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Liderazgo
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Tras un titánico emprendimiento en Miami, Alan Faena regresa a Argentina para concretar, junto a Costantini, su último proyecto en Puerto Madero: Oceana, que demandará una inversión de US$ 120 millones.

27 Febrero de 2018 09.34

Tras un titánico emprendimiento en Miami, Alan Faena regresa a Argentina para concretar, junto a Costantini, su último proyecto en Puerto Madero: Oceana, que demandará una inversión de US$ 120 millones.

Alan Faena habla de su filosofía de vida cuando narra su historia de empresario. No tiene otra formación que su propio instinto y, ahora, el aprendizaje que le aportó su trayectoria, la que lo transformó de un hombre de la moda en los 90 con la marca de ropa Via Vai, y en creador de un estilo propio a la hora de levantar hoteles y barrios de lujo, desde Puerto Madero hasta Miami.

El hombre de blanco y sombrero Fedora ha sabido, en estos 30 años, inventarse a sí mismo como creador de capital simbólico. Un hombre capaz de tocar con la varita y darle atributos cool a cualquier cosa que intervenga, desde un edificio hasta un evento artístico.

También un seductor incansable, lo suficientemente hábil como para acercarse a gente importante de la que aprende y en la que se ha apoyado para su crecimiento en el mundo de los negocios. Es el caso, por ejemplo, del reconocido diseñador Philippe Starck, quien les abrió las puertas a sus primeros inversores.

Crear un nombre

Es que a Faena, en ese entonces, no lo conocía nadie en el exterior, y Starck, en cambio, era ya una marca registrada. Para conseguir que aceptara participar de la remodelación del silo perdido entre los pastizales al borde de Costanera Sur, Faena lo visitó en Londres vestido de gaucho, le mandó mails a diario durante seis meses, y llegó a regar de rosas los escritorios de todas sus secretarias. Finalmente, obtuvo el sí.

La lista de amigos ahora es larga y capaz de acrecentar el capital social e intelectual de cualquier empresario. De ella forman parte personajes disímiles, algunos provenientes del mundo del rock como Charly García, Vicentico, Gustavo Cerati, los fotógrafos Gaby Roca y Andy Cherniavsky.

También representantes de la farándula nacional como Ricardo Darín, Nicolás Repetto y Florencia Raggi, Francis Mallmann, y cualquiera de sus ex mujeres: Paula Cahen D?Anvers, Natalia Lobo, Leticia Bredice, Ximena Caminos. Cada uno de ellos, capaz de introducirlo en un mundo con características propias y más amigos. Lo que se dice una perfecta red de contactos.

Esa habilidad para mezclar gente tan disímil, para crear misterio alrededor de su figura, aun a costa de reavivar todo tipo de prejuicios, para tener un apellido que fuese sinónimo de fashion y mundo VIP, fue lo primero que valoró de Faena el hombre que financia cada uno de sus proyectos, su actual jefe, socio y amigo: el millonario ucraniano-norteamericano Len Blavatnik, actual puesto 40 en la lista de los hombres más ricos del mundo que elabora FORBES US.

El socio ruso

Blavatnik también encierra un gran misterio. Empresario, hizo su fortuna en la Rusia post soviética, tras convertirse en nuevo capitalista gracias a la adquisición de compañías de aluminio y petroquímicas (compraban acciones a cambio de botellas de vodka).

Hoy es el principal magnate de Gran Bretaña, nombrado Sir por la Corona, y honrado por la Universidad de Oxford y el Museo Británico de Arte Moderno, el Tate Modern, por sus donaciones.

Además es dueño de productoras de música como Warner Music y EMi Music, y de cine, como Al Film, lo que lo ha llevado a ser amigo de Leonardo Di Caprio, o a tener foto asegurada con Joss Stone o Ed Sheeran. Como Alan, es cultor del perfil bajo. Es que, también como Alan, el millonario sabe que su fortuna despierta suspicacias.

