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Negocios
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05 Junio de 2018 18.10

Nuevos modelos con carácter empujan el gran regreso de estos dos fabricantes ingleses de autos de lujo pero con historias y estrategias bien diferentes.

Provoca cierto revuelo que una compañía inglesa que fabrica autos de lujo, famosa por haber caído en desgracia, renazca vigorosamente, con otros dueños, gracias a una flamante línea de vehículos que seduce a una nueva generación de compradores exigentes. Pero la noticia se vuelve todavía más asombrosa si esto ocurre en simultáneo con dos de estas empresas.

Es el caso de las ilustres Rolls-Royce Motor y Bentley Motors, vinculadas cósmicamente por años, que hoy gozan de un regreso memorable, cada una por su lado.

Pero hubo un momento, en la década del 60, en que se unieron. Durante casi setenta años, Rolls fue dueña de Bentley. Las dos marcas eran prácticamente idénticas, salvo por sus logos en el capó. Pero ahora Rolls-Royce, que es propiedad de BMW, y Bentley, una unidad de negocios de Volkswagen AG, encontraron caminos separados hacia el éxito. Su divorcio, que se concretó en 1998, fue algo complicado, y hoy la separación les sienta bien.

El Continental GT de Bentley fue diseñado para los conductores, no ya para los pasajeros.

Bentley vendió una cifra récord de 11.089 vehículos en todo el mundo en 2017, impulsada por el suceso de su primera camioneta, la Bentayga. Lanzada en 2016 a un precio de US$ 229.000, se convirtió en el modelo más vendido. Poco rentable hasta hace ocho años, en 2016 la automotriz anunció utilidades operativas de US$ 135 millones, sobre US$ 2.400 millones de ingresos.

A Rolls-Royce también lo acompaña la buena racha. En 2014, la compañía registró su mejor año de ventas ?4.063 vehículos? en su más que centenaria historia al atraer a nuevos y jóvenes compradores con versiones audaces de la serie Black Badge para modelos como Ghost, Wraith y Dawn. Las ventas cayeron a 3.362 en 2017, porque dejó de producir temporalmente su modelo insignia: Phantom.

Para intensificar esta sincronicidad, ambas marcas lanzaron versiones rediseñadas de los autos que marcaron su renacimiento hace ya más de 15 años. En el caso de Rolls-Royce, se trata del Phantom VIII de 2018, el majestuoso sedán que es el arquetipo del lujo hecho a medida. Por su parte, Bentley aggiornó al Continental GT, un Grand Tourer perfeccionado.

Las nuevas versiones del Phantom no aparecen con mucha frecuencia: el de 2018 es solo la octava edición desde que se lanzó al mercado en 1925. A lo largo de la historia, personajes tan disímiles como Fred Astaire y John Lennon tuvieron uno. La nueva edición fue diseñada para que sea agradable tanto para el conductor como para los acompañantes. El Phantom flota gracias a una suspensión eléctricamente controlada, denominada Magic Carpet Ride. Y un nuevo motor V12, con dos turbocargadores, permite que pueda acelerar de 0 a 100 kilómetros por hora en 5,1 segundos. En la parte de atrás cuenta con techo lleno de estrellas que puede reflejar, a pedido, las constelaciones del día del nacimiento del cliente y una galería de arte móvil.

Rolls-Royce Phantom 2018, el modelo que significó el regreso del lujo a medida.

Mientras tanto, el nuevo Continental GT de Bentley, cuyo precio ronda los US$ 240.000, fue diseñado para aquellos conductores amantes del rendimiento. Su motor, de 12 cilindros, con dos turbocargadores, logra que el auto alcance una velocidad máxima de 330 kilómetros por hora y acelere de 0 a 100 en el increíble tiempo de 3,6 segundos.

Hasta ahí, las coincidencias. Es en las estrategias donde las empresas toman caminos diferentes. Bentley acelera el crecimiento al sacar ventaja de la poderosa ingeniería de Volkswagen, que le permite incluir nuevos sistemas de propulsión electrificados. En cambio, poco y nada comparte Rolls-Royce con BMW. Prefirió desarrollar su propia plataforma expandible, que sustenta al Phantom y los modelos futuros, como el Project Cullinan, su primer vehículo utilitario todoterreno que será lanzado este año.

Bentley aspira a hacer crecer sus números y alcanzar a los 20.000 vehículos vendidos por año, mientras que Rolls-Royce apunta a seguir siendo exclusivo, y llegar a unas 6.000 unidades vendidas. Pueden compararse con los casos de Maserati, que vendió 46.186 vehículos el año pasado, y de Lamborghini, solo 3.104.

Con precios que suelen superar los US$ 400.000, el mayor desafío de Rolls-Royce es alejarse de la imagen de solemnidad. Bentley, por el contrario, ocupa una posición intermedia, entre los modelos más caros de Mercedes-Benz y los más baratos de Rolls-Royce. Según Rebecca Lindlad, analista senior en Cox Automotive, la compañía logró seducir, “pero lo cierto es que tiene que hacer dinero”. Con autos que rondan los US$ 250.000, lo que cualquiera imaginaría es que la empresa amasa una fortuna nada despreciable. Pero eso no ocurre: su margen operativo a lo largo de septiembre de 2017 cayó al 2,5%. Por eso modificar la plataforma del Porsche podría ayudar a Bentley a mantener bajos los costos y aumentar los márgenes. Siempre sin sacrificar el ADN de la marca.

La realidad es que ambos fabricantes de autos encontraron modelos viables. “Si comparo los autos y los manejo, son diferentes”, dice Wolfgang Dürheimer, CEO de Bentley, que acaba de jubilarse. “Rolls-Royce es el lujo máximo. Nosotros somos lujo y rendimiento”. Y Rolls-Royce no lo contradice. “Trabajamos en un segmento de precios totalmente distinto”, afirma su CEO, Torsten Müller-Ötvös.

En definitiva, tampoco eso importa: los poderosos dueños de estos autos suelen tener un promedio de siete vehículos de distintas brands. “Los garajes de nuestros clientes son como guardarropas ?sostiene Müller-Ötvös?. Hay un auto indicado para cada ocasión”.

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