectos y cargó con la presión de convertir cada uno en un éxito global. Desde Terminator y Aliens en los años 80 hasta Titanic y las dos primeras películas de Avatar, sus películas sumaron casi US$ 9.000 millones en recaudación mundial. Según Forbes, la mayor parte de su patrimonio personal —estimado en US$ 1.100 millones— proviene de esas ganancias.
Esto ubica a Cameron en una lista muy reducida de cineastas que alcanzaron la categoría de multimillonarios, junto a George Lucas, Steven Spielberg, Peter Jackson y Tyler Perry. A diferencia de ellos, que generaron ingresos significativos fuera de Hollywood, Cameron construyó su fortuna casi exclusivamente gracias al éxito de sus películas. Sin embargo, en entrevistas suele restarle importancia a ese tema. Según confirmó un vocero, rechazó participar de este artículo.
"Ojalá fuera multimillonario", dijo Cameron en una entrevista reciente con Matt Belloni, del sitio Puck.
Incluso si se tienen en cuenta sus costosas expediciones submarinas, sus donaciones vinculadas al cuidado del medioambiente y sus operaciones inmobiliarias —además de su largo historial de resignar o arriesgar su salario para conservar el control creativo—, Forbes calcula que los ingresos por salarios, participación en ganancias, licencias vinculadas a parques temáticos y juguetes, y el valor de su productora Lightstorm Entertainment, cubren con amplitud esa diferencia.
Y en los próximos meses, Cameron sumará aún más ingresos. Forbes estima que podría ganar al menos US$ 200 millones (antes de impuestos y tasas) con Avatar: Fuego y Ceniza, siempre que la película cumpla con las expectativas de taquilla.
El recorrido es notable para alguien que abandonó la universidad y, en sus 20 años, trabajó como camionero antes de conseguir un puesto como asistente de producción en New World Pictures, la compañía de Roger Corman. Según contó, le pagaban US$ 175 por semana. Su primer trabajo como director fue en Piraña II: El Desove, estrenada en 1981, aunque tampoco fue un gran salto: lo despidieron a las dos semanas de rodaje por diferencias creativas y solo cobró la mitad de los US$ 10.000 prometidos.
La gran oportunidad llegó tres años más tarde, con Terminator, una historia que —según dijo— se le ocurrió durante un sueño febril mientras estaba enfermo en Roma, trabajando en Piraña II. Para asegurarse la dirección, vendió el guion a la productora Gale Anne Hurd por apenas US$ 1. Esa jugada fue clave: la película recaudó US$ 78 millones en todo el mundo con un presupuesto de US$ 6,4 millones, lanzó las carreras de Cameron y Arnold Schwarzenegger y dio inicio a una franquicia que ya superó los US$ 2.000 millones en recaudación global.
Cameron se casó con Hurd en 1985 y al año siguiente dirigió Aliens, que recaudó US$ 131 millones con un presupuesto estimado de US$ 18 millones. En 1989 estrenó The Abyss, que sumó US$ 90 millones con un presupuesto de US$ 70 millones. Ese mismo año, se divorció de Hurd.
El tema del dinero —cuánto cuestan sus películas y cuánto recaudan— siempre acompañó a Cameron. A lo largo de su carrera, construyó una reputación de perfeccionista empedernido. "Fui un imbécil en los 80", reconoció recientemente. Durante esos años, adoptó un estilo de trabajo que solía superar los presupuestos y generaba una enorme presión para que cada película resultara un éxito comercial. Sin embargo, casi siempre lo consiguió.
En 1991, Terminator 2: El Juicio Final se convirtió en la producción más cara de Hollywood hasta ese momento, con un presupuesto superior a los US$ 90 millones, impulsado en parte por el uso pionero de tecnología CGI. Luego de su estreno, fue la película más taquillera del año, con más de US$ 500 millones recaudados a nivel global, a lo que se sumaron millones más por ventas de VHS, que se lanzaron con un precio inicial inusualmente alto: US$ 99,95.
