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La banca se viste de verde: los primeros pasos del sector que se anima a los proyectos sostenibles

Jesica Mateu Forbes Staff

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04 Mayo de 2020 08.00

Las entidades financieras comienzan a ofrecer entre sus alternativas préstamos para proyectos sostenibles a nivel social y medioambiental. Aunque falta maduración, los bonos son la herramienta más desarrollada. Los primeros pasos del sector.

La  existencia de créditos verdes facilitaría la transición hacia una economía baja en carbono y alineada tanto con el Acuerdo de París como con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Resultaría útil para las empresas, pues podrían financiar proyectos amigables con el ambiente, en tanto que a los países les permitiría acceder a fondeo para cumplir con sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés). En particular, las condicionales; es decir, la de países en desarrollo que están sujetas a conseguir fondeo y transferencia tecnológica, consecuencia del acuerdo climático de 2015”, explica el economista Pablo Cortínez, director del programa ejecutivo Bonos Verdes y Finanzas Sostenibles de UCEMA y Focal Point de Finanzas Sostenibles de Fundación Vida Silvestre Argentina. Puntualmente, lo que comienzan a ofrecer los bancos es que las compañías que necesitan apoyo económico para concretar proyectos con impronta ecológica tengan la posibilidad de emitir bonos o tomar un préstamo. Por el momento, el auge y el foco están puestos en los llamados bonos verdes. Pero, para que exista una mayor oferta de este tipo de financiación de los bancos, falta maduración.

Uno de los errores más comunes es creer que este tipo de préstamos garantizan una tasa menor que los tradicionales. La realidad es que la tasa se estipula en función del nivel de riesgo, como ocurre con cualquier tipo de crédito. Lo que sí sucede es que el beneficio viene por los plazos de pagos. “Hay más facilidad para encontrar plazos más largos que se puedan adecuar al tiempo de maduración de los distintos proyectos”, explica Cortínez. Esto sucede, sobre todo, si se trata de proyectos de infraestructura, donde es necesario empezar a producir recursos y así pagar la deuda contraída. En estos casos se acompaña la iniciativa con tasas más largas. Este tipo de financiación puede darse vía el sector bancario tradicional o a través del mercado de capitales, mediante bonos.

El Banco Galicia se sumó a la tendencia en 2018 cuando emitió el primer bono verde del sector privado en el país para, según afirma Constanza Gorleri, gerente de Sustentabilidad de la entidad, “recaudar US$ 100 millones con el fin de expandir el programa de préstamos para proyectos de eficiencia medioambiental”. El bono fue suscrito en su totalidad por la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), perteneciente al Banco Mundial.

Por su parte, el Banco Itaú lanzó, hace un año, sus créditos verdes a partir de US$ 35 millones, también ofrecidos gracias a fondos de IFC que le fueron otorgados para que la entidad pudiera financiar proyectos con impacto ambiental positivo. Tal es así que KPMG certificó que, en efecto, Itaú cumple con los Principios de Créditos Verdes (ligado al uso y la gestión de los fondos, al proceso de evaluación y selección de proyectos y al reporte del prestatario). Es que para que un préstamo sea considerado verde debe ser calificado como tal por un organismo externo que asegure que se respetan los criterios ESG: medioambiental, social y de gobierno. Los inversores tienen cada vez más exigencias en este sentido; quieren garantías.

El Itaú viene otorgando créditos de construcción sostenible y energía renovable. Entre ellos, al Club Estudiantes de La Plata, para el primer estadio en el mundo con certificación preliminar de EDGE (IFC Excellence in Design for Greater Efficiencies). Los impactos ambientales de este  y los demás proyectos elegidos se evidencian en la reducción de emisiones de dióxido de carbono y la eficiencia del uso de recursos tales como el agua y la energía, entre otros.

Lo esperable es que el compromiso con las finanzas sostenibles se extienda a todos los sectores. Con esa intención, y la de fortalecer esta tendencia en Argentina, los dos bancos mencionados, junto a otros 16 (cuyo market share total alcanza el 80%), firmaron en julio el Protocolo de Finanzas Sostenibles. Con el apoyo de las asociaciones bancarias, pretenden guiar al sector. Además, buscan facilitar y fomentar la implementación de mejores prácticas y políticas internacionales que promuevan la integración entre los factores económico, social y ambiental. El objetivo final es, en definitiva, lograr un desarrollo sostenible de la industria financiera.

