Forbes Argentina
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Editorial
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13 Septiembre de 2018 12.42

Predomina la preocupación entre los empresarios, quienes convocados al almuerzo organizado al Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICYP) mostraron apoyo al Gobierno con desparejo entusiasmo.

Ocurrió a mitad de la primera semana de relativa calma en el mercado, ya con el dólar ubicándose en la zona de los $40. Una vez más, en el mismo hotel y los mismos salones en los que habían confluido dos semanas antes para el Council of the Americas durante lo peor de la crisis cambiaria, muchos de los principales empresarios de la Argentina respondieron a la convocatoria del CICYP. El convite de la entidad que preside Adrián Werthein era para escuchar al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien fue reemplazado por su par del Gabinete, Rogelio Frigerio. Daba igual: Werthein transmitió su mensaje de estoico apoyo al Gobierno. “Este Presidente no se va a ir”, “es un momento de apoyar, de estar al lado del Gobierno” y “los que podemos, tenemos que pagar”, fueron algunas de sus frases más encendidas.

Miguel Acevedo, Adrián Werthein y Rogelio Frigerio.

En la mesa principal, en la que ya estaba sentado Frigerio y también el ministro de Medio Ambiente Sergio Bergman, el entusiasmo no era parejo a la hora de los aplausos. Asentía, por ejemplo, el titular de la UIA, Miguel Acevedo, tal vez mucho menos enfático que el titular de la Bolsa de Comercio, Adelmo Gabbi o Gabriel Martino, presidente del HSBC. También aplaudía Jorge Brito (h.) y lo mismo hacían con mayor o menor efusividad en el resto de las mesas, entre pronósticos de caída de ventas, meses de recesión y más nubes en el panorama financiero. Fue en esos apartes de los que surgió la información más interesante. Varias pastillas a modo de ejemplo:

“Los inversores extranjeros ven hoy a la Argentina como una favela. Entrás si querés, no sabés si salís”. Esa fue la cruda descripción de un hombre del mercado respecto del ánimo que vive el mercado internacional respecto del país. Sin recurrir a metáforas tan drásticas, un experimentado hombre de las finanzas al que le tocó lidiar desde la función pública con uno de los momentos más difíciles de la historia económica local, admitía que el pronóstico es reservado y que el panorama está “bastante complicado”.

En la mesa del HSBC se comentaba un dato curioso: más allá del goteo de depósitos privados en dólares durante los primeros días de septiembre, tendencia que se aseguraba se habría frenado desde el viernes 7, la entidad empezó a comprar más dólares del público de los que le vende. “Tal vez porque mucha gente dolarizó ingresos corrientes y ahora necesita cambiar para moverse con los pesos”, arriesgó una explicación.

Respecto de la economía real, la conversación resultaba más dura. El CEO de uno de los principales grupos industriales calculaba una caída de ventas de 8% durante 2018, concentrada en estos meses “porque el primer semestre fue muy bueno” y otra merma de 25% en 2019. “¿Qué pasa con las plantas, el empleó”, se le preguntó. Previsor, el hombre explicó que no sería necesaria una reducción porque hasta antes del cimbronazo cambiario, 60% de sus ventas provenían de la importación, un mix que tenderá a cambiar en varias industrias cuando bajen las tasas de interés y la demanda encuentre su piso.

Aunque los invitados eran, claramente, gente hábil en el manejo de los recursos económicos, no faltaron consejos de finanzas personales. Por ejemplo, “es el mejor momento para comprar un televisor”, decía Luis Galli, titular de Newsan. Explicaba que siempre después de un Mundial se encuentran buenos precios y que eso se mantiene, a pesar de la devaluación: “En televisores, el traslado a precios es cero. El mercado no lo permite”. En otros productos, electrodomésticos o de línea blanca, el traslado a precios “depende de cada caso”, es decir, la situación de stock del cliente, su poder de negociación, etc. Sus clientes, pequeños y medianos comercios pero también grandes cadenas de retail, son precisamente los mayor perjudicados con el nuevo escenario, en el que manda la caída del consumo. Tanto que las más conocidas, se observó, empiezan a retirarse de los shoppings. Claro, en una Argentina en la que el mercado interno tardará varios meses, sino años, en recuperar esplendor, locaciones caras en centros comerciales que se presume convocarán cada vez menos gente, dejan de tener sentido. El marketing, en épocas de vacas flacas, puede esperar.

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