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Editorial
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16 Diciembre de 2016 13.35

Macri se autoevaluó con 8 puntos en su primer año de gobierno. Puntuación con la que concuerda el economista Rodolfo Santángelo, quien la dividió en cuestiones políticas y económicas haciendo un promedio de ambas.

En las primeras, consideró que se puede aceptar la puntuación de la gestión política y alcanzar los 10 puntos. Pero en la gestión económica fue apenas de 6. Ahí estarían los ocho puntos de los que habla Macri. En esos 6 de la gestión económica, Santángelo le atribuyó 8 puntos al reordenamiento básico del funcionamiento económico: salida del cepo, unificación del tipo de cambio, flexibilización de regulaciones, mayor libertad en la formulación de precios. Pero el punto más débil es la macroeconomía y la situación fiscal, donde le dio cuatro puntos. Diría que en alguna medida esa mirada es la que hoy se percibe en muchos agentes económicos: Macri logró acordar razonablemente gobernabilidad con la oposición, pero a costa de una situación macroeconómica que sigue con interrogantes en el frente fiscal.

Por otra parte, crecen las dudas porque no hubo tal cosa como “segundo semestre” y ahora llegó Trump. Tras un año de gestión, no queda claro si el Gobierno logró solucionar la crisis económica que heredó o si simplemente evitó una explosión o la postergó financiando el déficit.

El Presidente eligió la solución gradual, lo que significa que no hizo una megadevaluación. Supuso que el ajuste fiscal lo iba a reducir con la suba de tarifas, pero hoy hay entre 7 y 8 puntos de déficit fiscal. La pregunta que muchos se empiezan a formular es si finalmente después de las elecciones del año que viene no tendrá que hacer un nuevo ajuste.

¿Por qué? La mayoría de los analistas cree que en 2017 ?a pesar de Trump?, la Argentina va a tener financiamiento: será un poco más caro, el dólar será más alto, seguirá la inflación, pero no se va a cortar el financiamiento. Frente a esa realidad, la incertidumbre se traslada al 2018, aunque también puede afectar al 2017. El balance económico no es bueno, aunque por supuesto no hay ninguna duda de que estamos mejor.

La situación política se podría consolidar en las elecciones, cuyo resultado depende de la situación económica. La clave para ganar las elecciones en la Argentina desde que llegó la democracia es que los salarios suban más que el dólar. Para que esto ocurra, el dólar tiene que seguir razonablemente planchado y no está tan claro si va a ser posible en la era Trump. Sabremos también el año que viene si la decisión de Macri fue la correcta.

¿Cómo sigue el país a partir del 2018? ¿Qué resultado va a dar esta política cambiariá ¿Se va a sostener? ¿Se va a lograr cierta estabilidad cambiariá Esos son los grandes interrogantes que demoran las inversiones en el país. Vender dólares hoy en la Argentina para invertir o construir genera incertidumbre porque la gente supone que está pagando caro. En la Argentina, un café vale más que en Nueva York, se cree que esto en algún momento se va a tener que ajustar. La Argentina tiene una historia de que los ajustes suelen ser desordenados con fuertes devaluaciones y crisis políticas. Si la economía no arranca y Trump cumple la mitad de lo que dijo en la campaña electoral, todo va a ser obviamente aún más cuesta arriba. Ahí está el fondo del problema, porque no está claro si el ajuste está terminado. Para que vengan inversiones, se tiene que recomponer el poder político, tiene que haber créditos internacionales y los precios tienen que estar dominados. El balance todavía no es satisfactorio, aunque Macri tampoco reprueba: le daría 5 puntos.

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