A las claras, el desarrollo del protocolo representa el primer paso que la Argentina da para crear modelos de negocios de triple impacto “procurando no solo ser rentables, sino también generar impacto social-ambiental y garantizar la sostenibilidad en el largo plazo”, destaca Gorleri desde el Banco Galicia.

La intención es desarrollar políticas internas adecuadas para avanzar con estrategias; crear productos y servicios para apoyar el financiamiento de proyectos de identidad verde; optimizar los actuales sistemas de análisis de riesgo para que efectivamente tengan el foco en la sostenibilidad. El protocolo también fue promovido por BID Invest y Fundación Vida Silvestre.  En  febrero, la ONG acordó con la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) una mutua colaboración para “lograr un impacto positivo en la comunidad, el medioambiente y el sistema financiero. Pensamos que el intercambio contribuirá al trabajo en conjunto con las empresas para mejorar sus prácticas hacia políticas sustentables”, declaró entonces Claudio Cesario, presidente de ABA. En la práctica se trata de generar programas de capacitación y entrenamiento en análisis de riesgo para los asociados; y estudiar e incentivar buenas prácticas ambientales que impulsen mejoras en las actividades productivas agropecuarias, entre otras finalidades. Es que, en el país y el resto de Latinoamérica, la mayoría de los créditos y bonos verdes son orientados a las energías renovables. “Mientras que Latinoamérica representó el 44% de todos los Green Bonds emitidos, Argentina concentró cerca del 90% de los bonos colocados. En ese sentido, una asignatura pendiente del mercado local es lograr una mayor diversificación intrasectorial (biomasa, por ejemplo)”, advierte Cortínez. El desafío también es poder fondear proyectos ligados a otros sectores, incluyendo a la agricultura inteligente y la ganadería sostenible, dada la matriz productiva del país.

En esa línea, Gorleri afirma que en Banco Galicia se comprometen a ofrecer “nuevos instrumentos de financiamiento para proyectos que tengan foco específico en una mejora ambiental”. Y menciona no solo a los relativos a las energías alternativas, sino también a la eficiencia medioambiental, el transporte limpio y la gestión de residuos. “Pero, hasta diciembre de 2019, lo concreto es que financiaron 16 proyectos, de los cuales el 88% corresponden a energías renovables y un 12% a eficiencia energética. El monto total colocado asciende a US$ 53,33 millones”, indica la ejecutiva.

Banco Galicia es, asimismo, uno de los signatarios fundadores de los Principios de Banca Responsable impulsados por la Iniciativa Financiera del Programa de la ONU para el Medioambiente (UNEP FI). Lo que implica que integra una coalición de 130 bancos que representan más de US$ 47 billones en activos, “comprometiéndose a asumir un papel decisivo para ayudar a lograr un futuro sustentable”, según destaca Gorleri.

Pero ¿qué sucede en el mundo con las finanzas sostenibles? Los escandinavos son los que llevan la delantera. También,  el Reino Unido,  Francia  y Alemania están avanzados en la materia. Aunque Estados Unidos y China después son los dos países con mayor volumen de bonos verdes emitidos. Pero, en función de las características locales, el experto argentino en el tema sugiere tener en cuenta lo que sucede en Brasil, que ya tiene 20 años de experiencia y el 41% de los bonos verdes emitidos en Latinoamérica.

