Joseph Stiglitz: "Guzmán es un experto mundial y tiene cero ambición personal"
El Premio Nobel y mentor del ministro de economía analiza el acuerdo con los bonistas y el impacto de la pandemia en la argentina y el mundo. FMI, Trump y la "calma zen" de su discípulo.

Mentor del ministro de Economía Martín Guzmán, Stiglitz concedió una entrevista exclusiva a Forbes Argentina, en la que analizó la reestructuración de la deuda, el desempeño de Guzmán y sus próximos desafíos,el panorama global, el futuro de Trump y del FMI. La charla forma parte de la segunda edición del Forbes Summit Money.

Luego de repasar su extenso vínculo con Argentina ("Amo este país") desde lo personal y lo profesional, describió con detalle su vínculo con el ministro Guzmán y el balance de la negociación. 

¿Está conforme con el acuerdo que logró Argentina, o cree que los "rebeldes, obtusos, obstinados e insensibles acreedores privados", tal como usted los definió, finalmente se salieron con la suya? 

Fueron obtusos, fueron obstinados y también insensibles. Si hubieran sido más razonables, el acuerdo se habría firmado hace mucho tiempo. De hecho, como sabemos, mientras  avanzaban las negociaciones, la economía se iba  deteriorando,  y siempre es más fácil partir de una mejor posición. Me cansé de decir "no pueden sacar agua de las piedras". También fueron obtusos al ignorar las condiciones de sostenibilidad. Me cuesta entender por qué se mostraron tan obtusos, tan testarudos, tan insensibles. 

¿Encuentra alguna explicación? 

Una posible es que quedó expuesta su falta de juicio al conceder el préstamo hace unos años. Eso debe haber sido muy vergonzoso para ellos. Nadie quiere cometer errores, creo que eso influyó en el debate. Seguro pensaron que fue estúpido haber hecho ese préstamo. Se supone que ellos son los expertos, pero obviamente no lo son. No lo van a admitir, así que van a intentar echarles la culpa a otros. 

Usted es el mentor del actual ministro de Economía. ¿Cómo evalúa su desempeño durante la negociación? 

Tengo la enorme suerte de que Martín Guzmán trabajara para mí, primero como postdoctorando, después como colega, como parte de mi equipo de investigación, como colaborador, coautor. Y de que colaborara conmigo en un gran abanico de temas, algunos puramente teóricos. Pero quizás lo más relevante para la situación argentina actual es que trabajamos mucho en el análisis de crisis de deuda y en su reestructuración. Así que el país no podría haber sido más afortunado de tener como encargado de reestructurar la deuda soberana al administrador financiero que más sabe del tema. Es realmente un experto mundial en la materia. Y puso en juego todo ese conocimiento, aunque no fue solo conocimiento, sino también experticia y una calma estilo zen para tratar con las actitudes de los acreedores que, digámoslo, algunos tuvieron una muy mala conducta. Pero él mantuvo el foco en lo que había que hacer y logró el objetivo. 

Martín Guzmán es un académico joven y muy respetado. Aunque pasó de una formación muy teórica a la práctica dura, lo cual no siempre es fácil. ¿Experimentó usted algo similar cuando fue asesor de Clinton? ¿Le dio algún consejo a Guzmán antes de que empezara? 

Sí, hablamos mucho sobre eso de pasar de la teoría a la gestión, como me pasó a mí con la administración Clinton y después cuando entré al Banco Mundial, que a su vez son dos instituciones muy diferentes, el gobierno de EE.UU. y el Banco Mundial. 

¿Le dio algunos consejos específicos? ¿Cuáles?

Martín tenía cierta noción de lo que era porque ya había estado trabajando en la reestructuración  de la deuda europea. No es lo mismo que trabajar para un gobierno o el Banco Mundial, pero sí es una entidad pública. Él trabajó mucho para lograr que la Unión Europea adoptara una serie de medidas para la reestructuración. Así que tuvo que trabajar codo a codo con gobiernos. No es que pasó de los cálculos puramente matemáticos al terreno de la política de golpe. Una de las razones por las que nosotros simpatizamos es que compartimos distintos intereses. Al principio yo era como un economista matemático, hacía teoría, igual que él, pero entré en el ámbito académico porque quería contribuir con el mundo, igual que Guzmán. Así que teníamos mucho en común, y la relación es muy enriquecedora. La misión del ministro Guzmán era llegar a un acuerdo sostenible para la Argentina. Esa misión tomó tiempo, pero llegó a cumplirse. 