Además de su salario de US$ 6 millones por dirigir la película, Cameron firmó un contrato de US$ 500 millones por cinco años con Fox, destinado a financiar varios proyectos que él mismo escribiría, dirigiría y produciría a través de su productora, Lightstorm Entertainment.
Esa sociedad con Fox se puso a prueba con la siguiente película de Cameron: Mentiras Verdaderas, protagonizada por Schwarzenegger y Jamie Lee Curtis. El proyecto superó ampliamente el presupuesto inicial de US$ 40 millones e incluso el tope de US$ 70 millones fijado por el estudio. Terminó convirtiéndose en lo que muchos consideran la primera producción de Hollywood en superar los US$ 100 millones de costo. @@FIGURE@@
Antes que resignar el control creativo, Cameron renegoció su contrato para que Fox pudiera recuperar parte de la inversión utilizando una porción de sus propias ganancias. Una vez más, el resultado fue un éxito: la película recaudó US$ 378 millones a nivel global y se ubicó como la tercera más taquillera de 1994.
“Personalmente, me costó gastar más dinero en [Mentiras Verdaderas]”, declaró Cameron a Entertainment Weekly en aquel momento, en lo que prácticamente fue una declaración de principios para toda su carrera. “Para mí, el deseo de crear la mejor película posible siempre triunfa. Simplemente no puedo hacerla menos de lo que creo que debería ser. No puedo con ella. Es una maldición. Y esa mentalidad está inculcada en todos los que trabajan en cada aspecto de la película. Así que todos gastan más para mejorarla”, agregó.
Ese conflicto creativo se repitió, pero a una escala mucho mayor, con Titanic, estrenada en 1997. A medida que el presupuesto superaba los US$ 200 millones, por la combinación de efectos digitales y prácticos —incluido el hundimiento de una réplica de un barco entero—, Cameron ofreció devolver el dinero que había cobrado por dirigir y producir, que según un informe de Forbes de aquella época fue de US$ 7 millones, además de su participación en las ganancias finales.
Los medios no resistieron la tentación de usar metáforas sobre un naufragio costoso, y en el estudio se preparaban para un fracaso en taquilla.
"La confianza de Jim nunca flaqueó", dijo Josh McLeglen, primer asistente de dirección de Titanic y Avatar, en diálogo con Forbes. “Trabaja al límite de lo posible, y luego lo supera”, completó.
La película recaudó US$ 1.800 millones en su primer estreno en cines, lo que la convirtió en la taquillera más exitosa de todos los tiempos hasta ese momento. Luego, vendió 58 millones de cintas VHS, que sumaron una recaudación estimada de US$ 800 millones. Para compensarlo, Fox le otorgó el 10% de las ganancias de la película, según Forbes, lo que representó cerca de US$ 150 millones para Cameron, antes de impuestos y tasas.
Cuando Titanic ganó 11 premios Óscar al año siguiente, incluidos mejor película y mejor director, Cameron celebró sobre el escenario con una frase tomada de su propia película: "¡Soy el rey del mundo!" @@FIGURE@@
A pesar de ese triunfo, Fox rechazó en un primer momento su siguiente proyecto: una historia de ciencia ficción ambientada en un planeta generado completamente con efectos digitales. Según reconoció el propio Cameron, todavía no existía la tecnología necesaria para hacer Avatar tal como la había imaginado. Ese desafío creativo se transformó también en un problema económico para su flamante compañía de efectos visuales, Digital Domain.
Jon Landau, el productor que se convirtió en su mano derecha desde Titanic y lo acompañó hasta su muerte, ocurrida en julio pasado, contó en sus memorias póstumas que, durante el primer año, el equipo creativo de Cameron gastó por completo el presupuesto de investigación y desarrollo de US$ 10 millones que formaba parte del acuerdo con Fox.
Pero, como era habitual en él, Cameron siguió adelante. Con un presupuesto de US$ 14 millones, desarrolló junto a su equipo un nuevo sistema de cámara 3D. También diseñaron soportes especiales para la cabeza, adaptados a la tecnología de captura facial de Weta Digital, que permitían traducir con precisión las expresiones de los actores a sus versiones digitales. Además, con la colaboración de Giant Studios, crearon una tecnología de simulcam que le permitía ver en tiempo real a los personajes digitales integrados en los entornos digitales durante el rodaje.
