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Koh Tao, una de las playas más famosas de Tailandia y meca mundial del buceo profesional, sigue preservando su condición de paraíso en la Tierra. Y los viajeros lo saben: la visitan unos 100.000 cada año.

20 Diciembre de 2017 05.06

Koh Tao, una de las playas más famosas de Tailandia y meca mundial del buceo profesional, sigue preservando su condición de paraíso en la Tierra. Y los viajeros lo saben: la visitan unos 100.000 cada año.

Desde que se anuncia el arribo por altavoz, los pasajeros del barco que partió desde Surat Thani se amontonan contra la ventana para ver las luces que brillan a lo largo de toda la costa. La noche empieza a caer en Koh Tao y una postal perfecta se dibuja en formato de bienvenida para los nuevos visitantes.

Parece increíble que, a inicios del siglo pasado, Koh Tao fuera solo una isla de paso para pescadores que buscaban refugio ante la inminencia de una tormenta en temporada de monzones; que luego se convirtiera, por disposición real (Tailandia es, desde 1932, una monarquía constitucional), en una cárcel de presos políticos hasta 1940; y que fuera abandonada nuevamente hasta fines de los años 80.

Es que la “isla tortuga” ?como se conoce a Koh Tao en español? se convirtió, en los últimos 30 años, en el destino elegido por turistas de todo el mundo, y cada año llegan más de 100.000, entre mochileros, buzos profesionales, amantes de la exploración cultural y también aquellos en busca de unas vacaciones de relax con el más alto lujo.

El paraíso encontrado

Ubicada al este del Golfo de Tailandia, el descubrimiento del potencial turístico de este pequeño edén de 21 kilómetros cuadrados y 1.800 habitantes permanentes llevó, indefectiblemente, a la imperiosa necesidad de aumentar la infraestructura de manera exponencial en los últimos años. Y Koh Tao satisface todos los gustos.

Hay incontables restaurantes que ofrecen platos como el Pad Thai ?estrella de la gastronomía tailandesá o el Khao Pad, pero también platos de cocina internacional para quienes necesitan descansar de la comida exótica.

Bares de estilo hippie chic y relajado en los que se contemplan los hermosos atardeceres, pero son los mismos que, por la noche, se vuelven ultrafestivos con sus shows de fuego y acrobacia. Hay también tiendas de tatuajes con técnica de bamboo, locales de indumentaria y souvenirs, food trucks y supermercados 7 Eleven.

Toda esta “flora y fauna comercial” llena los caminos de la isla no solo de personas, sino también de zapatos, ya que la tradición oriental de ingresar descalzo se respeta en cada comercio. Sus impresionantes playas no son de fácil acceso. Hay que recorrer caminos de tierra empinados, idealmente en moto, para llegar a las más hermosas bahías, como Hing Wong Bay o Ao Thiang Og.

Sin duda, uno de los puntos predilectos a la hora de elegir alojamiento es la zona de Sai Daeng Beach; no solo por contar con parte de los resorts más exclusivos y modernos, sino también por ser el punto de enclave perfecto para acceder a Shark Bay. Este, un pequeño islote a escasos metros de la costa, es visitado asiduamente por los amantes del agua para hacer snorkeling pero, fundamentalmente, albergan la esperanza de toparse con alguno de los tiburones que ahí habitan.

Más que un símbolo

Pero así como París no sería la misma sin la Torre Eiffel, Koh Tao no sería la misma sin Koh Nang Yuan, archipiélago de playas tan famosas como las de Maya Bay en Koh Phi Phi. Para acceder a sus tres islas ínfimas, hay que alquilar un bote de madera o “longtail boat”; el acceso es de 9 a 16, ya que se intenta evitar la sobrepoblación de turistas que, en temporada alta, llega a superar los 1.000 visitantes por día.

Nang Yuan es única. La forma inusual en que unas líneas de arena blanca unen a las tres islas creando una pasarela que conecta a los arrecifes de agua turquesa hace honor a su fama. El agua cristalina permite ver innumerables peces de colores, además de los extraños corales que usan como hogar.

Es justamente lo que Koh Tao esconde bajo del mar lo que la transformó uno de los epicentros del mundo del buceo. Los jardines marinos repletos de vida animal y la calidez y claridad de sus aguas hicieron de la isla una meca del deporte.

Escuelas como Pura Vida Diving, con el título de primer centro en español de Asia con el premio I.T Center SSI para formar instructores, busca inspirar a sus alumnos con la pasión y el respeto por la vida submarina. Con profesores de varias nacionalidades y cursos que van desde bautismos hasta certificaciones internacionales, Pura Vida da la posibilidad de vivir una experiencia inolvidable.

“Acompañar a alguien en su primera inmersión y ver cómo abre sus ojos con asombro al toparse con un cardumen de barracudas o con algún pez loro es realmente emocionante; a diferencia del snorkel, en el que sos solo un espectador que mira desde arriba, con el buceo te convertís en un miembro más del mar”, dice Sara, una instructora española.

Pero, de la gran variedad de actividades que se pueden hacer, la única que se vuelve rutina para los turistas es la de contemplar la puesta del sol. Como si fuera una función de cine, los espectadores se aglutinan a orillas del mar para observar, hipnotizados, una pantalla interminable donde se proyecta el ocaso. Un regalo que la naturaleza brinda a los viajeros y que estos agradecen con un aplauso.

Por Sol Llull

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