El gradualismo no permite bajar impuestos
Los anuncios impositivos de las últimas semanas demuestran que la opción que eligió Mauricio Macri cuando asumió su gobierno de tratar de una forma gradual el gravísimo descalabro fiscal heredado tuvo sus ventajas: moderar el ajuste y ganar las elecciones.

Los anuncios impositivos de las últimas semanas demuestran que la opción que eligió Mauricio Macri cuando asumió su gobierno de tratar de una forma gradual el gravísimo descalabro fiscal heredado tuvo sus ventajas: moderar el ajuste y ganar las elecciones.

Pasados dos años de gestión, la situación fiscal es muy complicada. Lo que se blanqueó ahora es que el sistema de actualización de las jubilaciones, pensiones y planes sociales no es sostenible en el tiempo.

El gran desafío de toda la discusión es cómo poner un freno a la bola de nieve de gasto público en la cual a mayor crecimiento, mayor déficit. Esto se da por el sistema de actualización, que combina la inflación pasada con el crecimiento de la recaudación y con el aumento de los salarios. Esto es lo que quisiéramos en un mundo ideal.

Pero la realidad de Argentina llegó a un punto en el cual hay 8 millones de personas que pagan impuestos, para 20 millones de personas que cobran del Estado.

La situación sigue agravándose. El Gobierno agravó el déficit fiscal con medidas como la reparación histórica, que el próximo año costará unos $ 140.000 millones; y porque además se aprobó la pensión universal para la vejez, que es el mismo sistema de la jubilación para todos y todas de Cristina y Néstor Kirchner.

Por razones políticas, el Gobierno decidió no asumir este costo. Pero hoy está en una situación en la cual finalmente la consecuencia para la vida de las personas es que no podrán bajar los impuestos en inmediato.

En 2018, la mayoría de las personas van a ver que sus impuestos aumentan. También les pasará a las empresas. Los anuncios de rebaja de impuestos aparecerán en 2020. Mientras los aumentos, que son muy significativos, empiezan a regir el año que viene.

Es una reforma en la que los impuestos que aumentan lo hacen fuerte y al contado. Y los que bajan lo hacen de forma gradual y en cuotas.

Hay que tener en cuenta que los contribuyentes y sectores que gastan en la Argentina tendrán un fuerte aumento en el inmobiliario, en los servicios municipales, en las tarifas, en los impuestos internos, y habrá un crecimiento explosivo en los aportes patronales de los sueldos altos.

Además, el Gobierno sabe que también deberá cumplir al menos con una parte del reclamo de María Eugenia Vidal por el fondo del Conurbano. Implica poner entre $ 100.000 y $ 150.000 millones extra. Y, de nuevo, esto genera dificultades para bajar impuestos.

La Argentina que viene

Por delante tenemos una Argentina donde seguirá habiendo déficit fiscal, inflación y fuerte presión impositiva para las empresas y para las personas. Además, se mantendrá el atraso cambiario, porque hay que financiarlo con deuda.

La parte buena de la historia es que Macri seguirá teniendo financiamiento. Es probable que la discusión en el Congreso resulte en bajar las aspiraciones. Quizás no todos se puedan aplicar.

Creo que tenemos un escenario parecido al 2016 y 2017 pero con mayor financiamiento (por la confianza que genera la elección legislativa), la reactivación de Brasil, los dólares del campo con una buena cosecha para el año próximo y el blanqueo.

Con financiamiento, la economía seguirá creciendo, el Gobierno va a poder financiar el déficit fiscal sin tanta inflación y no está dicho que en el largo plazo se pueda cumplir la proyección de que, a medida que pasan los años, la recaudación sea mayor al gasto y empiece a bajar el déficit fiscal.

El círculo virtuoso de la economía que el Gobierno promete para el mediano plazo. En el corto, los impuestos seguirán aumentando.