Forbes Argentina
fotoDanielMontoyabaja
Editorial
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16 Noviembre de 2016 16.16

Las encuestas fallaron. Explicar que la diferencia total de votos estuvo bien calculada no tiene relevancia. El mundo quería saber si Trump podía ser presidente. Y para conocerlo, lo único que importaba anticiparera quien se llevaba los delegados de cada estado. En particular, de aquellos que fluctúanpara uno u otro bando.

De todos modos, cargar las tintas sobre las encuestas tampoco tiene sentido. En realidad, los sondeos no pifiarontanto sino que no alcanzaron. Una simple radiografía, al igual que una encuesta, puede ser una herramienta poderosa de diagnóstico. Pero a ningún médico se le ocurriría trasplantaruna médula óseasolo con un par de imágenes de respaldo.

La previa de esta elección arrojaba además un gran cúmulo de información cualitativa. En primer lugar, dos de los tres candidatos más competitivos, Trump y Sanders, no solo eran outsiders del sistema político sino que dirigían un mensaje análogo de protección del empleo americano hacia el viejo cinturón industrial de los estados de Pensilvania, Ohio, Michigan, Iowa y Wisconsin.

Por otra parte, había también una valiosa fuente de conocimiento como el testimonio de dos hombres de negocios muy calificados cuya infancia transcurrió en dos ciudades del estado de Ohio y que relataron con gran impacto la evolución que tuvo esta región versus los cordones costeros más dinámicos de Estados Unidos.

“Mi industria generó grandes avances en computadoras, software y, por supuesto, hizo mucho dinero, pero el Silicon Valley es un lugar pequeño, a lo largo del país los salarios están estancados, los americanos hoy ganan menos que hace una década” aseveró el inversor tecnológico top y cofundador de PayPal Peter Thiel en su mensaje de apoyo a Trump en la convención de Cleveland.

Asimismo, JD Vance, hoy directivo de un fondo de inversión de San Francisco, supo graficar con singular crudeza en un libro no traducido aún al español, Hillbilly Elegy, la dura experiencia de haberse criado en una ciudad que hace 100 años fue el centro del mundo pero que hoy es la meca de los subsidios y de los graves problemas sociales emanados de la falta de empleo.

Misión imposible a corto plazo

Trump fue en estas elecciones el candidato de la nostalgia política. Quien reflotó con su mensaje Make America Great Againel pasado glorioso de una Cleveland que a principios del siglo XX tuvo un empresario como John Rockefeller cuya fortuna cuadruplicaría hoy la de Bill Gateso a una Detroit que, a mediados de los años ?50,llegó a fabricar el 70% de la producción mundial de automóviles.

Mediante ese discurso, Trump logró inflamar a un electorado de raza blanca sin educación universitaria en una magnitud que no ocurría desde 1980, 70 a 30. Y al que nadie sabe con claridad como satisfará sus expectativas, salvo por vía de paliativos como relajar estándares ambientales que permitan reactivar algunas industrias tradicionales, explotación de carbón por ejemplo.

Trump enfrenta a largo plazo desafíos que no pueden resolverse llevando el reloj 50 años para atrás ni aplicando medidas que aíslen a Estados Unidos de la economía mundial. Tampoco puede ser naif con relación a las promesas incumplidas del actual proceso de cambio tecnológico.

Lo reconocen intelectuales como Nouriel Roubini. La gran revolución tecnológica con epicentro en la costa este y oeste de Estados Unidos no derivó aún en un aumento de productividad de la economía y en la consecuente mejora de la calidad de vida de los trabajadores americanos en general.

Grandes avances tecnológicos actuales como robótica, impresión 3D, análisis masivo de datos, internet de las cosas e inteligencia artificial,hasta ahora no produjeron el impacto económico que en su momento tuvieron la electricidad, los antibióticos o los sistemas sanitarios modernos.

En tal sentido, para devolverle la grandeza a Estados Unidos, Trump tendrá el gran reto de atacar esos problemas de fondo que no tienen solución a corto plazo.El más grande de ellos quizás sea achicar la brecha entre un sistema de innovación donde Estados Unidos es líder mundial y un sistema educativo básico que hoy no garantiza que amplias franjas de la población americana puedan asimilarlos nuevos paradigmas tecnológicos.

El Silicon Valley será algún día la Cleveland o la Detroit de hoy. Un sistema educativo de punta al alcance de todos es lo único que puede garantizar que el natural proceso de innovación y destrucción creativa no se convierta en una valla insalvable entre el presente y el futuro.

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