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Bloom energy aseguraba energía eléctrica limpia, barata y descentralizada con sus centrales domésticas de gas natural. Miles de millones de dólares después, no era tan así.

03 Mayo de 2020 09.00

A medida que se intensificaron los incendios forestales, más de un millón de californianos sufrieron apagones en octubre pasado. En el humo, KR Sridhar olió la oportunidad. Su compañía, Bloom Energy, vende celdas de combustible: cajas de acero que generan electricidad con gas natural. Las cajas, que ellos llaman servidores de energía, emiten dióxido de carbono (un importante gas de efecto invernadero) pero se supone que mucho menos que las plantas de energía tradicionales. Y además prescinden de muchos componentes del smog como el óxido de nitrógeno y óxidos de azufre.

Aún mejor, las unidades de Bloom obtienen su combustible a través de tuberías subterráneas, inmunes a los diabólicos vientos que azotaron los cables de alto voltaje de California y provocaron cortes de energía que Sridhar considera inaceptables para cualquier sociedad moderna. Mucho menos para Silicon Valley.

“Cada vez que hay un desastre, el precio de la energía sube, porque alguien tiene que pagar por el daño”, dice Sridhar. Con ese argumento, Bloom tienta a sus clientes en zonas de riesgo de incendio.

Durante sus 19 años en el negocio, Bloom instaló varios miles de sus cajas de 15 toneladas para grandes empresas tecnológicas, incluidas Apple, AT&T y Paypal, que están dispuestas a pagar lo que sea para asegurarse energía durante 24 horas, los 7 días de la semana. El costo de inactividad alcanza los US$ 9.000 por minuto. A la  vez, muchos de sus clientes se encuentran en estados que tienen los precios de energía más altos, como Nueva York, donde Home Depot instaló generadores de respaldo. Las cajas Bloom también funcionan hace una década en Caltech, brindando casi el 30% de la energía a su campus de Pasadena. “Contar con una fuente de energía estable es muy importante para los científicos”, dice el director de la universidad tecnológica californiana, Jim Cowell. “La red ha sido desintermediada”, agrega.

Este debería ser el mejor momento de Bloom (“El gas natural, gracias al fracking, ya está allí”, dice Sridhar). Y, sin embargo, no lo es: la tecnología de Bloom es demasiado cara y menos limpia de lo que esperaban.

Bloom nunca ha generado ganancias, a pesar de contar con al menos US$ 1,7 mil millones de capital invertido, parte del cual se recaudó a raíz de declaraciones falsas. Sridhar ya convocó al banco de inversión Jefferies para ayudar a reestructurar más de US$ 300 millones de deuda que vencerá a fines de este año. Las acciones cayeron casi un 50% desde que Bloom recaudó US$ 282 millones en  su salida a bolsa en 2018. Y ahora los reguladores e incluso los políticos locales están en conflicto con la empresa. Ciudades como Berkeley se han vuelto contra el gas natural por no ser lo suficientemente ecológico.

Hace una década, Sridhar imaginó que a estas alturas su tecnología estaría en cada hogar, con un costo de US$ 3.000 cada una. En realidad, ni una sola casa en Estados Unidos tiene su propia caja Bloom, ni siquiera la casa de Sridhar de US$ 7,6 millones en Woodside, California. En cambio, sus cajas se utilizan principalmente para clientes industriales y comerciales, con un costo aproximado de US$ 1,2 millones cada una. Sin subsidios, generan energía a un costo de aproximadamente 13,5 centavos de dólar por kilovatio hora frente a 10 centavos por kwh para la red eléctrica a nivel nacional.

La energía verdaderamente renovable ahora es mucho más barata que la de Bloom. Según el banco Lazard, sin subsidios, la energía solar y eólica terrestre cuestan 4 centavos de dólar por kwh. La dificultad está en su almacenamiento.

No piensen por un segundo que Sridhar, de 59 años, está desanimado. Creció en India, donde los cortes de energía son comunes, y asistió al Instituto Nacional de Tecnología de Trichy, en el estado de Tamil Nadu, en el sur de India, y luego vino a los Estados Unidos para obtener su Ph.D. en Ingenieria Mecánica. Más tarde trabajó en el Laboratorio de Tecnologías Espaciales de la Universidad de Arizona, construyendo una máquina generadora de oxígeno para las misiones de la NASA a Marte. Cuando el Mars Polar Lander se estrelló en 1999, su proyecto fue cancelado. Fundó su compañía en 2001 y nunca creyó que el camino sería fácil. Sus inversores tampoco.

