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Talento de primera para el tercer sector: carreras profesionales por fuera del sector privado

Franco Spinetta

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06 Marzo de 2019 13.26

Con propuestas laborales cada vez más profesionalizadas, ONGs y fundaciones empiezan a tentar a empleados que buscan una experiencia de excelencia y con propósito incluido.

"Creo que hay cada vez más personas que ya no se imaginan haciendo una experiencia de carrera corporativa”. La afirmación de Pablo Princz, director ejecutivo de Enseñá por Argentina (EpA), sonaría temeraria hace unos diez o 15 años. Hoy, sin embargo, está cargada de realidad cotidiana y palpable en los miles de jóvenes -e incluso no tan jóvenes- que empiezan a mirar el tercer sector como una posibilidad concreta no sólo de contemplar las inquietudes sociales, sino también de desarrollar aptitudes y herramientas profesionales del mismo nivel que podrían adquirir en una empresa.

EpA es uno de los casos de éxito en el tercer sector que canalizan esta creciente tendencia. De hecho, en Estados Unidos, donde nació la organización, Teach for America fue elegida por cuatro años consecutivos como uno de los 100 mejores lugares para trabajar según la revista Fortune y Great Place to Work, en una lista que incluye a otros como Salesforce, Cisco y SAP. En su capítulo local, a la última convocatoria para los programas de voluntariado se anotaron más de 8.000 profesionales, de los cuales el 60% había tenido ya una experiencia previa similar. Todos dispuestos a entregar horas de sus vidas durante dos años para dar clases en escuelas que están en contextos complejos. Y la mayoría, según las estadísticas internas, continuará vinculada con EpA una vez finalizado su programa.

Pablo Pricz de Enseñá por Argentina.

La profesionalización del tercer sector tiene mucho que ver con las nuevas tecnologías -y con personas dispuestas a aplicar su capacidad y expertise para implementarlas. Juan Thomas es ingeniero industrial y trabajó en Telefónica por nueve años hasta que, a los 35 años, decidió renunciar para abocarse al tercer sector; en 2009, dió un paso más y fundó Potenciar Solidario, una plataforma que ayuda a unas 100 organizaciones en cuestiones de management, con programas de formación, soporte y acompañamiento en temas de gestión, comunicación, voluntariado y fondeo abierto a todos los miembros de todas las organizaciones sociales acompañadas. También brindan una plataforma integral sobre el sistema Salesforce para la gestión de contactos institucionales, donantes y voluntarios que permite potenciar el crecimiento sustentable con foco social y, mediante el programa Potenciar Lazos, asesoramiento para la gestión administrativa contable sobre el sistema Netsuite. “El último programa es el de Acompañamiento de Líderes Sociales para la formación, redes en acción y reconocimiento para potenciar el liderazgo personal de las personas que lideran las organizaciones sociales acompañadas. Queremos que los líderes no tengan que gastar energías en todo lo administrativo”, indica Thomas.

María Hernández, de Ingeniería sin Fronteras.

Por su parte, María Hernández, coordinadora general en la gestión de proyectos de Ingeniería Sin Fronteras (ISF), supo, desde que cursaba la carrera de ingeniería civil, que buscaría desarrollarse profesional y humanamente por fuera de las empresas: sólo tenía que encontrar la plataforma para hacerlo. Fue en ISF, una organización que trabaja por el desarrollo local de comunidades en situación de vulnerabilidad a través de proyectos de ingeniería, donde logró combinar ambas cuestiones. “ISF busca ser una organización horizontal”, explica. Tiene un órgano principincial de toma de decisión, en donde están representados todos los integrantes de la organización. “En este espacio, se toman las decisiones más políticas que marcan el rumbo y también tenemos equipos más transversales, como el que se ocupa de la búsqueda de nuevos proyectos y equipos más enfocados como el de infraestructura que es el encargado de materializar las obras”, detalla.

El tercer sector se esmera por profesionalizarse a niveles propios del privado y también permite desarrollar habilidades distintas.

Estas historias muestran el nivel de crecimiento que tuvo el sector sector hasta convertirse en un espacio posible de convocar -y retener- a personas que, por sus aptitudes, podrían desarrollarse con facilidad en el mundo privado. Thomas asegura que, antes de pegar el salto desde la empresa hacia la Sociedad San Juan, la primera organización en la que fue director ejecutivo, tuvo que convencerse de que no se trataba de un hobby y que, más allá su voluntad de ayudar, también podía ser un medio de vida. Un posgrado de organizaciones sin fines de lucro en la Universidad San Andrés fue el paso necesario y la semilla que de lo que unos años después sería Potenciar Solidario. “Ahí, en el posgrado, fue cuando me pregunté por qué no me dedicaba a eso full time, y obviamente lo económico era el principal tema”, cuenta.