También Paraguay es un referente para observar, además de Chile, “que marcó un hito al emitir los primeros bonos verdes soberanos del continente en 2014”, indica Cortínez. Mientras en Argentina se hizo en 2017. Fueron dos: uno de La Rioja, para el Parque Eólico Arauco Sapem,  y otro de Jujuy, para el Parque Solar Cauchari. “Luego hubo otra emisión subnacional, y el resto fueron bancos que emitieron en 2018 de la mano de multilaterales. Recientemente AES Argentina emitió el primer bono verde colocado en el país de manera genuina, lo cual constituyó un paso relevante”, repasa Cortínez. El objetivo: financiar el Parque Eólico Vientos Neuquinos. De esa emisión participó, entre otros, el Banco Santander. Su jefe de Financiamiento Global de Deuda, Ignacio Lorenzo, señala que la entidad busca “identificar oportunidades de financiación sostenible para nuestros clientes; y también tenemos un compromiso con los inversores, tanto institucionales como minoristas, para que a través de la aplicación de sus recursos no solo obtengan una buena rentabilidad, sino también la posibilidad de apoyar proyectos de estas características”. El ejecutivo asegura tener la expectativa de que “en un futuro próximo, los precios de mercado diferencien más nítidamente esta clase de financiación”. Por lo pronto el banco analiza, además, otorgar créditos verdes, aunque actualmente  se encuentran evaluando los proyectos en carpeta. Así, los principales bancos que están en el país analizan seriamente esta alternativa de financiación. Pero aún resta un camino por recorrer para que el otorgamiento de los créditos verdes se replique en el país. Las limitaciones son, según el experto de la Fundación Vida Silvestre, la situación macro que, de por sí, dificulta el acceso a los mercados financieros en general. También el hecho de que, al ser instrumentos nuevos, precisan tiempo y dedicación para su preparación y desarrollo. Por ello, Cortínez sugiere no demorar en dar los primeros pasos para estructurarlos, a la vez que estar atentos a los requerimientos de los inversionistas.

La realidad es que la maquinaria comienza a moverse. En el último año, el interés de bancos y demás actores financieros “creció de manera exponencial” de la mano del ya mencionado Protocolo de Finanzas Sostenibles. Además, la Comisión Nacional de Valores (CNV) publicó un marco general para Bonos Verdes, Sociales y Sostenibles; y Bolsas y Mercados Argentinos (BYMA) lanzó un panel especial para estos instrumentos. Entre los ecos derivados del desarrollo de las finanzas sostenibles, hay que tener en cuenta que los proyectos de triple impacto en Argentina pueden ser “un eje de reactivación para las economías regionales”, tal como señala Cortínez. Aunque también el experto aclara que para eso se materialice es clave que sean visibles, lo que lograrían a través del acceso a créditos con condiciones de plazo y tasa convenientes.

No hay que perder de vista que “las finanzas deben estar al servicio del hombre y ser un instrumento eficaz para garantizar una banca ética comprometida con la integridad, la inclusión y la sustentabilidad ambiental social y económica”. La afirmación pertenece a Agustín Pesce, el exvicepresidente segundo del Banco de la Nación Argentina, durante la presentación del protocolo.

Lo cierto es que bancos y expertos coinciden en que generar proyectos sostenibles tiene que ser compatible con aprovechar oportunidades de negocios emergentes. En este sentido, Cortínez indica que las entidades financieras, a través de estos créditos verdes, buscan por un lado generar nuevos negocios y, por otro, resguardar su imagen. “Lejos de ser considerada algo meramente filantrópico, la sostenibilidad debe transformarse paulatinamente en business as usual. Mi visión es que, si este tipo de iniciativas se circunscriben a la filantropía y a RSE, su recorrido será acotado”, concluye Cortínez.

DIFICULTADES PARA DEJAR HUELLA

Según el trabajo que realiza la Fundación Vida Silvestre con ABA, Pablo Cortínez, Focal Point de Finanzas Sustentables de FVS para la red World Wildlife Fund, indica que en 2014 y en 2017 realizaron encuestas que arrojaron que algunas entidades avanzaron en lo que se conoce como huella directa (reciclaje, eficiencia en el uso de agua, energía y edificios LEED). Sin embargo, también advirtieron que existía muy poca experiencia en huella indirecta. Es decir, en “la consideración de criterios ESG al analizar potenciales clientes. Estos aspectos son fundamentales, pues la principal injerencia en lo que a contaminación se refiere se origina en la huella indirecta.

Y es allí donde los bancos manifestaron tener mayores necesidades de capacitación. Pero la delicada situación económica dificulta la extensión de los créditos verdes. Quienes pueden darlos son, en general, “las entidades que recibieron fondos verdes de parte de organismos multilaterales o bilaterales de crédito, que fueron pioneros, y que son los que suelen estar presentes aun en circunstancias complicadas”.

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