Uno  de  sus  primeros  clientes  importantes  fue  Google, donde John Doerr  (que  invirtió  US$  60  millones  en Bloom a través de su compañía Kleiner Perkins) es miembro del directorio desde hace mucho tiempo. Hubo problemas desde el comienzo. Esas máquinas iniciales fueron ensambladas a mano, recuerda Sridhar, en un taller de Santa Clara. Un exejecutivo de Bloom afirma que esas primeras cajas tuvieron que ser monitoreadas 24/7,  y que los módulos internos apilados con cientos de celdas de combustible de 4 por 4 pulgadas debían cambiarse un par de veces al año, a un precio de US$ 225.000 cada una. Otra complicación fueron los sistemas de filtración, queesparcieron olor a huevo podrido por todo el vecindario. “Rumores”, según Bloom.

Pero, como otros técnicos que improvisan hasta que les sale bien, Doerr y Sridhar actuaron como si Bloom ya lo tuviera todo resuelto. En una entrevista televisiva con Leslie Stahl en 60 Minutes en 2010, promocionaron las cajas Bloom como el futuro de la generación de energía limpia y verde. “La caja Bloom está destinada a reemplazar la red: es más barata que la red, es más limpia que la red”, dijo Doerr a Stahl. En una conferencia de prensa poco después, Sridhar les dijo a los periodistas que la caja podría entregar energía de “9 a 10 centavos por kilovatio hora”.

Eso no era del todo cierto. Bloom insiste en que vendió algo de energía a ese precio, pero solo después de aplicar generosos subsidios y operar con pérdidas: su costo no subsidiado en 2010 fue de 19 centavos por kwh. Aun 10 años después y con el precio del gas natural en su piso histórico, todavía cuesta alrededor de 13,5 centavos por kwh. El promedio nacional de energía minorista está en 10 centavos y cayendo, dice Ed Hirs, miembro de la Universidad de Houston y asesor de energía de la consultora fiscal BDO. “Esta tecnología es inútil en la mayor parte del país, donde Bloom está compitiendo contra energías renovables reales como la solar y la eólica, que han bajado la curva de costos mucho más rápido”, dice Hirs. Los Ángeles firmó un acuerdo de 25 años para comprar energía solar más batería a 2 centavos por kwh.

Bloom está muy lejos de poder ofrecer ese tipo de precios, aunque la tecnología está mejorando. Mientras que sus primeras cajas duraron menos de dos años, hoy Bloom afirma que ha aumentado su vida útil hasta casi cinco. Pero más urgente es ganar dinero. Hasta ahora, acumula más de US$ 2,7 mil millones (y contando) en pérdidas acumuladas. En los nueve meses hasta septiembre de 2019, Bloom registró una pérdida neta de US$ 195 millones sobre US$ 668 millones en ventas.

Sin embargo, al menos la tecnología de Bloom es más limpia que la planta de energía promedio, ¿verdad? No siempre. Cuando las cajas son nuevas, funcionan con una eficiencia óptima, convirtiendo casi el 65% de su combustible en electricidad y emitiendo 679 libras de dióxido de carbono por megavatio hora, menos que las 914 en promedio que emite el sector eléctrico de Estados Unidos. También es mejor que las centrales eléctricas a gas natural, que emiten 850 libras, y mucho mejor que el carbón: más de 1.400. Sin embargo, a medida que las celdas de combustible envejecen, el proceso electroquímico degrada su eficiencia. Según los cálculos de Forbes, algunas de las cajas más antiguas de Delaware han emitido 960 libras de CO2 por mwh. En California, donde la empresa local de servicios públicos PG&E genera energía a 210 libras por mwh, Bloom puede estar perdiendo su atractivo.

Luego está el tema de los desechos peligrosos. Cuando Bloom solicitó sus permisos de operación en Delaware, respondió que no cuando se le preguntó si sus sistemas generarían residuos peligrosos. Cuando en 2014 los reguladores comenzaron a hacer más preguntas, Bloom reveló que sus sistemas de filtración capturaban una gran cantidad de sustancias desagradables como el arsénico,  el benceno, el azufre y el plomo. Cuando se le preguntó por qué había estado enviando este material peligroso de Delaware a procesadores e incineradores en todo el país, sin seguir las reglas, Bloom respondió que pensaba que estaba exento, porque no abría las garrafas. No, dijo la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU., que en 2015 le recordó a Delaware que debía cumplir las normas sobre materiales peligrosos “no menos estrictas” que las reglamentaciones federales, con la responsabilidad “de la cuna a la tumba” para la gestión de residuos. Bloom insiste en que no “produce” desechos peligrosos, que comenzó a manejar las unidades de desulfuración de manera diferente después de que la EPA  emitiera la reglamentación y  que ahora cumple con la EPA. La agencia todavía está tratando de cobrar una multa de US$ 1 millón a Bloom.