Thomas toca un tema sensible. En la Argentina, todavía, el tercer sector no logra competir en salarios con el sector privado. Entran en juego otras variables, claro, aunque la perspectiva -según estima el fundador de Potenciar- es que, dentro unos años, las organizaciones tenderán a crear un escenario más parecido al de Estados Unidos, donde representan una verdadera competencia en el mercado profesional. Falta mucho, sobre todo en materia de financiamiento y cultura de la donación. “El sector privado tiene otras comodidades y garantías, mayor estabilidad económica. Pero lo que no podemos dar en sueldo, lo suplimos en la adquisición de experiencias mucho más enriquecedoras”, advierte Hernández.

En Estados Unidos, las organizaciones sin fines de lucro son una verdadera competencia en el mercado profesional. Es el escenario por construir en Argentina.

Muy similar es la historia de Princz. Licenciado en Ciencias Políticas, con una maestría en políticas educativas cursada en Inglaterra, estuvo siempre vinculado, desde adolescente, en actividades solidarias: reparto de comida en las calles, ollas populares, construcción de casas en zonas desfavorables. Sin embargo, como a Hernández, le costó encontrar su lugar y, tras un paso por la empresa Gancia, aplicó para un programa de EpA, que recién desembarcaba en Argentina, ocho años atrás. Encontró en EpA la posibilidad de realizar un trabajo con impacto social, pero también un lugar que implicaba un desafío desde lo profesional. “EpA ve a la docencia como una posibilidad de manejar habilidades como el liderazgo, la planificación y la ejecución. Y todo en contextos desafiantes. Desarrollé habilidades que no tenía. Personalmente y profesionalmente, me cerró por todos lados”, añade. Ese impacto que tuvo en la vida de Princz, se expande constantemente entre los que se suman a EpA: una vez completada la experiencia de voluntariado, el 50% deja su puesto en el sector privado para sumarse a la educación pública.

Thomas, por su parte, revela que su motivación estuvo en comprender que había una demanda social y, al mismo tiempo, descubrir que había muchísima gente a la que le conmocionaba esa situación, pero su realidad no les permitía aportar con tiempo y dedicación. “Empecé a conectar personas que podían aportar conocimientos que les faltan a las organizaciones, para ayudarlas a crecer, como sistemas de organización contables y otras herramientas de gestión, para que dejen de ocupar el tiempo en eso y se dediquen al foco social, que es para lo que nacieron”, explica.

El tercer sector no solo se esmera por profesionalizarse a niveles que hasta ahora parecían más propios del privado sino que también, por su propia esencia, brinda la oportunidad de desarrollar habilidades distintas y muy valiosas. Hernández lo explica: “Desde lo profesional, en ISF el desafío técnico no es hacer el puente más largo del mundo, sino un puente que une dos comunidades que lo necesitan y que tienen dificultades que nunca te vas a imaginar. El diálogo con profesiones y realidades muy diferentes, sentarte con municipios para explicar por qué es importante tal o cual proyecto. Convencer, explicar, demostrar por qué son imprescindibles, desde lo técnico y desde lo humano. Con menos recursos que en una empresa, poder ejecutar un proyecto, desde el punto de vista profesional, es un desafío grandísimo, todo el tiempo”. En ISF, amplía Hernández, buscan constantemente herramientas colaborativas que permitan ampliar la visibilidad y la participación. “Tratamos de automatizar procesos repetitivos identificando y diseñando flujos de trabajo y, para esto, nos valemos de distintas herramientas que están disponibles para organizaciones sin fines de lucr. Así, diseccionamos en pequeñas tareas el volumen de trabajo para que pueda ser llevado a adelante por 300 voluntarios”.

Está claro que el tercer sector tiene muchas posibilidades de dar la pelea por cooptar talentos que podrían desenvolverse con agilidad en las empresas. Y, si bien el gap salarial sigue siendo importante, como advierte Princz, los jóvenes viven hoy vidas mucho más flexibles, en donde las experiencias empiezan a pesar en la balanza tanto o más que la carrera. “Se trata de una necesidad vital y no hay sueldo que le gane a eso”, concluye.

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