Economía del conocimiento: la oportunidad argentina

En 2021 la Argentina tuvo uno de los mejores años de exportaciones agrícolas de su historia: exportó US$ 32.000 millones. Mientras tanto, en Australia, la industria educativa tuvo uno de sus peores años: exportó US$ 32.000 millones (el monto que los estudiantes extranjeros pagaron por estudiar en colegios, universidades y academias australianas). Incluso con una pandemia global catastrófica, que cerró fronteras e impidió viajar a millones de personas, Australia logró generar los mismos ingresos de divisas con su sector educativo que todo el agro argentino. 

Este dato debería esperanzarnos, nos muestra lo que podríamos ser. Tal vez suena exagerado escuchar que podemos igualar a Australia en este plano, pero ya lo hicimos en el pasado. Hasta hace no muchos años éramos líderes indiscutidos en educación en la región. Supimos hacerlo y tenemos que volver a lograrlo, podemos volver a ese podio

Las industrias del conocimiento son aquellas que generan bienes y servicios de alto valor agregado, utilizando como insumo principal justamente el conocimiento. La educación es claramente un sector importantísimo dentro de esas industrias, así como lo es la industria del software. Estas industrias son capaces de generar enormes ingresos de divisas que impulsen nuestro crecimiento económico de manera sustentable, teniendo además un efecto extraordinario de aumento de capital social (mejora en el nivel educativo general de nuestra ciudadanía). 

A pesar de la decadencia tremenda y sostenida del sistema educativo argentino, nuestro país tiene una larga tradición universitaria que aún atrae muchísimos estudiantes extranjeros. Esto es algo que debemos reforzar y capitalizar de manera urgente, dando condiciones favorables al sector educativo, promoviendo su estabilidad y desarrollo. 

Tener un sector educativo más fuerte que atraiga estudiantes extranjeros, además de generar exportaciones y riqueza para nuestro país (en Australia por ejemplo la mitad de la investigación científica que se realiza es financiada con fondos que generan los estudiantes extranjeros), tendría muchos otros efectos secundarios positivos. Los estudiantes que vienen consumen acá y ayudan a los comercios locales. Habitualmente reciben visitas de parientes, que a su vez generan ingresos turísticos. 

También se generan lazos culturales fuertes y redes de contactos que abren oportunidades de todo tipo para los propios argentinos. Para dar un ejemplo concreto: un mexicano que viene a estudiar a la Argentina puede volver a su país y contratar servicios de empresas que conoció en sus años viviendo acá o incluso puede invertir en oportunidades de negocio que nunca se hubieran generado de no haber venido a estudiar a la Argentina. 

Otro beneficio de tener más estudiantes extranjeros es que atraemos talento que necesitan nuestras industrias del conocimiento. Por ejemplo, en la industria de software a nivel global hay una escasez extraordinaria de programadores y programadoras. Ser capaces de atraer a más jóvenes que se formen en este campo ayuda a que nuestras empresas cubran sus puestos de trabajo vacantes y generen más riqueza para todos. 

Hoy somos una sombra de lo que podríamos ser, pero la economía del conocimiento ofrece un camino para dar un salto y volver a ser una nación próspera. Para poner en perspectiva la cantidad de valor que podríamos generar con este sector: una sola empresa tecnológica, Mercado Libre, vale más que toda nuestra deuda con el FMI. Perfectamente podríamos tener decenas de “mercados libres” más, pero para eso es necesario propulsar los sectores educativos y tecnológicos con mucha fuerza y a largo plazo. 

Tenemos la suerte de tener una industria tecnológica competitiva (aunque mucho más chica de lo que podría ser), por lo que no necesita subsidios. Sólo necesita estabilidad y condiciones impositivas que favorezcan que se generen más empresas locales, y sobre todo que atraigan a muchas más a invertir y radicarse en el país. 

Lo mejor de todo es que la industria del conocimiento es complementaria con todo el resto, potencia a las demás. Volviendo al ejemplo del sector agropecuario, no es agro o conocimiento, es agro y conocimiento. Existen infinidad de oportunidades para agregar valor en el agro utilizando conocimiento y nuevas tecnologías, lo que que permitiría multiplicar por diez el valor de lo que producimos en el país. Y no es una exageración.
 

*La columna fue escrita por Santiago Scanlan, fundador y CEO de Plataforma 5