Algunos inversores fueron engañados en el trayecto. En 2012, la SEC prohibió temporalmente a Dwight Badger y Keith Daubenspeck, los cofundadores de Advanced Equities, por usar información falsa para ayudar a Bloom a recaudar US$ 150 millones. Las declaraciones erróneas incluyeron que Bloom tenía US$ 3.000 en pedidos de la CIA y una  cadena  de supermercados, y que estaba obteniendo un préstamo de hasta US$ 300 millones del Departamento de Energía. En correos electrónicos escritos a la SEC, Badger dice tener copias de las presentaciones hechas a la junta directiva de Bloom (incluidos Doerr y el exsecretario de Estado Colin Powell) que demuestran que Bloom les mintió a los inversores. En 2014, los brokers arreglaron por US$ 16,7 millones, gran parte de ellos en warrants (el derecho a comprar acciones), si Bloom salía a la bolsa. Después de la salida a bolsa, el precio de las acciones de Bloom nunca fue lo suficientemente alto como para dejarles dinero a Badger y Daubenspeck. En 2019 demandaron a Sridhar por inducirlos fraudulentamente a sellar un acuerdo. Bloom sostiene que la demanda no tiene mérito.

El 25 de julio de 2018, el día en que Bloom salió a la bolsa, Sridhar les dijo falsamente a los periodistas de MarketWatch que la compañía sería rentable desde el segundo trimestre y que le entraría efectivo a favor y sería rentable de acuerdo con prácticas contables establecidas (GAAP) ese año, cuando en realidad todavía estaba perdiendo dinero. Bloom emitió una corrección al día siguiente, y Sridhar dice que “simplemente cometió un error”. Otros inversores que compraron las acciones de Bloom les hicieron juicio a Sridhar y Bloom por, entre otras cosas, ocultar lo que el vendedor de posiciones cortas Nate Anderson de Hindenburg Research estima en más de US$ 2 mil millones en obligaciones futuras vinculadas al servicio y reemplazo de cajas viejas de Bloom. Bloom negó el informe de Hindenburg; las demandas están pendientes. Como explica un exejecutivo de Bloom, la empresa depende de los ingresos de las nuevas cajas para ayudar a compensar el aumento de los costos del servicio en las viejas: “Tienen que seguir vendiendo más en el front-end para pagar el back-end”. En los últimos meses, Bloom recaudó más de US$ 250 millones de compañías como Southern Company para reemplazar sus cajas viejas en Delaware. Bloom podría ver una ola de semejantes reemplazos antes de la caducidad en 2023 del lucrativo crédito fiscal de inversión federal por una valoración de hasta el 30% del capital invertido. Cuando ese crédito finalice, también lo hará una vía confiable de financiamiento. Aumentando la sensación de que Bloom puede tener los días contados están las salidas de varios ejecutivos y la jubilación pendiente de su CFO. El exsenador estadounidense Kelly Ayotte también dejó su directorio y fue reemplazado por el ex CEO de General Electric, Jeff Immelt.

Si hay un lado positivo en esta historia, es que hay muchos lugares en el mundo con aire más sucio que California, donde las personas pueden estar interesadas en lo que Bloom está vendiendo. En Japón, la compañía se asoció con Softbank en varias instalaciones; en Corea del Sur, recientemente construyó su primera “torre de energía”, una estructura de cuatro pisos con planos abiertos, apilada con sus cajas, y ahora está explorando con Samsung cómo usar las cajas para motorizar barcos.

Sridhar insiste en que los precios de Bloom seguirán bajando. Se inspira en las imágenes satelitales del mundo por la noche que cuelgan de las paredes de las oficinas de Bloom. Las luces brillantes en medio de la oscuridad representan a la gran mayoría de la población mundial. “Hay otras 2.000 millones de personas que no tienen conexión ni suerte”, dice. Lo que lo llevó a empezar la empresa, dice, es lo mismo que lo que lo impulsa ahora: “sentir que dejé una huella”.

Por Christopher Helman

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