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Liderazgo
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16 Marzo de 2020 11.28

El empresario que quiere acercar al campo con el Gobierno dice que hay dos cosas que no se pueden discutir: la emergencia económica y la necesidad de un agro exitoso.

Cada 18 horas, en un taxi, un asado familiar o un estudio de televisión, un compatriota dice que “Argentina produce alimento para 400 millones de personas pero su pueblo pasa hambre”. El concepto circula adosado a cientos de teorías, todas contradictorias entre sí, que en general concluyen en pura decepción. Un lamento colectivo: “¿cómo puede ser?”. Un día, mientras daba clases en la facultad, Antonio Aracre se enfrentó al dilema. “¿Cómo puede ser?”, le preguntaron sus alumnos, sabiendo de antemano a lo que se dedicaba. Aracre, contador de profesión, lleva más de 30 años en el sector agropecuario (casi tantos como de psicoanálisis) y hace 10 es el gerente general de Syngenta para Latinoamérica Sur. La compañía, de origen suizo, es desde 2017 el brazo principal de ChemChina, y en Argentina factura US$ 750 millones  al año.

Con la adquisición de Nidera un año después, Syngenta llevó su liderazgo en agroquímicos (tiene el 20% del mercado) al mundo de las semillas  y hoy ranquea primera en girasol, segunda en maíz detrás de Dekalb (de Bayer) y segunda también en soja, detrás de la argentina GDM (Don Mario). En enero, ChemChina se fusionó con la también china Sinochem para formar el flamante Syngenta Group. En los últimos cinco años, el TEG de los insumos agrícolas se transformó radicalmente por una serie de  fusiones. De las llamadas “big six” quedaron solo “bigfour”. Syngenta Group es una de ellas. Las otras tres son la alemana Bayer, que compró Monsanto en 2015; Corteva, resultado de la fusión entre Dow y Dupont en 2017; y la alemana BASF.

"Puede ser que este gobierno sea percibido por algunos productores como menos amigable. ¿Eso significa que nosotros tenemos que tomar distanciá”

Pero Aracre no estaba pensando en la geo-política corporativa cuando sus alumnos le pusieron sobre la mesa semejante tema. Más bien buceó en su propia responsabilidad. “Hace tiempo que me cuestiono si estoy haciendo lo suficiente (...) para eliminar el hambre y la desnutrición infantil en nuestro país”, escribió cuando terminó la clase en un artículo que publicó en su perfil de LinkedIn. Allí decía además que “destinar el 1% (de la producción agroalimentaria) no debería representar un costo prohibitivo para ningún actor de la cadena”. La repercusión no tardó en llegar: una periodista reprodujo el artículo en el diario La Nación, luego explotó la sección de comentarios, y tras una serie de contactos con el actual ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, sus ideas llegaron a oídos del entonces candidato a presidente Alberto Fernández. Y tanto le interesó la propuesta que la mencionó, todavía en campaña, en la presentación del proyecto “Argentina contra el hambre” en la facultad de Agronomía. Un evento en la recta final de octubre que congregó a figuras tan dispares como Marcelo Tinelli, Juan Grabois y Rodolfo Daer. Y al CEO de Syngenta, claro.Lo que vino después era más difícil de prever. Sus colegas de la industria le reprocharon en off que se hubiera “cortado solo” y hasta un grupo de productores de la localidad bonaerense de Salto llamaron a un boicot contra Syngenta. “Creo que el país está muy dividido políticamente”, esboza su explicación Aracre, quien recibe a Forbes en una calurosa tarde de verano justo antes de iniciar sus vacaciones. “Pero yo creo que es positivo: abrió una discusión muy importante para el país”, agrega.

Más allá de la grieta, ¿por qué creés que molestó tanto tu participacióñ

Los empresarios no estamos muy acostumbrados a hablar de temas sociales. Yo parezco un bicho raro. Y sí, quizás se visualizó como una cuestión política. Pero, así como a mucha gente no le gustó, hubo muchas otras personas con mensajes muy cálidos de apoyo, incluso dentro del sector. Muchísimos empresarios agropecuarios se acercaron para decirme que quieren colaborar. Hay mucha gente que quiere ayudar genuinamente.

En tu experiencia se pueden advertir los problemas que tiene el Gobierno para tener un diálogo con el campo. ¿Creés que hubo impaciencia por parte de los productores que se están movilizandó

La impaciencia venía de antes. “Ahora que ganaron nos van a aumentar las retenciones”, se decía, cosa que finalmente pasó. Pero seguramente, si ganaba, Macri también iba a subir

las retenciones porque tenía el mismo agujero fiscal con el que se encontró Alberto. Me parece que las retenciones no pueden ser más o menos buenas según el color político de quien las ponga. Hay que analizarlas desde la emergencia en la que está el país y ver si hay otras alternativas o no.

¿Qué opinás de las primeras decisiones macroeconómicas del Gobiernó

Los primeros pasos son muy razonables. Un gobierno del que muchos decían que iba a ser laxo en materia fiscal, con una emisión desbordada y con riesgos de hiperinflación, lo primero que hizo fue dar señales de que había que buscar el equilibrio fiscal. Y que hay que arreglar con los acreedores porque, si no tenemos crédito, no hay ninguna posibilidad de reactivación. La verdad es que son cosas razonables y es lo que esperábamos. Yo creo que podemos encontrar una agenda común entre productores y Gobierno. Un tema es la percepción: no puede ser que el agro siga teniendo esa imagen de que contamina, que envenena, o que se enriquece excesivamente. El Gobierno puede ayudar en eso.

