Diego Guaita CEO de Grupo San Cristóbal
Los cambios en el mundo del trabajo ya no son una promesa futura: están ocurriendo ahora mismo. La manera en que las personas se vinculan con sus empleos, y cómo las empresas gestionan esas relaciones, se transforma a una velocidad inédita. En este escenario, modernizar las reglas laborales no es un debate accesorio: es una condición necesaria para que la Argentina crezca y se desarrolle. No se trata de perder derechos o beneficios, sino de adaptarnos a los nuevos tiempos, generar mayor previsibilidad y construir un mercado laboral más dinámico, capaz de impulsar la inversión, el empleo y el bienestar. Repensar cómo cerramos los ciclos laborales no solo es necesario, sino también una oportunidad para crear soluciones más justas, previsibles y alineadas con esta nueva realidad.
De acuerdo con un reciente relevamiento de la consultora Randstad, el 34% de los argentinos tiene intención de cambiar de empleo en los próximos seis meses y el 12% ya lo hizo en el último semestre. La tendencia señala que, en el mercado laboral actual, conservar la continuidad en un mismo lugar ya no es una prioridad, en particular para los millennials y la generación Z, quienes buscan mejores remuneraciones (51%) y un mayor equilibrio entre vida familiar y profesional (48%).
La creciente rotación del talento y los desafíos para retenerlo, a su vez, implican para las empresas mayores dificultades para planificar sus operaciones y costos laborales. Por tanto, es legítimo preguntarse si los mecanismos tradicionales siguen ofreciendo respuestas eficaces para ambas partes. Y quizás haya llegado el momento de considerar alternativas. La reciente reglamentación del Fondo de Cese Laboral se presenta, en efecto, como una opción a la histórica indemnización por antigüedad.
Se trata de un sistema voluntario, acordado en el marco de los convenios colectivos, en el que el empleador realiza aportes periódicos a una cuenta especial a nombre del trabajador. En caso de una desvinculación, ese fondo actúa como compensación. Simple, transparente y confiable.
El esquema tiene varias ventajas frente al modelo tradicional. Para el empleador, representa una mayor previsibilidad financiera, ya que los costos por desvinculaciones dejan de ser imprevistos y pueden ser planificados de antemano. Para el trabajador, en tanto, significa contar con un respaldo propio y tangible, incluso en casos donde hoy el sistema no contempla ningún resarcimiento, como ocurre con la renuncia voluntaria.
Además, el colaborador puede sumar aportes propios a una cuenta individual de libre disponibilidad, que incluso puede generar una rentabilidad mínima garantizada. Todo esto bajo el resguardo de compañías aseguradoras reguladas, que cuentan con experiencia y estructura para administrar coberturas colectivas.
El Fondo de Cese Laboral puede ser, entonces, un puente entre la flexibilidad que demandan los trabajadores y la sostenibilidad que requieren las empresas. Un mecanismo moderno, ajustado a los tiempos que corren, que fomenta el empleo en blanco y canaliza el ahorro hacia instrumentos productivos. En definitiva, provee una manera distinta para cerrar los ciclos laborales, sin conflictos, sin sorpresas y con un mayor respaldo.
Como toda herramienta innovadora, su adopción requerirá diálogo, acuerdos y un cambio cultural. Pero si estamos frente a un nuevo paradigma del trabajo, también debemos habilitar nuevas formas de acompañar esos procesos. Modernizar las reglas laborales no implica perder derechos ni beneficios para ninguna de las partes, sino adaptarse a los nuevos tiempos para impulsar la productividad, la inversión y el empleo formal. Porque construir futuro implica, muchas veces, reimaginar cómo cerramos los ciclos del presente, con la mirada puesta en un crecimiento sostenido para toda la Argentina.
*Diego Guaita, CEO de Grupo San Cristóbal