“Desarrollaba herramientas y perfeccionaba algo nuevo cada día”, dijo Candice Alger, entonces directora ejecutiva de Giant Studios. “Trabajé con muchos directores, pero nunca con nadie tan comprometido con la tecnología. Otros directores las ven como herramientas y se rodean de personas que saben cómo aprovecharlas. Jim siempre está involucrado”, sostuvo.
Avatar, por supuesto, rompió todos los esquemas de taquilla en 2009, con ingresos cercanos a los US$ 3.000 millones. Como Fox recurrió a financiación externa para cubrir el 60% del presupuesto, lo que redujo considerablemente su riesgo, varios inversores salieron beneficiados. Entre ellos, la firma de capital privado Dune Capital Management y el consorcio británico Ingenious Media, que incluía a celebridades como David Beckham, Sacha Baron Cohen, Peter Gabriel y Guy Ritchie. Según trascendió, ese grupo habría dividido ganancias por casi US$ 400 millones tras invertir unos US$ 75 millones.
Forbes estima que Cameron ganó más de US$ 350 millones con la primera Avatar, entre la taquilla y las ventas de video casero, antes de impuestos y tasas. La película recibió nueve nominaciones al Óscar y ganó tres, entre ellas el de “Mejores efectos visuales”. Como él y su productora Lightstorm eran dueños de los derechos de la historia, desde entonces siguió sumando ingresos año tras año gracias a licencias vinculadas a juguetes, productos y una atracción en el parque temático Disney’s Animal Kingdom, en Orlando, Florida.
Esa fortuna le permitió financiar otras de sus grandes pasiones, como la protección del medio ambiente. En 2012, cofundó Cameron Family Farms, con sede en Nueva Zelanda. En 2013, impulsó el grupo Avatar Alliance Foundation, enfocado en temas climáticos, y en 2017, lanzó la empresa de alimentos vegetales Verdient. Además, invirtió en la exploración de aguas profundas. Entre otras hazañas submarinas, llegó al punto más profundo del océano: el fondo de la Fosa de las Marianas.
Actualmente vive de forma permanente en Nueva Zelanda, donde —según trascendió— es dueño de más de 1.210 hectáreas. En 2020, vendió varias propiedades durante su salida de California.
La fascinación de Cameron por la tecnología quedó en evidencia recientemente con Lightstorm Vision, su estudio, que en diciembre se asoció con Meta para desarrollar experiencias 3D destinadas a Meta Quest. Además, en septiembre pasado se sumó al directorio de StabilityAI, la empresa detrás del generador de imágenes y videos Stable Diffusion.
A pesar de esas incursiones, su apetito por el cine sigue intacto. Luego de que se aprobara la producción de dos secuelas de Avatar, Cameron dedicó casi una década a desarrollar nueva tecnología submarina para El Camino del Agua, estrenada en 2022, que recaudó US$ 2.300 millones en taquilla. Gracias a un contrato que le garantizaba el 20% del primer dólar bruto, Cameron se quedó con otros US$ 250 millones por esa película.
En los preparativos recientes para Fire and Ash, Cameron reafirmó su intención de avanzar con una cuarta y una quinta entrega de Avatar. Sin embargo, aclaró que esta nueva película tendrá que demostrar su rendimiento en taquilla para que el estudio apruebe las siguientes producciones. Según explicó, hacer cada película implica una inversión enorme y también mucho tiempo, ya que filma las actuaciones en tiempo real como si fueran una obra de teatro, y luego construye la cinematografía de forma digital durante la etapa de edición y posproducción.
"Es una locura, ¿verdad?", dijo Cameron recientemente sobre su forma de trabajar. "Si no hubiéramos ganado tanto dinero con la primera película, nunca estaríamos haciendo esto; es una locura".
*Con información de Forbes US.