No son las finanzas, es la autorrealización de las mujeres

En 2014, el único banco estatal de Chile, BancoEstado, se encontró con una extraña situación. El 53% de sus clientes eran mujeres, pero representaban sólo el 39% de la cartera financiada de microempresas y el 17% de los clientes de pequeñas empresas. Es decir, muchas mujeres tenían cuenta, pero en la cartera de inversiones tenían una participación minoritaria.

Para combatir esa brecha de género llevaron adelante una campaña, pero antes hicieron una investigación de mercado para entender qué estaba sucediendo. Se encontraron con algunas conclusiones interesantes, que si bien corresponden a Chile, se podría trasladar a otros países: que las mujeres se sentían más rechazadas que los hombres por el sistema financiero; que priorizan el ahorro más que el endeudamiento; y que muchas veces sienten distancia con instituciones tan frías. El caso de estudio fue presentado a nivel global por la organización Global Banking Alliance for Women.

El informe de BancoEstado también identificó que les rechazaban más préstamos que a los hombres por una percepción de insuficiente capacidad de pago. Hace 30 años, la mayoría de las mujeres cumplían tareas del hogar y su participación en la vida económica era secundaria. Desde entonces, hubo muchísimos avances sociales y quienes se quedan en lo superficial creen que todos los 8 de marzo son en vano.

Pero no. En algunos aspectos como las finanzas personales, todavía el mundo no se ha aggiornado. Y no es algo menor. Porque la brecha de género permite que unos puedan emanciparse y obtener independencia económica mientras que otras no. Invertir es una manera de autorrealizarse.

En 2016 fundé Bricksave, una plataforma de crowdfunding inmobiliario, con el objetivo de democratizar el acceso a las inversiones. Quería darle una oportunidad a que personas con ahorros moderados puedan comprar una propiedad al mejor precio de mercado en ciudades de todo el mundo. Claro que es para hombres y mujeres, pero no tengo dudas de que mi background y todas las inseguridades que tuve cuando me iniciaba en esta industria fueron un motor para definir los valores de la compañía. Me obsesionaba crear una empresa confiable, de inversiones seguras y que diera herramientas necesarias a las personas “comunes” para aprender, invertir y seguir adelante.

Me consta que cuando empecé, a muchos hombres les sorprendía verme y a las mujeres les inspiraba confianza. Muchas traían los mismos temores que detallaba el informe de BancoEstado y yo recordaba haberlos vivido en mis inicios en la industria. Esa conexión es la que hace que las mujeres representen el 65% del tráfico de nuestros web, así como que  el 34,21% de nuestra cartera sea femenino, un porcentaje muy alto considerando que la participación en finanzas es muy baja. Por ejemplo, de las inversiones cripto, sólo el 27% corresponde a mujeres, según la Cámara Argentina de Fintech.

La educación financiera es la herramienta más potente para cambiar años de historia y terminar con la brecha de género que aleja a las mujeres de las inversiones. No es una postura sectorial de reclamar igualdad porque sí sino es la necesidad de crear las condiciones para que puedan acceder a la misma independencia económica y autorrealización que en su mayoría hoy corresponde a los hombres.

¿Cómo se logra? Construyendo entidades empáticas, que entiendan el panorama y se comprometan con la solución. Nadie entenderá mejor a una mujer que alguien que vivió lo mismo. Uno de los datos más alentadores de Argentina es que la presencia femenina en la industria fintech cada vez es mayor y en 2022 alcanzó el 42% del total de los trabajadores.

Los cambios fueron tan rápidos que a veces se pierde la noción. Cuando era chica, mi madre jamás hubiera imaginado que su hija lideraría una empresa tecnológica de inversiones. Hasta hace algunos años, todavía era raro para mí. El desafío es que cada vez más sea habitual hasta que las finanzas se conviertan en un activo para todos sin distinción de género.  

 

*La columna fue escrita por Sofía Gancedo, licenciada en Administración de Empresas por la Universidad de San Andrés, Máster en Economía de Eseade y cofundadora de Bricksave.