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El plan de Bioceres, la empresa rosarina líder en agrobiotecnología para cotizar en Nueva York y Londres. La historia de una de las empresas más innovadoras de la Argentina, creada con apenas US$ 14.000.

17 Abril de 2017 16.08

El plan de Bioceres, la empresa rosarina líder en agrobiotecnología para cotizar en Nueva York y Londres. La historia de una de las empresas más innovadoras de la Argentina, creada con apenas US$ 14.000.

En Rosario, particularmente en la sede central de Bioceres, la mayor compañía de biotecnología argentina, suenan lejanas esas historias en las que un grupo de jóvenes en un garaje de California delinean los códigos de una nueva app que promete revolucionar al mundo y casi de la noche a la mañana se los encuentra manejando una corporación valuada en millones de dólares.

El camino transitado por el grupo fundador de esta empresa argentina dedicada 100% a la innovación quizás no se resuma en un abrir y cerrar de ojos, ni sus dueños sean tan jóvenes como para imaginarlos con un par de computadoras en un garaje. Pero comparten la misma esencia que esos emprendedores de Silicon Valley. Y bien podrían, en pocos meses más, ingresar al selecto club de los unicornios latinoamericanos. Para entender cómo y por qué, vale la pena retroceder la película varios años para atrás.

Era 2008. La crisis impregnaba el aire, marcaba el clima de época, tal vez el fin de una era. En una punta del mundo, en la plaza financiera más desarrollada de Occidente, la caída de Lehman Brothers desataba la tormenta perfecta, arrastrando a las economías desarrolladas a una profunda depresión de escala global.

En esta punta del mundo, en la Argentina, los “piquetes de la abundancia” eran el símbolo de una crisis propia, producto de una disputa feroz entre el campo y el Gobierno de entonces por la distribución de la renta de la soja. En ese momento, la incertidumbre y la crispación dominaba la mente y corazón de todo empresario puesto a tomar decisiones.

Oportunidad en medio de la crisis

Pero para Federico Trucco, hijo de un reconocido productor agropecuario y joven CEO de Bioceres, el escenario era tan desafiante como familiar. Es que Bioceres surgió en pleno colapso de 2001, cuando 23 productores agropecuarios decidieron fundar la que es hoy una compañía agroindustrial líder en biotecnología de semillas. Pero en 2008 las cosas no estaban tan claras. Y el futuro era oscuro.

Ese año, el principal socio y accionista de Bioceres, el Grupo Sidus del empresario Marcelo Argüelles, tambaleaba al querer conseguir sin éxito fondos frescos para su propio holding en un mercado internacional hostil. Ante el fracaso del intento y la escasez de liquidez, decidió retirarse del mayor proyecto al que apostaba Bioceres: la creación de INDEAR, el Instituto de Agrobiotecnología de Rosario, una incubadora de desarrollos innovadores con alta rentabilidad que hoy es la base de su negocio.

Para finalizar la construcción de su sede, un edificio de 4.000 metros cuadrados destinado principalmente a investigación y desarrollo, la compañía necesitaba unos US$ 3 millones. Pero, accionista de Bioceres al 50%, Argüelles tenía sus propias prioridades.

“Pensábamos que ahí se acababa el futuro de Bioceres. La salida de Argüelles nos dejó a media máquina en cuanto al fondeo e ingresamos en un proceso donde teníamos que reestructurar nuestros propios costos o duplicar la apuesta y ampliar el capital con el consiguiente riesgo de perderlo todo”, recuerda Federico Trucco.

Ese pudo ser el final de una compañía que hoy no solo patentó el primer trigo transgénico de la Argentina, sino que promete revolucionar el mercado de la soja multiplicando su valor financiero sin aumentar la cosecha. Ese pudo ser el final de una empresa que ahora se prepara a todo vapor para desembarcar en Wall Street. Su valor estimado: US$ 600 millones.

Historia agropecuaria

Federico es hijo de Víctor Trucco, uno de los productores agropecuarios que aportó el capital semilla para la conformación de lo que se sentía una aventura 15 años atrás. Educado en claustros estadounidenses -estudió bioquímica en la Universidad de Louisiana y tiene una maestría en la Universidad de Colorado y su Ph.D. en la Universidad de Illinois-, hoy es accionista y CEO de la mayor compañía biotecnológica del país.

Bioceres es un grupo con múltiples intereses de base tecnológica que facturará este año más de US$ 100 millones y prevé hacer sonar la campana en la sede del NYSE (New York Stock Exchange) hacia fin del segundo semestre cuando finalice las gestiones iniciadas ante la Securities and Exchange Commission (SEC), el ente regulador del mercado de capitales de Estados Unidos.