¿Por qué demoró tanto? 

Se podría haber llegado antes a un acuerdo, pero no hubiera sido tan positivo para la Argentina. Él se mantuvo firme en que no firmaría un acuerdo que no beneficiara a la Argentina, que no fuera sostenible, pan para hoy y hambre para mañana. Guzmán lo hizo con éxito 

Hans Hume, CEO de Greylock, aseguró que el rol de Blackrock fue demasiado duro en la negociación y que podía deberse a "nuevas caras" entre sus interlocutores. ¿Coincide con esa mirada? 

No. Hablamos de empresas muy grandes que pueden contratar a los mejores expertos del mundo. La primera oferta que hizo BlackRock? yo escribí críticas sobre eso. Les querían cobrar una usura. O sea que la primera oferta no era realmente una oferta. Era hacer la vista gorda. Eso cambió: incluso casi toda la prensa se puso del lado de Argentina. Eso también se debe al trabajo de Martín, porque logró hacerse entender, explicar la situación. 

¿Ese fue el mayor acierto de Guzmán? 

La mayor virtud es su compromiso innegable y también su amor por el país, que fue lo que lo hizo volver. También, al igual que yo cuando estuve en la Casa Blanca, Guzmán tiene cero ambición personal, y eso a muchos les resulta difícil de entender. Martín tiene la seguridad de ser un académico con la única ambición de querer ayudar a su país. 

En los últimos 60 años solo tuvimos 5 con superávit fiscal. Los otros 55 años cerraron con déficit fiscal. ¿Cree que, en esta nueva etapa como ministro de Economía, Martín Guzmán podrá convencer al presidente y a la vicepresidenta de romper con este hábito? 

Diría que el tema es más complicado de lo normal, por dos motivos: primero porque pasar de estar en menos diez a estar en cero ya es muy difícil. Incluso pasar de menos diez a menos cinco es difícil. De ahí a llegar a un número positivo es un verdadero desafío. Eso ya es complicado, y encima hay que sumarle la pandemia, que es un problema mundial, afecta las exportaciones, las inversiones extranjeras: el mundo está parado. Así que no se puede predecir con mucha certeza qué pasará en un futuro en el medio de una pandemia que no sabemos cuánto va a durar. Lo único que podemos decir es que cuando lleguemos a ese mundo postpandémico la Argentina estará sobre bases más sólidas. 

Pero aún estamos en el medio de la crisis. ¿Qué desafíos tendrá Guzmán una vez cerrado el proceso de deuda con el FMI? 

Guzmán tiene un problema con la enorme deuda del FMI, hay también muchas reformas en la economía argentina. Muchos problemas vienen de herencia y son difíciles de resolver porque involucran grupos con intereses específicos y es difícil sortear esos intereses desde la política. Esa es una de las cosas que el presidente Fernández manejó muy bien: involucrar a todo el país en el proceso. Lo usó para fortalecer la solidaridad nacional. Me parece que eso ayudó  en las negociaciones. 

¿Y con respecto al FMI? 

Una de las cosas que demostró la última negociación es que la institución cambió, es una institución nueva. No sé si los veinte años que me pasé criticándolos motivaron ese cambio, pero estoy muy contento de que haya habido un cambio, al menos por ahora, y que sea en la dirección correcta. Me alegra mucho que la nueva directora del FMI se defina como la primera directora proveniente de un mercado emergente. Me gusta mucho el rol constructivo que asumieron para que las negociaciones se destrabaran, que apoyaran el análisis  argentino  de la sostenibilidad de la deuda, que reconocieran que la austeridad nunca es una solución posible. 

Hace tiempo que usted propone un cambio de paradigma para las reestructuraciones de deuda. ¿Cree que tendrá éxito su propuesta? ¿Podría sintetizar sus pilares? 

Necesitamos un nuevo marco. Existen bancos centrales en la mayoría de los países, pero no existe un banco internacional. Si la deuda la manejara una entidad internacional, se hubiera llegado a un acuerdo muy rápido, no se hubiera dilatado tanto la negociación. Hubiera sido más simple. Pero esto no sucederá en el corto plazo. Entonces, esta es una de las varias ideas que propuse. La idea era que, en el caso de Argentina, por ejemplo, los bonos cotizan a 30 centavos de dólar; en algunos casos, como el de Bolivia hace algunos años, era 60 centavos de dólar. Entonces, si se ofrece una recompra masiva de los bonos, por medio de una subasta o algún otro mecanismo, eso quiere decir que por 30 centavos de dólar se aliviana la presión de deuda del gobierno. 

