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03 Julio de 2018 17.39

Del varietal clásico al vino de viñedo único que exprese lo mejor de cada lugar: el desafío  de una bodega que se reinventa respetando su identidad, sin perder su estilo característico.

El Malbec fue y será nuestra bandera en el mundo del vino. Desde hace más de 20 años que esta cepa originaria de Francia posicionó a la Argentina entre los grandes jugadores vitivinícolas internacionales, a través de un producto de calidad y con consistencia en el tiempo.

En 2012, Mariano Di Paola, director enológico de Rutini Wines, notó que el Malbec de Gualtallary, Valle de Uco, Mendoza, se expresaba de una forma muy diferente del resto. Y pensó: “Este vino no puede decir solo Malbec”. Entendía que se remarcaba demasiado su “carácter de violetas” y decidió envasarlo por separado: “Ahí surgió el primer Single Vineyard, de la finca de Gualtallary”, donde se encuentra implantada la bodega de Rutini desde hace ya 10 años.

Con esta experiencia, desde la bodega comprendieron que había que potenciar la esencia del Malbec con una de mayor precisión: terruño. Ya no bastaba con comunicar y producir Malbec, había que elaborar un vino que concentre la máxima expresión del lugar donde nace.

El desafío fue potenciado cuando la bodega incorporó a su metodología de trabajo la agricultura de precisión mediante el uso de drones e imágenes satelitales. Así identificaron las variaciones del índice verde en el viñedo. “Hoy cosechamos todo por separado, y las características de cada sector son muy distintas. Para 2019, vamos a sacar vinos de las diferentes parcelas según el cauce del río seco”.

Gonzalo Fernández, segundo enólogo de Rutini, explica que la “tecnología a disposición te deja ver desde otra perspectiva”, y agrega: “Arrancás con un viñedo, después por parcela, y ahora se puede decir que estamos cosechando planta por planta”.

Pero ¿tanta diferencia puede haber? “En el mismo viñedo, tenemos más de 100 metros de altura desde el inicio al final. La diferencia de suelo y la cercanía con la montaña te dan una amplitud térmica bien marcada y obtenés componentes muy distintos”.

El desafío entonces está puesto en marcha, pero con cautela: “Hay que tener un equilibrio para no saturar ni confundir al consumidor. Priorizamos la parte técnica”, dice Gonzalo, y Mariano resalta: “Tenemos una bodega con la última tecnología, que nos convierte en la más avanzada de Argentina. Ser un clásico no es hacer siempre el mismo vino con la misma característica: es elaborar un vino que respeta su identidad y estilo y que, al mismo tiempo, tienda todos los años a hacer las cosas mejor”.

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