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Zucho
Editorial
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Asumió Trump y el Brexit es una realidad. En ese contexto, Estados Unidos y Europa se embarcan en un nuevo tipo de guerra económica: impositiva. Ya no corren la carrera de quién devalúa más sino de quién logra cobrarle a quién impuestos no pagados. Es que todos tienen un fuerte déficit y alguien lo va a tener que financiar.

01 Febrero de 2017 07.00

Asumió Trump y el Brexit es una realidad. En ese contexto, Estados Unidos y Europa se embarcan en un nuevo tipo de guerra económica: impositiva. Ya no corren la carrera de quién devalúa más sino de quién logra cobrarle a quién impuestos no pagados. Es que todos tienen un fuerte déficit y alguien lo va a tener que financiar.

La historia cuenta que, en 1991, Irlanda y Apple firmaron un tax ruling (un acuerdo fiscal que estipula cuántos impuestos va a pagar una compañía en un Estado) en el que la Comisión Europea determinó por lo que le reclama ahora a la empresa 13.000 millones de euros por impuestos no pagados en los últimos 10 años.

La sanción no sólo indignó a la compañía sino también al gobierno irlandés por la “injerencia” externa en sus asuntos, por lo que han anunciado recurrir la decisión ante los tribunales europeos, sobre todo después de que Apple haya advertido de las consecuencias sobre la inversión y el empleo de la compañía en Europa.

El caso ha reavivado la guerra que Estados Unidos y la Unión Europea mantienen desde hace décadas a través de sus multinacionales. Así, mientras desde Europa se ultiman también sanciones contra compañías como McDonalds, Amazon o Google, en Washington se actúa contra firmas contra Volkswagen o Deutsche Bank.

Para la Unión Europea la lucha contra la evasión fiscal y las agresivas prácticas de algunas multinacionales para reducir el pago de impuestos se ha convertido en una de sus prioridades. El objetivo no es otro que lograr ingresar hasta 70.000 millones de euros anuales, que es en lo que se ha cifrado la cantidad evadida en impuestos por parte de estas compañías multinacionales, entre las que también se encuentran compañías europeas.

Así, a la sanción de 30 millones de euros a Starbucks el año pasado, se une la investigación a Google (por abuso de posición dominante en sus servicios, su buscador y su sistema Android) y que podría dar lugar a una sanción mayor que la que recibió Microsoft (2.000 millones de euros).

El renovado conflicto económico y de impuestos entre EE.UU. y la UE genera incertidumbre a la hora de invertir en grandes multis.

Por su parte, los norteamericanos no pierden el tiempo. En junio de 2014, impuso una multa de US$ 8.900 al banco francés BNP Paribas por saltarse los embargos a Cuba e Irán. Ese mismo año, el Credit Suisse se comprometió a pagar US$ 2.600 millones por haber ayudado a ciudadanos estadounidenses a evadir impuestos y otro suizo, el UBS, pagó una cantidad tres veces menor por una cuestión similar.

Pero donde los reguladores estadounidenses buscan una sanción importante es el Deutsche Bank. El Departamento de Justicia de Estados Unidos exige a la entidad un total de US$ 14.000 millones para cerrar el caso relacionado con la venta de activos respaldados por hipotecas.

Sin olvidar tampoco a dos gigantes: BP, que se comprometió a pagar US$ 20.800 millones por la catástrofe generada por el vertido del Golfo de México en 2010, y Volkswagen y su escándalo en la manipulación del software sobre las emisiones de algunos de sus modelos diésel. El fabricante alemán fue multado con a US$ 14.700 millones, pero el caso todavía lejos de cerrarse, ya que faltan por determinarse responsabilidades penales.

La conclusión es que, para quienes invierten en acciones de empresas cotizantes, nace un nuevo contingente que genera incertidumbre y volatilidad. Ya los grandes grupos no son tan seguros y las empresas más chicas pasan a ser más valoradas, por ser más manejables y predecibles.

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