Implicancias y desafíos de los rediseños de la estructura organizacional

Quienes colaboramos con los rediseños de estructuras organizacionales conocemos las múltiples aristas relacionadas y los desafíos que involucra. Sabemos que implica no sólo mirar la interrelación de procesos y funciones, sino captar ese “espíritu de fondo” por el cual la organización opera de determinada manera. Entendemos que debemos resaltar el potencial y mitigar las sombras, y ser conscientes de que los movimientos propuestos impactan directo en las personas y la cultura organizacional, alterando los equilibrios internos. 

Las estructuras organizacionales involucran además una paradoja: no son tan simples de modificar; son relativamente “estables” pero deben “moverse” para adaptarse a los cambiantes requerimientos internos y externos. Por lo cual en el rediseño, nos enfrentamos a esta dificultad extra de lograr mantener la solidez interna pero con flexibilidad, es decir, lograr el movimiento sin convertirnos como organización en un “barrilete a merced del viento”. Lograr ese equilibrio no depende de cuestiones externas, sino que se construye de adentro hacia afuera. Por supuesto que el contexto influye y moldea nuestros comportamientos, pero creo que no debería determinar nuestro destino. En todo caso, son las propias capacidades organizacionales, acompañadas por las circunstancias y nuestro empuje, el motor principal para lograr aquello que nos proponemos individual y colectivamente. La buena noticia, es que depende de nosotros. 

Por eso, en estos procesos focalizamos en potenciar la capacidad interna (incluida la emocional), para avanzar con confianza y sobre pasos firmes hacia aquello que deseamos. Consideremos que las propuestas pueden ser resistidas: nos cuesta el cambio verdadero y todos somos distintos. Y es esta divergencia cultural quizás uno de los aspectos más complejos de internalizar, respetar y practicar en el proceso de transformación organizacional; pero se puede. En tiempos turbulentos, precisamos una dosis extra de confianza y fortaleza, y aquí el proyecto compartido y los comportamientos basados en valores son fundamentales. De la misma forma que cuando hacemos un viaje, donde los caminos dependen de factores diversos y de nuestras posibilidades, el propósito debe ser siempre el Norte que nos guía al momento de rediseñar. A medida que transito mi acompañamiento a las organizaciones más internalizo que no todo es resultado sino que, como en la vida, el recorrido para llegar allí es lo más entretenido, enriquecedor y en definitiva, lo que más recordaremos. 

Bases internas sólidas, para mantener el rumbo, para ser congruentes con nuestra visión y materializar los objetivos organizacionales. En definitiva se trata de diseñar la organización de un conjunto de personas reunidas con un propósito compartido, de la forma más inteligente posible acorde a las circunstancias para poder brindar un mejor producto o servicio, atender los requerimientos de los clientes y las necesidades de sus colaboradores, logrando adaptarse al entorno cambiante sin claudicar y agregando valor a la sociedad.


 

 

*La columna fue escrita por María Florencia Rizzardi, Fundadora en MFR Consultoría y Gestión