Es como una reestructuración, pero con herramientas de mercado. 

Esa era la idea, no pasar por una negociación difícil, sino reducir una porción significativa de la deuda. Sería una forma de que el FMI o entidades donantes le ofrezcan a un país alivianarle la deuda por una fracción del costo. Esto es algo que se ha hecho pero en términos menos favorables. Porque, cuando el FMI le presta dinero a un país, gran parte suele ir a parar a acreedores privados. Entonces ellos se llevan el 100% del valor. De la otra manera recibirían un 30%, es buen negocio. 

¿Qué incentivos tendría el Tesoro de EE.UU. para ceder su poder a favor del FMI? 

Creo que habría que  remitirnos  a los  70 años  posteriores  a la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos siempre sostuvo que las acciones multilaterales son la mejor manera de pro- mover la democracia y las economías de mercado.  Tuvimos un interludio desagradable con la administración Trump, que no cree en el multilateralismo. Pero yo creo que en noviembre esto se revertirá. No es solo por altruismo, sino por la convicción de que un mercado emergente próspero es beneficioso para los Estados Unidos. 

¿Considera entonces que su propuesta podría prosperar con Biden? 

Sí. 

¿Y si Larry Fink pasara de Blackrock a Secretario del Tesoro de Biden? ¿También sería viable? 

Bueno? tendremos que ver qué pasa. Si los demócratas, incluidos los progresistas, logran la fuerza suficiente en el Congreso, veremos un compromiso no solo con el multilateralismo, sino con el multilateralismo  progresista. Todo  se reduce a cuál es la mejor manera de enfrentar esas crisis, de encarar la reestructuración, si sirven los derechos especiales de giro o qué otras propuestas hay. No quiero decir que mi propuesta  sea la única ni  la mejor. Quizás algunos crean que emitiendo suficientes DEG se soluciona el problema, y está bien. Lo que no podemos es hacer como si nada pasara. 

¿Y qué opina de quienes sostienen que su propuesta podría destruir el mercado internacional de capitales? 

Me parece un argumento tonto. Lo importante es que un mercado financiero ordenado es mejor que un mercado financiero desordenado. De lo que sí estoy seguro es que la ley de la selva no es muy efectiva. La historia nos indica que la mitad de las negociaciones de deuda terminan en una crisis en el corto plazo. Así que no suele ser una salida efectiva. En marzo, usted dijo que "la recuperación en forma de V es probablemente una fantasía".

¿Cómo evalúa el impacto que causó esta enorme crisis en todo el mundo? 

No se puede separar del todo el manejo de la pandemia del manejo de la economía. Países como Corea y Nueva Zelanda, que lograron controlar muy bien la pandemia, lograron también que su economía no sufriera tanto. No me sorprende que EE. UU. haya sido el país que peor manejó el control de la pandemia, pero también fue el que peor manejó las consecuencias económicas. Tuvo el mayor aumento del desempleo en todo el mundo, lo que demuestra que un mal liderazgo es malo en todo. No logró sostener la salud ni la economía. Digamos que la crisis muestra el despliegue de competencias de los buenos gobiernos y el despliegue de incompetencias de los malos gobiernos. Por desgracia, la correlación con las consecuencias es muy alta. 

¿Por qué, pese al panorama que usted describe, Trump aún tiene buenas chances de ser reelecto? 

Trump hizo un trabajo horrible, es lo que opinan la mayoría de los estadounidenses. Pero hay dos problemas. Por un lado, los republicanos están tratando de suprimir votos, de que no sea una elección justa. Incluso están llegando al extremo de desfinanciar el correo: están boicoteando el proceso electoral. Es la primera vez que decimos que la democracia en EE.UU. está siendo boicoteada de forma sistemática. 

¿Y el segundo problema? 

Trump tiene seguidores fieles. Un 30%, no sabemos el porcentaje exacto. Lo que es entendible, en cierto  punto. Me refiero a que el neoliberalismo llevó a que se desatendieran ciertos grupos, la economía del derrame desatendió a ciertos grupos. Y también hay otras cuestiones que siempre se discuten, como el racismo, que no es predominante: ya vimos la respuesta masiva del Black Lives Matter, en todo el país, en favor de la justicia racial, económica, de oportunidades. Más allá de la polarización, soy optimista y creo que el vicepresidente Biden saldrá victorioso.