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02 Enero de 2019 11.40

Después de un 2017 de fiebre y furor en el que escaló de US$ 1.000 a US$ 19.500, este año la criptomoneda por excelencia se desplomó hasta los US$ 4.360 y atraviesa una “crisis existencial”. ¿Se pinchó la burbujá

El Bitcoin, la criptomoneda más gravitante y popular, creada en 2008 por el misterioso Satoshi Nakamoto (nadie sabe quién es; posiblemente sea un alias detrás del que se esconde un grupo de personas), está viviendo un momento trágico. Luego de escalar su valor hasta los US$ 19.500 en diciembre de 2017 ?cuando en enero de ese año solo cotizaba US$ 1.000?, empezó un derrumbe frenético que se agrava cada día más. Una verdadera caída en picada: en noviembre pasado, cuando, triste paradoja, se celebró la primera década desde su creación, el valor de la criptomoneda perforó el piso simbólico de los US$ 6.000 y llegó al pozo ciego de US$ 4.360.

Ilustración: Luisa Jung

Sin embargo, el Bitcoin tiene un marketing poderoso. No uno tradicional, pero sí uno efectivo y que, con la paciencia del agua, logró seducir a millones de personas e inversores. Es un marketing sexy que conjuga misterio informático con discurso antiestablishment y optimismo (y pose) millennial. Hasta hace poco, a ese marketing lo apuntalaban historias reales de gente que se había hecho rica en pocos meses: peripecias afortunadas que hacían sentir a cualquiera que no hubiera invertido en Bitcoin un idiota que se había quedado afuera de la fiesta a la que, como sea, había que entrar. Así y todo, siempre tuvo sus detractores, sobre todo por el lado de los economistas, a quienes los entusiastas subestiman con el argumento generacional: “No entienden la revolución digital y el mundo que se viene”.

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía y una de las plumas más afiladas del planeta en temas económicos, es uno de los grandes enemigos del Bitcoin y demás criptoactivos. Era una voz en el desierto. Pero ahora es inevitable preguntarse: ¿tenía razóñ ¿Se pinchó la burbujá ¿Nos dejamos llevar por el “tecnomisticismo” (según un término del propio Krugman)? El profesor de Princeton considera que “es factible una debacle total del Bitcoin” y le gusta comparar la crisis de la moneda virtual y descentralizada con la burbuja de los tulipanes en Holanda, en el siglo 17, cuando los bulbos de la flor holandesa llegaron a valores desorbitantes para luego desplomarse, llevando a la quiebra a la economía de todo el país y a miles de personas que incluso habían hipotecado propiedades para comprar unos pocos tulipanes. “El Bitcoin solo es valioso si la gente piensa que es valioso, pero puede valer cero de un momento a otro”, disparó Krugman, quien, cuando empezó el espiral descendente este año, escribió en el New York Times: “El Bitcoin no tiene ningún valor intrínseco; si consideramos esta característica de ausencia de un vínculo con la realidad, sumada a los contados usos que tienen los Bitcoins en la práctica, podemos decir que se trata de un activo cuyo precio es especulativo casi al 100% y, por lo tanto, de una volatilidad tremenda”. Y remató: “¿Acaso será cierto que los Bitcoins están formando una burbuja gigante que al final producirá solo dolor? Sí”.

Más allá de que el Bitcoin está atravesando una “crisis existencial”, según la definió el tecnólogo norteamericano Joseph Raczynski, hay dos escenarios posibles: el pesimista y el optimista. El primero va en línea con el pensamiento de Krugman, y es que recién empieza la larga noche del Bitcoin, en la que ya no habrá punto de inflexión. El segundo es que recién ahora el Bitcoin se está estabilizando en valores lógicos y que, si bien lo sucedido en 2017 fue una exageración especulativa, el posterior aterrizaje violento no significa el final sino lo contrario: una enorme oportunidad de compra.

Pero antes que nada: ¿por qué se produjo la caídá Hay muchos factores y versiones que, en un mercado desregulado, podrían ser ciertas o no. O ciertas en parte. Algunas son más estructurales y otras más puntuales. Por ejemplo, que el mercado tomó conciencia de que el Bitcoin tiene falencias serias para transferir fondos o para almacenar valor y de sus problemas de seguridad. También hubo rumores de regulaciones inminentes, de que la SEC (Comisión de Bolsa y Activos de Estados Unidos) rechazó un pedido de los hermanos Winklevoss (los de la idea inicial de Facebook) para crear un fondo negociado en bolsa, de la bifurcación en agosto de Bitcoin Cash que hizo ?disputa entre gurúes, “mineros”, brokers e inversores medianté que los Bitcoins se separaran en dos cadenas de bloques enfrentadas. Y, claro, las primeras multas que la SEC les aplicó a dos compañías por gestionar Ofertas Iniciales de Criptomonedas (ICO) y comercializar “valores no registrados”.

Según FORBES US, la primera gran “barrera psicológica” que se pulverizó fue la de los US$ 6.000, pero la de los US$ 5.000 es mucho más grave “porque la que sigue es la de los US$ 4.000, y después de esa ya hay que pensar en un valor de US$ 3.000”. No tan lejos, es cierto, de los US$ 1.000 que costaba el Bitcoin en enero de 2017 (a principios de 2016, a menos de dos años, se cotizaba en US$ 425).

