Un plan de pañuelo corto

No hay recetas mágicas ni poco dolorosas. Y tampoco habrá salida sin ajuste. Con ese mensaje, el presidente Alberto Fernández y su ministro de Economía ?las dos mayores sorpresas que deparó la política argentina en los últimos años? dejaron inaugurada la nueva administración.

Sobre quién recaerá el ajuste también queda claro. Al menos una parte. El mero anuncio de la nueva Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva reconfirmó lo que se empezó a dar por descontado a partir del 12 de agosto, el día después de que la dupla Fernández-Fernández triunfara con brutal contundencia en las elecciones primarias: la suba de impuestos. El menú es un clásico, con suba de retenciones, bienes personales, impuesto al turismo y alguna dosis de creatividad a la hora de crear y/o esconder otras herramientas de presión fiscal. Pero el margen de maniobra en este frente es limitado. Los privilegiados, dijo el Presidente, serán los más vulnerables. Pero fue la clase media exhausta por el retraso salarial y la suba de tarifas la que determinó con claridad su llegada al Gobierno. ¿Qué tanto espacio hay, entonces, para un ajuste del sector privadó ¿Y qué posibilidades de éxito realmente tiené Esa es la pregunta que queda ahora latente: ¿será suficienté ¿Cuál es la matemática detrás de la Ley de Solidaridad?

La inquietud apunta, claro está, al pago de la deuda. El mercado se sorprendió favorablemente al escuchar al nuevo ministro descartar una emisión descontrolada para financiar políticas de gran expansión fiscal. No habrá, entonces, emisión para un desborde del gasto. Pero tampoco habrá ajuste en 2020. En esas palabras, algunos en el mercado empiezan a ver la intención apenas disimulada de avanzar en una durísima reestructuración de la deuda con los acreedores. Si ese es el caso, a pesar de los dichos previos de Guzmán, el proceso no culminará fácil ni mucho menos rápidamente. Y, en el mientras tanto, los recursos siguen siendo escasos. Demasiado escasos para afrontar pago de intereses mientras dure la puja con los bonistas. “No me extrañaría que Guzmán apunte a preparar el terreno para suspender el pago de intereses mientras se negocia”, analizó el presidente local de uno de los mayores bancos de inversión del mundo. “La sábana es demasiado corta, es más bien un pañuelo corto, y por más creativo que seas, si no vas a emitir, el aumento de impuestos no alcanza”. En esa lógica de pañuelo corto, la noción que repiten Alberto Fernández y su ministro de que la Argentina está en “default virtual” abre la puerta a los hechos: el default real. “O emitís o defaulteás”, concluye el banquero, cuyo pesimismo comienza a expandirse en el mercado.

El pesimismo por la deuda se expande y hoy no existe razón alguna para creer que habrá solución antes de abril

Claro que ese tránsito contiene altos riegos. El principal: los fondos buitres. Suspender unilateralmente los pagos de la deuda emitida bajo ley internacional derrumbaría los precios a niveles atractivos para aquellos inversores que apuntan a los juicios en los tribunales de Nueva York y no a la “negociación constructiva” con cualquier gobierno. Es una historia reciente que la Argentina recuerda bien. El pañuelo corto, entonces, podría doblarse en primera instancia por los vencimientos de la deuda en pesos y emitidos bajo ley local. Una reestructuración impuesta, un reperfilamiento compulsivo o un default selectivo: cualquier denominación podría resultar apropiada para ese escenario.

Otro partido se jugará con el Fondo Monetario, organismo para el que no habrá que hacer grandes desembolsos en 2020 y con el que también se espera una discusión dificultosa. Por eso, hoy no existe ningún elemento concreto para creer que la solución a la deuda se logrará antes de abril, como venía postulando Guzmán.

Por Virginia Porcella, Periodista y miembro del Board Editorial de Forbes Argentina.