¿Qué balance hacés del gobierno de Macri en ese sentidó

Un aspecto positivo que tuvo la primera parte del gobierno anterior fue la baja de las retenciones en cultivos como el maíz, el girasol y el trigo. Eso generó una cultura de rotación más sostenible. Eso es muy bueno para el medioambiente y para los suelos argentinos. Pero con la urgencia fiscal y la vuelta de las retenciones, eso se diluyó un poco. Me parece que faltaron cosas bastante básicas. Una es la promoción de la investigación y el desarrollo. Pero sobre todo perdimos la oportunidad de generar una empatía mayor entre la sociedad urbana y el mundo rural.

¿Y creés que este gobierno puede tener éxito en esó

Yo creo que el gobierno de Alberto Fernández es muy consciente de que necesita al agro. Y yo diría que tiene la oportunidad de crear una mística distinta con los productores. No puede ser que exista esa pelea en la que el productor siente (muchas veces con razón) que lo esquilman, que le quieren sacar hasta el último centavo de su rentabilidad. Y, del otro lado, tampoco puede ser que el  Estado  solamente vea al agro como un proveedor de dólares para equilibrar la balanza de pagos. Esa mirada es perniciosa y hay que romperla. El agro es la actividad económica más importante de la Argentina y la sociedad debe comprenderla, apoyarla, y sí exigir el cumplimiento de normas, pero desde una perspectiva diferente. El camino me parece que es la industrialización. Eso va a ayudar mucho a que la sociedad urbana entienda que el agro no es una actividad comoditizada y de pocos sino que agrega valor. Aunque ya lo hace, pero todavía más.

Los defensores de las retenciones plantean que son un instrumento para evitar la total primarización del sector. Es decir que propenderían a la industrialización.

Pero hay que ver la política integral más allá de las retenciones. ¿Cuánto se favorece hoy a  la empresa que exporta soja como commodity respecto de la que exporta aceite de soja y respecto de la que exporta milanesas de sojá Necesitamos un panorama claro de cómo va a ser eso en los próximos 10 años, sin importar quién venga después. Yo igual entiendo el porqué de las retenciones en este momento. Si podemos procesar que a un jubilado que cobra $ 30.000 le aplanen el aumento, tenemos que aceptar que a los que vivimos de un salario nos cobren el 35% de ganancias o que a los productores les afecten su rentabilidad. Pero siempre en un esquema transitorio, de emergencia.

¿Cuánto creés que van a afectar las retenciones en las decisiones de inversión para la próxima campañá

No creo que los productores bajen el nivel de inversión. Generalmente, si hay algún tipo de ajuste para preservar la rentabilidad, lo hacen por el cultivo: más soja y menos maíz. Creo que también depende mucho del perfil del productor. Hay un 60% o 70% de la producción agropecuaria que se hace sobre tierra arrendada. Esa proporción, en países agroindustriales como Brasil o Estados Unidos, no supera el 20% o 30%. La ecuación de rentabilidad es difícil con altos impuestos y un alto alquiler a los dueños del campo. Eso también debe verse con una mirada de largo plazo. Los contratos de alquiler deberían contemplar algún esquema de rotación, por ejemplo.

Dijiste alguna vez que las retenciones son la salida más fácil para captar renta del agro. ¿Qué otras posibilidades tenía el Gobiernó

A mí me gusta más el impuesto a las ganancias. Porque si el concepto es que hay una “renta extraordinaria”, la solución no es ajustar el precio de venta. Si eso es verdad, debería verificarse en la utilidad que tenés. Y el impuesto a las ganancias podría aplicarse sobre esa utilidad. Es más justo. El campo muchas veces se pregunta: “¿Por qué a mí me quitan de la venta y a los demás sectores les quitan de sus utilidades?”.

¿Qué propuestas le llevaste al ministro Daniel Arroyo para combatir el hambré

Estamos trabajando en pruebas piloto de huertas y granjas en el GBA en formato de cooperativas autosustentables. Si somos exitosos en eso, es probable que otros se quieran sumar y que el conurbano empiece a ver que el acercamiento al agro es tangible. Tiene mucho que ver con la propuesta original que habíamos hecho del 1%. Si un sector como el agro no puede acercarse a la sociedad urbana en un tema como este, estamos en problemas.

¿Qué podría proveer Syngentá

Semillas de trigo, insumos fitosanitarios, diseño de invernaderos para proteger a las hortalizas, muchas cosas. Pero deberían sumarse también otras personas que conozcan el mundo, y hay muchos que quieren hacerlo. Ya hablé con grandes productores, con empresas de transporte, con empresas de tecnología, todos quieren contribuir.

Acercarte al Gobierno, como marca, ¿puede llegar a ser un inconvenienté

Tratamos de no tener una mirada tan especulativa. Puede ser que el Gobierno sea percibido por algunos de los productores como menos amigable hacia ellos. ¿Eso significa que nosotros tenemos que tomar distancia del Gobierno o que tenemos que ser un puente que construya caminos? Porque, en el fondo, lo que nosotros queremos es que al productor le vaya bien y que al Gobierno le vaya bien. Porque si a los dos les va bien, le va bien a la Argentina.

ANTONIO ARACRE

CV

Director general de Syngenta para Latinoamérica Sur. Ingresó a la compañía en el año 2000. Antes estuvo en Ciba-Geigy y continuó en Novartis. Es contador egresado de la UBA.

LADO B

Fan del tenis, un “nerd” del estudio de piano, pastelero no profesional “pero de los buenos”. Sus hijos son “su luz“ pero “le dan poca bola“. Se define progresista en lo politico.

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