El plan, que se aceleró a partir de octubre último cuando la compañía compró la empresa de microbiología Rizobacter en US$ 76 millones, implica recolectar entre US$ 100 y US$ 160 millones colocando un 20% del paquete accionario. Sin embargo, en diciembre, Bioceres volvió a la carga con la compra de otra compañía ?Chemotécnica, del Grupo Insud-, operación que fue realizada en alianza con el gigante Glencore por unos US$ 10 millones. Esa transacción de último momento, que engrosa la facturación de Bioceres y la deja mejor parada ante los ojos de los inversores dispuestos a adquirir las acciones de la compañía, forzó un impasse.

La empresa retiró en febrero la solicitud ante la SEC para abrir el capital dada la necesidad de reformular toda la documentación presentada con la nueva conformación del grupo. “Retiramos el prospecto para poder relanzar el proceso de oferta pública. En diciembre, hicimos una Asamblea de Accionistas que renovó el mandato del directorio para esta operación, pero no podíamos actualizar el prospecto anterior con una simple addenda reflejando las adquisiciones de Rizobacter y Chemotécnica. Tenemos que iniciar un nuevo proceso”, explica Trucco. El nuevo cronograma apunta ahora a debutar en Wall Street hacia fin de año.

Factor multiplicador

“Nunca nadie perdió plata con Bioceres”, dice tajante Trucco en su charla con FORBES. “Hay casos de accionistas particulares que monetizaron su tenencia parcialmente, porque vieron que era mucho mayor lo que tenían en algún momento desde lo aportado en los inicios y quizás veían que, vendiendo una parte, podían construir su casa. Sin embargo, aquellos que lo hicieron, hoy lo cuentan como una experiencia exitosa”, asegura.

Entre los socios originarios de esta compañía de biotecnología se encuentran Rogelio Fogante, Víctor Trucco y Gustavo Grobocopatel, quienes junto a otros 20 hombres de campo sembraron los inicios de Bioceres con un aporte de US$ 600 per cápita. La sociedad se constituyó el 12 de diciembre de 2001 con el resonar de las cacerolas de fondo, marcando la crisis en su ADN.

“Teníamos la certeza de que la biotecnología era un tema central en el futuro de la competitividad del sector agropecuario y también veíamos que la crisis expulsaba a los científicos. Fue entonces que constituimos una plataforma entre los inversores privados y el mundo de la ciencia para retener a esos trabajadores”, resume acerca de los orígenes de la empresa Gustavo Grobocopatel.

La inspiración y consejo personal del académico y consultor mexicano Juan Enríquez Cabot había hecho mella unos meses antes en los productores argentinos. “Vino al país a dictar unos seminarios de biotecnología en el marco de un programa desarrollado por la universidad de Harvard y fue allí donde empezó a meter en la cabeza de algunos productores, entre los que se encontraba mi padre, que debían crear una firma del conocimiento”, cuenta Trucco.

Con la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) como señalador, Trucco padre de Santa Fe, Fogante de Córdoba y Grobocopatel de Buenos Aires salieron a sumar voluntades para fondear Bioceres. “Cada dólar que pusieron en aquel entonces esos 23 productores hoy representa una tenencia de US$ 791 con 64 centavos”, precisa su CEO, que transitó toda su carrera profesional dentro de la compañía.

La idea de Bioceres

Bioceres se originó como una usina de ideas y conocimiento con el fin de volcar sus resultados al engranaje productivo, facilitando el dialogo entre los empresarios y los científicos. “En cada proyecto, el primer filtro estaba puesto en si resultaba un negocio atractivo y luego se evaluaba su factibilidad técnica. En tercer lugar, si era realizable a partir de los recursos que tenía Bioceres, siempre sin olvidar una orden de prioridades”, explica el joven empresario.

“En la práctica, actuaba como un gerenciador de proyectos, como un fondo, donde identificaba oportunidades, establecía a qué inversores convocar con la promesa de un cierto retorno y al llegar a la etapa comercial, donde se generan ingresos, esos inversores obtenían su ganancia, pero un 20% de ese flujo quedaba en manos de Bioceres”, detalla sobre la dinámica del negocio.

Basado en el modelo agropecuario desarrollado por su propio grupo familiar, Grobocopatel asegura que no contar con activos fijos resultó adecuado en los inicios, al generar una red con el foco puesto en la ciencia y la tecnología. Sin embargo, esa misma concepción escondía el primer contratiempo de la incipiente empresa.

“En el mundo científico, las probabilidades de fallar son muy altas, y el modelo adoptado por Bioceres hacía inviable la sustentabilidad de todo el proyecto, porque no se podían capitalizar esos fracasos”, reconoce el fundador de Los Grobo, quien ocupó la presidencia de Bioceres durante los primeros ocho años. Haber notado esa falencia a tiempo fue lo que motivó la creación de Indear, como instrumento para capitalizar las inversiones en investigación y desarrollo, de la mano de un socio estratégico como Biosidus, con larga trayectoria en la industria biotecnológica.