“Las monedas cumplen un rol específico. El Bitcoin no soluciona problemas que no pueda solucionar otra moneda que ya exista y hay una sospecha de que está al borde de la ilegalidad”, dice Emilio Espino, especialista en teoría macroeconómica y profesor de Economía de la Universidad Di Tella. “La volatilidad del Bitcoin es natural por dos razones. Primero, porque como instrumento no tiene un rol específico; y segundo, porque se dice que el Bitcoin tiene que tender a un valor estable porque se controla la cantidad de Bitcoins que se crean. Pero eso es una falacia porque el valor de una moneda no solo se determina por la oferta sino también por la demanda, que en el caso del Bitcoin es extremadamente volátil”. Espino menciona otro supuesto punto vulnerable del Bitcoin: “Sigue habiendo muy pocas transacciones, y si los bancos centrales no regularon hasta ahora es justamente por eso. Los que hablan bien del Bitcoin, en general, tienen intereses creados: no se basan en el rigor ni en el análisis, sino que sacan conclusiones meramente observacionales, basándose en modas y slogans”, concluye lapidario.

La foto es preocupante, pero tal vez la película no lo sea tanto. Al menos si se hace foco en los últimos años como un todo. Y eso abona cierta mirada luminosa del futuro. Eso piensa Nicolás Litvinoff, director de Estudinero.net y experto en finanzas. “Lo que está pasando con el valor del Bitcoin son movimientos especulativos de corto plazo: cae un 70% su valor y uno piensa que es una industria pronta a desaparecer, pero no es así porque, si tomamos los últimos cuatro años, progresó mucho”.

Es cierto: a mediados de 2015, el Bitcoin cotizaba unos US$ 260 y recién en agosto de 2017 llegó a US$ 4.000. Más allá de que, como toda inversión de riesgo, “nunca se debe invertir más del 5% de una cartera en Bitcoin”, Litvinoff piensa que hay dos razones para seguir apostando. Por un lado, aunque se haya derrumbado su valor, “tiene cada vez más aceptación” (por caso, Fidelity Investment, uno de los players top entre los administradores de activos, lanzó un servicio de inversión en criptoactivos). Por otro lado, una razón más sociológica: “Los nativos digitales nacidos después de 2002 piensan que el dinero digital es lo más natural del mundo, les parece mucho más cómodo y prefieren ir al dentista antes que al banco”.

El 16 y 17 de noviembre, más de 2.000 personas asistieron en La Rural al C20, la conferencia sobre criptomonedas y blockchain más importante de habla hispana. Uno de sus principales oradores fue Diego Gutiérrez Zaldivar, CEO y cofundador de RSK y cofundador de la Red Bitcoin Argentina y Latinoamérica. Antes de subir al escenario para dar su charla “El paso de la Internet de la información a la Internet del valor”, dialogó con FORBES sobre el tobogán en el que se está deslizando el Bitcoin y dejó varias definiciones, a saber: que cuando Krugman pregonizaba la muerte del Bitcoin este valía US$ 20; que los vaivenes de valor ya sucedieron en otras ocasiones (N. de la R.: nunca tan bruscos ni en valores tan altos); que, a medida que la moneda madure, va a ser más difícil que un solo actor pueda modificar el precio; y que son claves los avances en la institucionalización, como Japón, que en 2017 reconoció al Bitcoin y otras monedas virtuales como monedas legales de pago y transferencia. “Lo que hay que seguir en el Bitcoin son los factores de adopción real: cantidad de billeteras abiertas, volumen que se mueve en la web, cantidad de empresas que ofrecen servicios con Bitcoins, jurisdicciones que les están dando un marco legal. Es más importante mirar el crecimiento en la adopción que el valor”.

En Argentina, hay 200.000 usuarios de criptoactivos; es el tercer país en adopción en la región después de Brasil y México. El antes y después fue durante los tiempos del cepo. Es un ecosistema emprendedor efervescente y geek y, en Buenos Aires, hay desde ubicaciones con decenas de computadoras interconectadas minando Bitcoins hasta un edificio clásico en el bajo porteño cuyos pisos están todos ocupados por empresas del sector. También, en septiembre, se instaló el primer cajero automático para Bitcoin en un shopping.

Sebastián Resano es el Country Manager de Buda.com, uno de los mercados de criptomonedas más grandes de Sudamérica, con más de 100.000 clientes. Para él, el Bitcoin tiene aún un largo camino por recorrer. Y el vértigo de los dos últimos años se puede explicar, en parte, por la “ley de Amara” que indica que la gente sobreestima el efecto de las nuevas tecnologías a corto plazo, pero lo subestima a largo plazo. “Hoy, el Bitcoin está buscando su piso. Pero la adopción es cada vez mayor y, en uno o dos años, se van a ir limpiando de los movimientos especulativos”.

Son tiempos interesantes para el Bitcoin. La moneda, nunca mejor la metáfora, está en el aire.  

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