A Faena no le importa el qué dirán. Ni sobre él, ni sobre Blavatnik. Sí le pesa que cada vez que algo sucede en algunos de los edificios que llevan su nombre, para la prensa, la culpa sea suya.

Como cuando, hace un par de años, tras un evento privado en el Faena Art de Puerto Madero, una abogada rodó por las escaleras al retirarse y murió. O cuando unos invitados a otra fiesta en esas instalaciones se intoxicaron con unos langostinos en mal estado, llevados por un catering contratado por otros.

O como cuando su nombre aparece en la primera plana de los medios de comunicación mezclado con el de un empresario del mundo del tango, un tal Tony, que habría recibido financiamiento del narcotráfico colombiano para reciclar el Café Los Angelitos, y al que desde hace tiempo Faena le alquila El Cabaret, espacio de espectáculos dentro del hotel de Buenos Aires.

El prejuicio, la sospecha, cree, son parte del precio del éxito. Como que desconfíen de la transparencia de su ingeniería financiera.

“Y todo por tener cuentas off shore en paraísos fiscales. Como si fuera pecado... ¿Qué inversor extranjero va a querer depositar plata en nuestro país? Bastante que aceptan invertir”, les dice Faena a quienes le preguntan qué hay detrás de los Paradise Papers, como se conoció a la publicación realizada por un consorcio de periodistas sobre la fortuna de personalidades del mundo, entre los que figuraba el apellido Faena, y el de todos los socios que ha tenido en su haber desde 1999 hasta la fecha. Una investigación sobre la que la AFIP aún no ha dicho nada.

Desafío Miami

Los años del kirchnerismo no fueron buenos para quienes vivían del turismo en Argentina. Por eso, Faena decidió exportar su modelo de negocio a Miami. Le fue bien. Sus competidores en Estados Unidos le agradecen que haya llegado para revalorizar el mercado.

No solo ha batido récords en precio de venta de sus residencias, sino que ha conseguido que los argentinos con posibilidades de viajar e invertir afuera hayan dejado de sentir vergüenza por decir que iban a Miami. “Antes era grasa, ahora Faena lo volvió cool”, explican en el entorno de otro argentino que triunfó en esas playas como broker inmobiliario, Jorge Pérez.

A esa aventura que inició en 2012 en el Mid Miami Beach, cinco manzanas sobre el mar en las que reacondicionó dos hoteles (el ex Saxony, el Paraíso Apartments, resta el Versalles), levantó una torre de residencias de lujo, un shopping y un parking, y le sumó el ingrediente artístico.

Aprovechando el éxito del Art Basel Miami, la nueva meca del arte latinoamericano, el motor cultural que renovó el brillo de esta ciudad, construyó el Faena Forum de la mano del célebre diseñador Rem Koolhaas, un espacio de exhibición para la exploración de ideas en los ámbitos del arte, la ciencia, la tecnología, la política y el urbanismo.

La vuelta al barrio

De ese éxito regresa a Argentina para terminar su obra en Puerto Madero, donde Blavatnik es el dueño del último lote que había comprado oportunamente Faena frente a su hotel. El momento elegido no es cualquiera.

De la mano de Eduardo Costantini, vuelve a tiempo para festejar los dos años de Mauricio Macri como presidente de la Nación. Un amigo de ambos, Nicolás Caputo, hombre clave del entorno oficial, lo explica así: “Macri y Faena son dos tipos que van detrás de sus sueños (...), por eso es importante que gente como ellos hoy estén activos y crean realmente que la Argentina que viene es mejor”.

La obra que llevará la firma Faena-Costantini se llamará Oceana y serán un par de edificios de lujo separados por una plaza verde especialmente pensada para que alguna pieza de arte importante la luzca. Costantini es el encargado de poner la plata: invertirá US$ 120 millones. A Alan Faena, una vez más, le toca aportar su capital simbólico. Su marca personal. La que expone su apellido.

Por Adriana Balaguer

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