Ronda de negocios

En 2009, Trucco padre y Grobocopatel impulsaron una ronda de capitalización para hacerse con los fondos suficientes tanto para finalizar la construcción del edificio de Indear como para comprar la parte de Biosidus en esa sociedad. “En este proceso, la ayuda de Hugo Sigman fue determinante, no solo porque aportó un 20% de los US$ 3 millones reunidos, sino que además, atrajo la atención de otros socios de peso que en total aportaron US$ 1,4 millones”, detalla Federico.

Bioceres cerró ese año con más de 100 accionistas, la compra de la parte que aún no tenía en Indear y un avance a toda máquina del facility que hoy opera en Rosario.

“Conocí la empresa casi desde sus inicios y siempre me pareció un proyecto muy interesante, porque entiendo que la biotecnología vegetal es donde la Argentina tiene ventajas para expandirse. A su vez, siempre valoré las iniciativas con integración público-privado y un grupo humano que no solo estaba unido por cuestiones económicas”, analiza Sigman en dialogo con FORBES acerca de las razones de su ingreso a Bioceres.

“Cuando vi que el proyecto estaba en riesgo, me pareció que era muy importante hacer un aporte para que continúe su desarrollo y más allá de la capitalización también puse a disposición a mí equipo del Grupo Insud tanto para las conexiones con el mercado financiero como sus lazos internacionales”, agrega el empresario farmacéutico con múltiples intereses, que van desde la cría de yacarés hasta la producción de cine. Hoy, Sigman es el principal accionista de Bioceres, pero al igual que el resto de los 304 socios, no tiene más del 5% del total de las acciones.

El plano internacional

Arcadia Biosciences, Evogene y en menor medida Marrone Bio Innovations son empresas internacionales equivalentes a la criolla Bioceres con diversos caminos trazados en el mercado global de la biotecnología vegetal. En 2011, con una década en el mercado y sus distintas unidades de negocio consolidadas, el Grupo Bioceres selló una alianza con la norteamericana Arcadia para el intercambio de licencias en el desarrollo de productos de tolerancia en soja y eficiencia en nutrientes. Así nació una nueva sociedad, Verdeca, en cuya ronda de inversión ingresaron jugadores de peso como YPF, lo que impulsó la valuación de Bioceres a US$ 190 millones.

“Eso fue una de las cosas más increíbles que vivimos porque, al darnos cuenta la dimensión que habíamos alcanzado fueron los propios accionistas los que reunieron el grueso del dinero”, resalta el empresario. “Así, reunimos US$ 13 millones, y sucedió algo similar a lo que pasa en los pueblos, cuando la chica de afuera te da bola y todas las mujeres del pueblo que antes ni te miraban, ahora te empiezan a prestar atención”, cuenta entre risas el ejecutivo divorciado hace cinco años.

En esa nueva ronda de capitalización, con tickets que superaron los US$ 600.000 ingresaron a la sociedad no sólo YPF, sino también otras compañías grandes como la aseguradora San Cristóbal y los laboratorios Gador y Elea.

Arcadia fue primero. La empresa con sede en Davis, California, concretó su IPO (oferta pública de acciones, por sus siglas en inglés), en 2015. Con la promesa de alcanzar el equilibrio en 2020, obtuvo US$ 70 millones y su capitalización bursátil rozó los US$ 400 millones en el Nasdaq. “Notamos que estábamos mejor posicionados que Arcadia y lo mismo pensaron un par de bancos que nos trajeron la propuesta de hacer lo propio con Bioceres”, sintetiza Trucco la historia más reciente de la firma.

San Pablo, Nueva York, Boston, Filadelfia, Kansas, Los Ángeles, Ginebra y Londres, donde también podría cotizar la empresa argentina, fueron las escalas del tour que el propio Trucco realizó durante dos semanas, de la mano del CFO de la compañía, Andrés Vacarezza, para analizar fortalezas y debilidades ante inversores institucionales.

A partir de ahí, el foco apuntó a engrosar la facturación. Con ese objetivo adquirieron Rizobacter, la compañía de microbiología de Pergamino. “Nos quedamos con el 50,01% de la firma a partir del ingreso de inversores que aportaron el dinero a cuenta de acciones que podrán canjear en el marco de la IPO”, detalla.

Entre esos inversores, se encuentran grandes instituciones financieras, el propio Sigman y otros empresarios allegados al proyecto. Los números de Rizobacter son contundentes: factura US$ 91,5 millones anuales y su valuación de mercado asciende a US$ 200 millones. Si se resta su deuda, el aporte realizado por Bioceres para tomar el control de la empresa se estima en alrededor de US$ 76 millones, según coinciden distintas fuentes del mercado.

“Tenemos flexibilidad para elegir el momento de salir a la bolsa, pero creo que lo más realista es que la IPO será en el segundo semestre de 2017. La emisión será en la Bolsa de Nueva York y tendremos un tramo local”, adelanta Trucco, quien no titubea en expresar su sueño: “Queremos ser el INVAP de la biotecnología”.

Por Facundo Sonatti

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